Las imágenes le han dado la vuelta al mundo provocando justa indignación, pues nos recordaron los tiempos de la esclavitud, una de las épocas mas oscuras y dolorosas de la historia de la gran nación norteamericana. Montados en enormes caballos, los arrogantes cowboys impedían a cientos de haitianos cruzar las aguas del río Bravo hacia territorio de Estado Unidos
La mayoría llegó hasta allí tras recorrer miles de kilómetros, pero a las puertas de la tierra prometida el sueño americano los recibió a bofetadas, o mejor dicho; a latigazos. Y luego los apresaron, los montaron en un avión, y los mandaron de regreso hacia Haití. Un funcionario norteamericano describió su situación como “complicada y desgarradora”, pero eso no impidió que hiciera una advertencia contundente: “Si vienes a Estados Unidos de forma ilegal, serás expulsado”.
El drama de los haitianos y su huida desesperada y en masa del infierno en el que viven conmueve al mundo, lacera conciencias y provoca severas críticas al sistema migratorio de los Estados Unidos. Pero solo miran de lejos el triste espectáculo, la miseria sin límites, el caos que gobierna un país en el que sus élites le han dado la espalda, de manera irresponsable y egoísta, a los sufrimientos de su pueblo.
Porque a la hora de la verdad, la comunidad internacional hace muy poco por cambiar la triste suerte de nuestros vecinos, por tratar de enderezar su derrotero hacia el desastre total.
Por eso Haití, como acaba de advertir el presidente Luis Abinader desde Nueva York, es un peligro potencial para toda la región, pero sobre todo para la República Dominicana, que ha dicho y repetido, sin que hasta ahora se nos ponga la debida atención, que no puede ser la solución “al problema haitiano”.