La historia mundial es un concepto cuestionable, pues la humanidad aún no ha conseguido que el mundo sea mundo (…). Por ello, el mundo en el que vivimos actualmente sigue siendo un mero mundo físico, y no un mundo definido por el interés común compartido por todos. Es decir, el mundo físico en el que vivimos aún no ha logrado una soberanía política ni una constitución mundiales. Por eso sigue siendo, hasta hoy, un “no mundo”.
Este “no-mundo” carece aún de una historia universalmente compartida. Antes de la era moderna, cada lugar poseía una historia propia concurrente con el del resto. En la Edad Moderna, el colonialismo, la apertura de los mercados de ultramar y el imperialismo conectaron las distintas regiones del mundo. Así, la historia europea organizó las diversas locales, dando lugar a una historia entrelazada. Con todo esto, el resultado ha sido una mera expansión de la historia europea que, disimuladamente, ha constituido la base de la llamada “historia mundial” que prevalece hasta la fecha.” Tianxia, p. 107.
Como había anunciado en la entrega anterior, continúo mi diálogo silencioso con ustedes, exponiéndoles las ideas principales de la obra “Tianxia: una filosofía para la gobernanza global”[i], autoría de Zhao Tingyang, un acreditado filósofo chino, que se ha vuelto famoso en el mundo occidental con la modernización del antiguo concepto chino, que data de la dinastía Zhou.
Aunque la estructura no es lineal, decidí dividir esta serie en cuatro partes: la primera, que ya fue publicada, intentaba definir lo que era el Tianxia. Esta segunda entrega se va a concentrar en los argumentos del autor contrarrestando la experiencia occidental. Y la tercera abordará el planteamiento actual sobre el modelo Tianxia en el siglo XXI.
- “La declaración del “fin de la historia” que Francis Fukuyama hizo al final de la Guerra Fría se ha revelado como una idea arrogante e ingenua. Mediante una narración hegeliana, se apropió ilegítimamente del relato teológico y dio por supuesta la llegada definitiva del mesías”. P. 108
- “La unión de la idea del progreso con la lógica narrativa del cristianismo ha dado lugar a un relato moderno cuyo resultado no es ni ciencia ni teología, sino una superstición ideológica”. P. 109
- “El reconocimiento universal de la soberanía ha inhibido la anexión de territorios y el modelo anexionista ha cedido en favor de un modelo de competición. Sin embargo, las reglas de dicha competición en la Edad Moderna no han beneficiado al mundo de forma general, sino que han sido establecidas primero por Europa y luego por Estados Unidos específicamente para su propio beneficio. Son reglas imperialistas que buscan el dominio económico, político y cultural del mundo”. P. 113.
- “De hecho, con respecto a los pueblos del mundo que son víctimas de la explotación, los explotados en el interior de Europa o Estados Unidos son beneficiarios de esa explotación internacional. Por esta razón, los intereses de los pueblos de Europa y Estados Unidos no se corresponden en absoluto a los intereses de los pueblos del mundo. Aunque sean trabajadores, no pertenecen a la misma clase”. P. 114.
- “Kant se adelantó mucho a su tiempo al propugnar la “paz perpetua”. Las potencias europeas de su época se encontraban sumidas en la ambición por repartirse el mundo y por competir más atraídas por la guerra que deseosas de paz. Tuvieron que suceder dos guerras mundiales para que, finalmente, los anhelos de paz se antepusieran a las tentaciones bélicas. La teoría de Kant contiene una visión idealista y una suposición realista. La primera es la formación de una “república mundial” compuesta por “ciudadanos del mundo”, en la que el mundo se transformar en un enorme Estado. Sin embargo, el propio Kant rechazó esta ilusión por impracticable debido a que un Estado mundial no se correspondería con las aspiraciones de cada Estado y era posible que no todos los Estados estuvieran dispuestos a ser anexionados a un Estado de gran tamaño. (…) Por ello, Kant también propugnaba por un plan de paz más seguro basado en una alianza pacífica formada por “Estados Libres”. Pp. 119-120.
- “La Organización de las Naciones Unidas (ONU) constituye un gran logro en el esfuerzo por intentar resolver los conflictos internacionales. No obstante, la ONU es solo un organismo consultivo internacional subordinado al sistema de Estados soberanos sin poder gestionar el mundo, y no constituye un sistema político mundial. Así, el carácter internacional de la ONU sigue limitando su capacidad de alcanzar un carácter mundial. Por ello sus reglas son apenas unas reglas internacionales que no suponen un sistema mundial. (…) En definitiva, la ONU es un organismo carente de poder en la práctica, un mecanismo consultivo y no un mecanismo de poder. Su poder político, al no situarse encima de los Estados soberanos, es naturalmente incapaz de poner coto al dominio mundial de los grupos imperialistas”. Pp. 124-125.
El espacio no me permite abundar más. El autor hace un análisis desde los griegos sobre el concepto de ciudadanía; y critica la visión imperial existente en el mundo occidental que se inició con el Imperio Romano y continúa en la actualidad. Critica duramente el sistema de creencias establecidas por el cristianismo, incluyendo a los católicos. A lo largo de su lectura se entiende que la experiencia de Occidente no ha sido exitosa. ¿La alternativa? El nuevo sistema Tianxia del cual hablaremos en la próxima entrega.
[i] Zhao Tingyang (2021), “Tianxia: una filosofía para la gobernanza global”[i], Barcelona. Herder Editorial.