Tras el conversatorio que tuvimos con el Dr. Jaime Ángeles, abogado experto en derecho de autor y profesor de la Escuela de Derecho de la Pucmm, en el ámbito de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2024, hemos querido dejar esta huella de lo conversado, pero de manera ampliada. Por lo cual presentaremos cada sábado una o varias de las preguntas del letrado junto a la respuesta.
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J.A. ¿Por qué se escapa nuestro presente? Lo conocido en fuga…
O.B. Nuestro presente es solo un instante… Por ello se escapa con facilidad. No hacemos más que mencionarlo y se convierte en pasado. Por igual lo que llamamos futuro también depende de él. Así que cuando vivimos un presente pleno sin hacerle daño a nadie nuestra vida se convierte un tiempo vivido de forma consciente. Cada instante, cada momento es un punto en la línea de la eternidad. Sobre ello el gran maestro Deshimaru (1982, p.61) expresó: “Todas las existencias son el tiempo y el tiempo es el conjunto de todas las existencias. El tiempo no puede volver. Podemos volver a este lugar, aquí, pero el preciso momento de ahora no podrá volver nunca. Ha pasado”. Sí, si estamos conscientes de que existe la teoría de los multiversos, pero no nos desviemos.
Einstein tenía la concepción, de que pasado, presente y futuro coexisten en diferentes puntos del espacio-tiempo, y la separación que percibimos entre estos momentos es relativa a nuestra posición y velocidad. Así, el tiempo que experimentamos como «presente» depende de nuestra perspectiva, lo que sugiere que nuestra vivencia del tiempo podría ser en gran parte una construcción mental. Pero en la física cuántica, el tiempo no se percibe de manera lineal en el mundo subatómico; las partículas pueden estar en múltiples estados a la vez, lo que desafía la idea de un tiempo secuencial. Algunos experimentos incluso muestran que los efectos pueden ocurrir antes de sus causas, lo cual sugiere que el tiempo podría ser mucho más flexible de lo que percibimos, o incluso una mera ilusión en algunos niveles. La conciencia estructura los eventos en una secuencia temporal para que podamos procesarlos de manera coherente, pero esto no significa que el tiempo exista de esa forma fuera de nuestra percepción. Algunos filósofos argumentan que solo existe el «ahora» y que el pasado y el futuro son construcciones de nuestra mente para darle sentido a la experiencia.
Para muchos enfoques metafísicos, la realidad cambia según el nivel de conciencia de cada individuo o colectivo, creando una realidad que se transforma rápidamente cuando nuestra percepción o interpretación se modifica. Por otro lado, y en cuanto a la física cuántica, la realidad a nivel subatómico es inestable e indeterminada. Los principios cuánticos, como el de indeterminación de Heisenberg y la superposición, sugieren que las partículas no tienen una posición o estado definido hasta que son observadas. En conjunto, estas teorías sugieren que la realidad no es fija, sino que cambia a partir de interacciones y observaciones. Este cambio rápido de la realidad se explica en la metafísica como una construcción de la conciencia y, en la física cuántica, como una característica fundamental del universo subatómico.
La Cuarta Revolución Industrial redefine nuestra experiencia del presente debido a la rapidez e intensidad de los avances tecnológicos, que aceleran el ritmo del cambio en todas las áreas de la vida. Tanto las artes espaciales como son la pintura, la escultura, la arquitectura y la fotografía, así como las artes temporales como son la música, poesía y literatura en general han sido afectadas por la integración de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial, el Internet de las cosas, velocidad exponencial, hiperconectividad, mutaciones globales, la complejidad, extremismos ideológicos, las oportunidades y la robótica. Todas avanzan a una velocidad sin precedentes, generando una sensación de «fuga» del presente, en la que el pasado inmediato ya parece obsoleto. Este fenómeno se potencia porque el cambio tecnológico ya no sigue una trayectoria lineal, sino exponencial, y se vuelve complejo anticipar hacia dónde se dirige la sociedad, lo que crea una constante reinvención de lo «conocido».
Hay factores que aceleran este paso del tiempo y tienen que ver no solo con la gran conectividad que disfrutamos en el día de hoy y que nos permite en cuestión de segundos contactar a una persona al otro lado del mundo a través del Internet. También, encontramos respuestas a preguntas vitales en cuestión de segundos a través del uso de la IA. Por igual, la ley de Moore no nos permite olvidar que cada dos años la capacidad de procesamiento de las computadoras impulsan nuevas innovaciones. Además, el Big Data con la generación masiva de datos contribuye a la percepción de que el tiempo pasa más rápido por cómo afecta la forma en que procesamos y experimentamos la información. A través de la rapidez, el volumen y la omnipresencia de los datos, nuestra percepción temporal se altera en varias maneras clave: la saturación de información y sobrecarga cognitiva. La cantidad de datos generados y compartidos a cada instante es inmensa. Redes sociales, notificaciones, y alertas constantes nos exponen a flujos interminables de información que exigen atención. Al intentar procesar tantos datos en periodos cortos, nuestro cerebro siente que el tiempo pasa más rápido, porque la sobrecarga mental deja menos espacio para asimilar cada momento con una sensación de Inmediatez y ritmo acelerado. Esta velocidad crea una sensación de urgencia y acelera nuestro ritmo de vida, haciéndonos sentir que debemos ir a la misma velocidad que la información que llega, lo cual intensifica la percepción de que el tiempo «se nos escapa».
El acceso continuo a eventos de todo el mundo nos permite “vivir” múltiples realidades simultáneamente. Podemos enterarnos de una noticia en Estados Unidos mientras se desarrolla un evento en China. Este efecto de «multipresencia» crea la impresión de estar en muchos lugares a la vez, saturando nuestra experiencia de vida y dando la sensación de que el tiempo está acelerado porque muchas cosas parecen ocurrir a la vez. Al ser continuamente “interrumpidos” la experiencia de la continuidad temporal se fragmenta, haciendo que el día parezca más corto o que el tiempo “vuele” cuando saltamos de un estímulo a otro sin detenernos en uno solo. Pero esto llega al colmo de la despersonalización de la experiencia temporal, ya que el Big Data impulsa la toma de decisiones basada en algoritmos y patrones en lugar de nuestra propia percepción. La falta de “pausas” para procesar experiencias afecta nuestra memoria y percepción temporal. Tradicionalmente, los momentos de reflexión o pausa permitían a las personas consolidar recuerdos y tomar conciencia del tiempo transcurrido. Hoy en día, el Big Data y la tecnología nos mantienen en una constante acción o “consumo de datos”, reduciendo esos momentos de respiro en los que podríamos “sentir” el paso del tiempo con mayor claridad.
Pero todavía hay más. Las inversiones de capitales inimaginables permiten los más grandes avances e innovaciones. En resumen, aunque medimos y experimentamos el tiempo como algo que pasa, las investigaciones en física, filosofía y neurociencia sugieren que esta percepción podría ser, en gran medida, una construcción mental diseñada para ayudarnos a interactuar con nuestro entorno. El tiempo como pasado, presente y futuro podría ser una ilusión práctica, útil para la experiencia humana, pero no necesariamente una verdad fundamental del universo. Se trata de una transformación rápida y en múltiples dimensiones que afecta el trabajo, las relaciones sociales, la economía y la cultura. Esta transformación se caracteriza por la convergencia de lo físico, digital y biológico, lo que cambia radicalmente la manera en que interactuamos con el entorno y entre nosotros. Con tecnologías como la automatización avanzada, la realidad aumentada y la biotecnología, los límites entre lo real y lo virtual se difuminan, y esto afecta desde los modos de producción hasta los patrones de consumo y comunicación. En pocas palabras, la realidad se vuelve menos estable y más maleable. Y así en una constante fuga vivimos el presente de hoy.