El segundo nacimiento y el cierre de año

El segundo nacimiento y el cierre de año

“Vivimos la mayor parte del tiempo buscando respuestas a nuestras preguntas. Debemos tener voluntad para deshacernos de la vida que hemos planeado, para tener la vida que nos espera”.

Joseph Campbell

Vivimos la mayor parte del tiempo haciéndonos preguntas y evadiendo las respuestas. En realidad, lo que queremos, de modo inconsciente, es confirmar nuestras creencias, en vez de lanzarnos de cabeza a indagar el sentido de la vida que transmiten las leyendas y los mitos.

Para el mitólogo y escritor estadounidense J. Campbell, el ser humano se ha convertido en un ente pasivo que ha abandonado el camino de la sabiduría ancestral. El profesor Campbell dice que los mitos tienen su origen en la región mística de la experiencia esencial. Cuando renunciamos a entender, para rendirnos a sentir, inicia el viaje del héroe que él describe.

El mito es un compendio de experiencias primarias contadas por vía de la metáfora y el símbolo, transmitiendo un saber que cobra su real sentido cuando el yo lo experimenta. La travesía del protagonista está colmada de las imágenes arquetípicas que describió el psiquiatra y ensayista suizo Carl Jung.

Campbell escribe: “Los mitos y ritos tendrán diferentes interpretaciones, diferentes aplicaciones racionales, diferentes costumbres sociales a fin de convalidarse y reforzarse. Y aún así, las formas e ideas arquetípicas y esenciales serán las mismas, a menudo asombrosamente parecidas”.

Jung, explica la función de estas estructuras desde los arquetipos del inconsciente colectivo y los instintos de la especie. Campbell afirma que los mitos transmiten las instrucciones psíquicas que sirven como herramienta para ayudarnos a superar las inevitables crisis. Él afirma que “su función es promover y alentar a que la psique no dispuesta alcance la madurez, preparándola para enfrentarse al mundo”. 

Al parecer, todos nos enfrentamos a un “segundo nacimiento”, que surge cuando el héroe mitológico de cualquier cultura atraviesa el umbral de una prueba, que le llevará al próximo nivel existencial en el que se desplegará la transformación de la conciencia. ¿Te ha pasado ya? A mí me ocurrió a los 40 años. 

Antes de parirse a sí misma, la persona piensa de un modo que de modo inconsciente usa para garantizar la pertenencia al grupo, en el cual ha desarrollado su vida (familia, escuela, sociedad, etc). Cuando logra madurar, surge la fuerza de la traición hacia lo conocido. Este hecho le permite alcanzar su individualidad.

Entonces, ocurre el segundo nacimiento, que ya no es físico sino espiritual. La mente revela nuevos significados sobre la existencia, que la llenan de sentido, y la persona es guiada a trascender los límites que le había impuesto la vida cotidiana. De esta forma, se libera de los problemas ordinarios que se presentan en el día a día, y se dispone a estar abierta y receptiva a una nueva realidad.

Campbell asegura que así es como surge la crisis de la mediana edad, que convierte a la persona en la víctima de una serie de acontecimientos sin sentido. La vida es para ser vivida, no entendida. La inmersión en el inconsciente empieza con una sensación de desintegración. Es como si el mundo se partiera en dos, dejando a la persona en una de las partes, mientras ve cómo la otra parte se aleja. ¿Cómo no vivirlo en forma de crisis?

Los cuentos de la infancia nos preparan para atravesar de un buen modo las etapas del viaje del héroe, que describe Campbell. En las historias infantiles se esconden valiosos recursos, que nos llevan a sobrepasar con gallardía las dificultades que enfrentaremos en la vida como adultos.

El creador del teatro épico, el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht, escribió: «La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer». Cuando el segundo nacimiento no ocurre, el individuo se queda atrapado en etapas no desarrolladas, que le impiden disfrutar de forma plena su vida como adulto responsable de lo que vive. 

La participación que tenemos en un proceso de sanación es muy reducida. En realidad, el único aporte que hacemos es estar disponibles para que el Gran Espíritu haga su obra en nosotros. Simplemente renunciamos a las expectativas que nos hacen desear el logro de un determinado resultado, para permanecer profundamente humildes frente a todo lo que tememos, incluso frente al miedo de tener éxito en lo que creemos desear. 

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Romanos 8:12-14 dice: “Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”. Se requiere humildad para permitirnos ser encauzados por el Gran Espíritu.

¿Cómo lograr rendirnos en un mundo que aparentemente nos empuja a competir y a luchar? Haciéndonos los “locos”. Lejos de ser la evidencia de la insanidad mental, el loco del tarot es el personaje que recobra la cordura y vuelve a confiar en que lo Grande lo sostiene. Sabe que él no necesita hacer nada que no sea “estar presente” para lo esencial, siendo auténtico.

Cuando externamente, el individuo adopta el papel del loco, internamente surge el sabio, que es el héroe escogido para un destino. Mark Twain afirmaba que los dos días más importantes de la vida de una persona son el día que naces y el día que descubres por qué has nacido.

Muchos creen que este precio es muy caro, e inconscientemente se protegen y defienden tras sus mascaras sociales. De este modo, sus vidas quedan atrapadas en las raíces del tiempo. Les falta el valor que se requiere para hacer lo que en verdad desean. En vez de ser guiados por lo Grande, dejan su vida en manos del ego. ¿De qué otro modo podrían justificar la traición a sí mismos?

La naturaleza nos enseña sabiamente que, el beneficio se multiplica en proporción directa a la reducción de la complejidad. Como dice George Elliot: “Nunca es demasiado tarde para ser lo que podrías haber sido”. La plenitud surge cuando miramos con el corazón una realidad que no es visible ni aparente, para la mayoría de los sufrientes.

El filósofo búlgaro Omraam Mikhaël Aïvanhov dijo que “el que ha nacido por segunda vez representa un manantial viviente del que fluye un agua pura”. El místico aseguraba que para alguien que ha experimentado este acontecimiento su “religión” es el “amor divino”, por lo que “todo el universo” lo transforma en “el verdadero templo de Dios”.

El discípulo de Peter Deunov, fundador de la Hermandad Blanca Universal, continua diciéndonos que quien ha nacido por segunda vez “consigue abrir y liberar en sí mismo todos los canales sutiles a fin de absorber las corrientes celestiales”, y las refleja para el bien de toda la creación. 

Aïvanhov, quien es considerado un gran maestro del esoterismo occidental de la Europa del siglo XX, cree que por esa razón aquel que ha nacido de nuevo cuida “todas sus palabras”. Sabe que por vía de ellas se convierte “en un verdadero mago”. 

Para mí, las últimas semanas del año contienen valiosísimos regalos, visibles e invisibles, que se revelan cuando estoy atenta, abierta y dispuesta a “cerrar bien, para abrir mejor”. El uso impecable de la palabra y del poder que nos otorga el arquetipo del mago puede trocarse en un inmenso desafío, cuando nos envolvemos en la fascinación de responder a las demandas de afuera. 

Por la gran cantidad de energía implicada, todos los cierres son momentos críticos. En una ocasión escuché a alguien decir que no podemos escribir un nuevo capítulo de nuestra vida, sino dejamos de leer el anterior. En el mes de diciembre, abandonarnos a nosotros mismos con innecesarias preocupaciones, bajones de ánimo o excesos de ocupaciones, tiene un impacto demoledor mayor que en otras fechas. 

Vivir en armonía el agitado movimiento de las partes de mí que me incitan a acelerarme para culminar lo que me propuse a principios de año, y la corriente en la que me sumergen aquellas partes de mí que experimentan el sereno júbilo de lo logrado y me convidan a celebrar, es la acción más importante del final de año. Esa es la razón por la que nunca la realizo sola.

¡Viva Wortel!