Hace años que la crisis del PLD se veía venir. La división estaba a flor de piel. Desde la palabra al lenguaje no verbal se dejaba expresar la maledicencia, la inconformidad y el enojo. La frustración, la ira, el resentimiento y los conflictos, producto de los temperamentos, carácter y tipo de personalidad, había llegado al límite.
Tenían años personalizando los conflictos, se habían divorciado de las prédicas bochistas, del espíritu y de altruismo al servicio colectivo, para practicarlo de forma personal y grupal. De allí se construyó “los tuyos contra los míos” y “los míos contra los tuyos” suicidando el concepto de nosotros, compañeros, amigos y hermanos.
Fueron construyendo el danilismo y el leonelismo; grupos sin contenidos ideológicos, ni de utopía, ni de paradigmas y, mucho menos, de identidad, ni de diferenciación sociocultural.
La agonía y los propósitos, para mal, era el control, el poder, el egocentrismo personal y la búsqueda de la transcendencia. Desde los organismos, cada cual se acomodaba, se excluía o le excluían. Abortaron la unificación de criterios, el centralismo democrático, los métodos de trabajo, el concepto de lo general hacia lo particular, y se convirtieron en una maquinaria electoral donde el espíritu era la movilidad social.
Por lo bajo se hablaba de la división, y poco a poco fueron descalificándose en los medios, se fueron desensibilizando y, reforzando a la vez, de que ya no había “familia peledeísta”.
La vicepresidenta Margarita Cedeño, con su olfato, su inteligencia, su intuición y habilidades propios de una mujer de cabeza amueblada, lo había advertido. Trató de mediar, llamó a la reflexión, a la prudencia, al buen juicio del liderazgo del partido; habló del daño histórico que se le hacía al PLD, al país y a la democracia si no se detenían las confrontaciones.
Mientras la Dra. Cedeño dejaba salir su angustia, a la vez, mostraba la dureza del carácter en tener que ser la esposa de uno, y la fidelidad jurada en la Constitución por el otro. Literalmente se encontraba en el “síndrome de patas de los caballos”; aun así, su liderazgo, su alta potencialidad política dentro y fuera del partido, su baja tasa de rechazo, su habilidad y espíritu de búsqueda por el consenso, expresó aquella frase: “perder-perder” con cualquiera de los dos candidatos, Leonel o Danilo, debido al conflicto y la alta rivalidad, se dividía el partido y se llegaba al riesgo de “perder-perder”. En su momento no lo entendieron los lideres, ni los senadores, diputados, miembros del comité político o central del partido.
Ahora en tono bajo y entre dientes dicen: “la doña tenía razón”. Ambos líderes perdieron, perdió el partido, la herencia de Bosch, el trabajo de décadas, el esfuerzo de años, la identidad de muchos y la esperanza de la mayoría.
En mi condición de psiquiatra y de mi historia política del partido, fui candidato a síndico por el municipio de Neyba en 1978, y Emilia Melgen senadora, dirigí y organicé los primeros círculos de estudios. Hace meses advertí que para evitar la división, ambos líderes o grupos, podía elegir y levantar la mano a la Dra. Margarita Cedeño y así evitaban primarias, conflictos, traiciones y divisiones. Sencillamente, no había espíritu de unificar criterios, de poner ambiciones, de pensar en “ganar-ganar”.
Ahora las cosas van a peor, se juega sin estrategia sana, sin argumento, sin conceptualizar y sin reflexionar. Ahora se apuesta a mi fuerza, a la capacidad de quién posee más habilidades y más capacidad para ganar o impedir que el otro gane.
La táctica se traga a la estrategia, se hace mediática, se pierde la mística, la diferencia y la virtud en hacer lo correcto, no lo que conviene.
Ahora cambian los escenarios, el olfato y el tacto político dice que pueden perder el poder y otras cosas. A Margarita Cedeño hay que incluirla, es el mejor activo que tienen en esta circunstancia, atrae adentro y atrae afuera, y da garantía de la continuidad en el poder para mejorar y para bien. Con la complicación de que con la soberbia se pierde la inteligencia y se reacciona con el cerebro dañado; donde se sigue el “perder-perder”.
Recuerden lo que decía el compañero Bosch: “en política hay cosas que se ven y cosas que no se ven, pero las que no se ven son más importantes que las que se ven”.