Tocará esperar mucho más tiempo para ver convertida en realidad la presa proyectada para imprimir intensidad al desarrollo de una gran parte de la región Sur, comunidad numerosa que ha pasado casi dos decenios suponiendo que en un futuro cercano llegarían las bendiciones de sus aguas para llenar las tuberías de varios acueductos, caudales vertiginosos para regar siembras frenadas por sequías y una ilimitada disponibilidad de energía eléctrica.
Todo un motor de altísima cilindrada para el progreso cuya «inminente terminación» llena un récord de apariciones en discursos presidenciales como «fetiche» de diversas administraciones del Estado que en los hechos lo que hicieron fue abjurar del sentido de continuidad que tiende a faltarle al sector público.
Ha sido errático el proceso de cíclicas parálisis y reanudaciones de una obra hidráulica puesta en las expectativas del pueblo dominicano como gigante y multifacética; activa nuevamente ahora en vigorosas manos constructoras, sin saberse hasta cuándo visto lo azaroso de su destino. El paso de tortuga (ha venido a saberse ahora) pronostica que Monte Grande sería inaugurada el próximo año como simple embalse sin las impresionantes características que la harían verdaderamente funcional para saciar sed, multiplicar cosechas y darle un tiro de gracia a los apagones. Otro gran préstamo tendrá que venir de camino para completarla en adición a los 588 millones de dólares ya consumidos y que todavía se deben.