Es una lástima que el Caso Calamar y todo el ruido que ha provocado haya impedido dar continuidad al debate iniciado por Faride Raful, senadora del Distrito Nacional, cuando proclamó desde su curul la necesidad de purgar la política dominicana, incluido el oficialista PRM al que pertenece, de las manzanas podridas.
El detonante del pronunciamiento de la legisladora fue, precisamente, el caso Calamar, en el que los imputados habrían estafado al Estado con más de 19 mil millones de pesos, recursos que, según la acusación, fueron utilizados en su mayoría para financiar tanto la campaña interna del PLD como las presidenciales del 2020.
Puede leer: Políticos presos
Y los primeros en reaccionar fueron sus colegas, uno de los cuales sugirió que esa purga se haga desde la escogencia de los posibles candidatos en los diferentes partidos para garantizar que en sus boletas vaya lo mejor, en tanto otro propuso que no se limite a los políticos. Pero tampoco faltó el que dijo estar en desacuerdo en que se meta en esa tómbola a toda la clase política, y que solo sean purgados los que cometen acciones dolosas. Lamentablemente, y a pesar de su trascendencia, la discusión no pasó de ahí y por eso ahí se quedó, sin que los legisladores se hayan podido poner de acuerdo sobre un aspecto fundamental sobre la purga propuesta por la senadora del Distrito Nacional, que de seguro encontró el respaldo de muchos ciudadanos escandalizados con el mal comportamiento de nuestros políticos, nuevamente puesto de manifiesto en el Caso Calamar: ¿Quién la hará?
Sería muy ingenuo pensar que los políticos se van a purgar a sí mismos, pues en esta época en la que Don Dinero es el que manda lo que hacen es recibir con los brazos abiertos al aspirante a un cargo electivo que pueda financiar su propia campaña, sin importar su pedigrí ni de donde salieron esos recursos. ¿Cómo cambiar cosas así si a los políticos no les interesa cambiarlas? Por eso no se sorprenda si ninguno quiere probar una cucharadita del purgante de Faride.