Se mantuvo durante mucho tiempo la tesis de que el PLD adquirió vocación de poder como si se tratara de un dogma. Y que en tal virtud buscaban hasta debajo de la tierra fórmulas para lograr, si no la unidad de criterios, por lo menos la que les ofreciera las oportunidades de mantener asidas las riendas del poder. Como si se tratara de un sistema monárquico donde la transmisión de mando se da por herencia. Que siempre se han salido con las suyas para retener el poder, aun manteniendo posiciones encontradas. Sean de carácter personal o de estilo como se dice ahora.
Para darle consistencia a ese pensamiento, políticos y analistas han expresado y repetido innúmeras veces que el PLD es una corporación. Pues las corporaciones actúan en función de su naturaleza. De sus objetivos. Que entre las diversas definiciones ofrecidas está la de: “Grupo de empresas y sociedades que realizan diversos trabajos y servicios de manera independiente con el fin de conseguir un enriquecimiento común”.
Pero las cosas comenzaron a cambiar, ya que analistas, peledeístas y allegados plantean la idea de que la separación entre los dos dirigentes o líderes máximos del oficialismo es irreversible. Y no es para menos, luego de lo que todos los ciudadanos están observando de manera pública.
Sin embargo, si en realidad son una corporación y actúan como tal, hay que tener pendiente que una corporación no depende solo del criterio de dos personas, aún sean los accionistas principales. Pues las corporaciones no actúan por sentimientos, sino que supeditan todo a sus principales objetivos, entre ellos: control y poder.
Habrá que ver si de verdad el PLD es una corporación, y en función de ello se comportan como tal. O si en realidad son una organización como las demás, con el tradicional germen de la división personalista enquistadas en la mayoría de las organizaciones del país.
Si las controversias se mantienen como se avizora y el oficialismo no resulta ser una corporación peledeísta, se divide y cada uno se va por su lado, Luis Abinader y el PRM tienen todas las posibilidades de arrasar en las venideras elecciones. Tanto en los ayuntamientos, en primera fase de febrero del 2020, como la presidencial y congresual de mayo. Se repetiría lo que ocurrió en las elecciones de medio término del 2002 cuando Hipólito gobernaba.
El PRM tendrá la gran oportunidad de lograr el Gobierno, los ayuntamientos y el Congreso. Y con todo ese poder en sus manos, realizar los cambios de estructuras que demanda o requiere un segmento importante de la sociedad cansada del peledeísmo.
Sin embargo, hay un aspecto que nadie debe pasar por alto, y es que las elecciones del 20 serán separadas, y estarán en juego no solo la Presidencia, sino demasiadas candidaturas provinciales y municipales. Y los dirigentes peledeístas locales de uno y otro lado, como parte interesada y miembros de la corporación, pudieran forzar cualquier situación para garantizar sus aspiraciones o intereses. Y nadie sabe lo que podría pasar. tabasa1@hotmail.com