El partido del siglo 21. Así como las sociedades evolucionan, los partidos que no interpretan con efectividad el sentido de los cambios caen en un desfase que aleja a los ciudadanos de la militancia. De hecho, el proceso de distanciamiento entre las élites y sus bases, tienden a profundizarse en la medida que los mandos institucionales no se transforman en interlocución efectiva de la agenda de todos.
Los clanes que operan las decisiones esenciales de la partidocracia, esquivan el sentido de intuición y olfato de los dirigentes, creyéndose que no conocen los desvíos y uso acomodaticio de las reglas internas, siempre aptas para reducir sus derechos y extienden el radio de privilegios a la cúpula.
Para entender el colapso de Acción Democrática, COPEI, PRI, APRA, PRD y PRSC, no podemos olvidar que los años de sus éxitos y electorales, obedecían al peso específico de sus líderes que, afanados por hacer de las maquinarias organizativas un patrimonio personal, trasladaron a sus relevos manías autoritarias sin entender que el mundo cambió.
Bajo el convencimiento de que los métodos internos no interpretaban a sociedades que se abrían a las ideas y profundizaban los derechos de sus integrantes, la gente se lleno de entusiasmo y conectó con nuevas ofertas.
La resistencia y afán por preservar los privilegios en las élites de los partidos chocan con la toma de conciencia de sus militantes. Ya el mundo no es el mismo, hoy en día los requerimientos de democratización parten de un interés ciudadano que sabe con exactitud cuando pretenden engañarlos.
Por eso, las organizaciones inteligentes abren las compuertas al debate y desdeñan las posturas que cercenan el ejercicio democrático porque no se pueden estimular los conceptos de modernidad con prácticas propias de policías del pensamiento y capaces de asumir el empleo como retribución a la genuflexión, constantemente caracterizada por impedir que el agraciado de ingresar a la nómina entregue su cerebro, convirtiéndose en un prisionero de conciencia.
En el terreno de los hechos, el PRSC y PRD dejaron de ser democráticos y degradaron su funcionamiento al interés, muchas veces pecuniario de sus mandos. Afortunadamente, los partidos de siglo 21, si quieren tocar las puertas del triunfo, están obligados a los equilibrios y cohabitar sin olvidar que, el sentido de mayoría interna y/o en la sociedad no es eterno, y la mayor lección la tenemos muy fresca en la memoria.
Ayer, se paseaban por la escena pública fascinados por encuestas maquilladas, aliados incorporados en coaliciones conectadas a las tareas gubernamentales, vocingleros presumiéndose líderes de opinión, destrezas para dividir la oposición a fuerza de papeletas.