Aquí le llaman transfuguismo, en otros países en lenguaje coloquial le llaman cambio de camiseta. Son funcionarios electos y dirigentes políticos que cambian de partido, generalmente en busca de beneficios individuales.
El asunto es particularmente problemático en los casos de funcionarios electos porque los escaños los ganan, en principio, los partidos; sin embargo, los trásfugas asumen propiedad del cargo y se marchan con el puesto.
Realmente es poco lo que se puede hacer para controlar el transfuguismo. Nadie puede obligar una persona a permanecer en un partido donde no desea estar por la razón que sea.
Entre los funcionarios electos, la única medida efectiva contra el transfuguismo sería establecer que los cargos pertenecen a los partidos, no a los individuos que los ocupan. O sea que, quien ostenta un cargo solo puede hacerlo mientras permanezca en el partido que le permitió ganar la posición. Pero esto traería la discusión de si los electores votan por partidos o por candidatos y sería difícil lograr acuerdo al respecto.
El transfuguismo aumenta en las siguientes situaciones: 1) cuando el sistema de partidos se debilita, 2) cuando no hay diferencias ideológicas importantes entre los partidos y 3) cuando las motivaciones para participar en política son más oportunistas que ideológicas. Estas tres condiciones se dan actualmente en la República Dominicana.
En las últimas dos décadas, el sistema de partidos dominicano ha estado en un proceso de desestructuración. Comenzó con las divisiones del PRSC en cada coyuntura electoral, después de la muerte de Joaquín Balaguer en el 2002. Ese proceso de debilitamiento tocó fondo en las elecciones de 2020 cuando el PRSC no logró ni siquiera obtener el 5% de los votos necesarios para calificar como partido mayoritario en la repartición de financiamiento público.
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En el 2014 se produjo la división del PRD, que, si bien llevó la mayoría de la dirigencia y membresía de ese partido al PRM, el largo proceso de deterioro del PRD junto a su división produjo un PRM que permanece aún sin identificación ideológica más allá de la consigna del cambio.
El PLD había mantenido desde su fundación cohesión organizativa fundamentada en la noción de progreso económico, pero la larga estadía en el poder lo llevó a reproducir la corrupción, el clientelismo y el personalismo ancestrales en la política dominicana. Al final se dividieron.
En este contexto de debilitamiento del sistema partidario, el partido que está en el poder (cual sea) lleva la ventaja para atraer tránsfugas. Por ejemplo, desde la misma campaña electoral de 2020 comenzaron a pasar dirigentes del PRD y del PRSC al PRM. Y desde el poder, el PRM ha incorporado a sus filas funcionarios electos del PRD, la Fuerza del Pueblo (FP) y del PLD, sobre todo a nivel municipal. El cálculo es simple: los tránsfugas buscan la posibilidad de ser electos o reelegirse.
En la medida que avance el 2023, veremos probablemente más transfuguismo; o sea, más políticos buscando posicionarse donde mayor posibilidad tengan de lograr lo que persiguen: una posición política (electiva o designada) y los beneficios conexos.