Así llamó un legislador de la oposición, a propósito del retiro del Senado del vapuleado proyecto de Ley de Trata, a las recurrentes decisiones del Gobierno desistiendo de iniciativas de ley o de otra naturaleza que reciben críticas de distintos sectores, que en estos tiempos de redes sociales pueden ser manipuladas hasta convertirse en un ruido molestoso y para nada inocente.
A estas alturas esa muestra de debilidad, puesta de manifiesto con tanta frecuencia, no ha pasado desapercibida a la oposición, que no solo puede estrujarle en la cara al Gobierno el calificativo de improvisador cada vez que ocurre sino que tiene en sus manos un arma poderosa como son las redes sociales, a las que esta administración parece atribuirle excesiva relevancia.
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Mientras por otro lado pierde de vista que debido a los frecuentes reculeos caducó la vida útil del argumento de que puso el oído en el corazón del pueblo y en un gesto de humildad y sabiduría dio marcha atrás a una decisión injusta e impopular, pues la gente no es tan tonta, sobre todo si recibe ayuda de una oposición que sabe ya cuál es su lado flaco.
Pero ya el palo está dado, y el proyecto fue retirado del Congreso. Ahora será puesto a hibernar a la espera de un consenso que nunca se logrará mientras los radicaleros nacionalistas y políticos oportunistas lo reduzcan al problema de la inmigración ilegal haitiana, la conspiración contra el país de la comunidad internacional, y un largo etcétera de sandeces que han desfigurado su verdadero propósito.
Hay que lamentar que al Gobierno le faltara firmeza, por no decir otra cosa, para defender un proyecto de ley que persigue un delito tan execrable como el tráfico humano con fines de explotación laboral y sexual. Del que son víctimas, por cierto, tantas mujeres dominicanas que terminan atrapadas en las redes internacionales de trata luego de ser engañadas con la promesa de un buen trabajo en Europa, Sudamérica o donde las lleve su desesperación por escapar de este paraíso tropical.