El otro gringo

El otro gringo

Guido Gómez Mazara

Los esquemas de guerra fría estructuraron un perfil del norteamericano clásico y el comportamiento de sus estructuras de poder alrededor de un relato propio de la época. Aquí, como en una parte importante del continente, las posturas progresistas, no necesariamente coincidentes con el razonamiento ideológico de izquierda, asumieron la fatal tendencia de confundir gobiernos, partidos, órganos de inteligencia con el ciudadano común. Y lo justo es reconocer que, en el marco de procesos donde se acosaban disidentes y el irrespeto al disenso se elevó a categorías enfermizas, una franja de la sociedad estadounidense sirvió de muro de contención frente a tantos excesos.

En el corazón de Washington, el reclamo de Martin Luther King y el debate de exclusión racial de Malcolm X se sustentó en grupos de acción directa como las Panteras Negras que defendían la puesta en libertad de Huey P. Newton en las calles de Oakland. Es decir, en la medida que los jóvenes latinoamericanos luchaban por una revolución, franjas liberales combatían en el interés de establecer sus ideas. Desafortunadamente, las tensiones de una coyuntura marcada por sectarismos en ambos lados, impidió ver a los “otros” desde una óptica esencialmente humana en capacidad de evidenciar que la miseria humana, en muchas oportunidades, tiende a cubrirse con el manto de las militancias extremas para ocultar el memorial de aberraciones de líderes y dirigentes que, al auscultarle su comportamiento íntimo, ingresamos al mundo de lo nauseabundo.

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Matemáticas para una reflexión a la hora de abordar el otro tipo de gringo. Pocos años transcurrieron después de la guerra de 1965 en el país y las atrocidades del Plan Cóndor llenaron de luto a los argentinos, chilenos y uruguayos, pero en medio del horror, los ciudadanos de la nación etiquetada de “opresora” en el marco del discurso antiestadounidense, condujeron por los senderos de la victoria electoral a un Jimmy Carter, promotor y defensor de los derechos humanos y pieza básica en impulsar el respeto al voto popular en todo el continente. Bastante irónico, ¿no?

Nosotros, con el ir y venir de la pasión caribeña no estamos entendiendo los cambios y evoluciones experimentadas en el corazón de los Estados Unidos. Esencialmente, en el campo de la política, caracterizada por una fragmentación electoral de bandos encontrados que, impulsan en dirección contraria, el sostenimiento de agendas permeadas por cuotas étnicas y sus respectivos reclamos estratégicamente importantes para ganar las elecciones.

Allá gobiernan los “otros” gringos. A mil kilómetros de los que esquematizamos hace 60 años como resultado de las pasiones ideológicas y una guerra fría, implacable con sus adversarios. ¡Ni más ni menos!