En cualquier contexto de las actividades y relaciones humanas, la toma de decisiones es el proceso de evaluar y elegir una determinada opción de un universo de posibilidades, pretendiendo con ello resolver una situación específica, procedente de los ámbitos personal, profesional, familiar, social, laboral, económico, institucional, empresarial, entre otros.
En términos prácticos, la toma de decisiones es un eje estratégico, transversal y competitivo que puede caracterizar, distinguir y diferenciar a quienes lo ejecutan. Para que las decisiones agreguen valor al desempeño de las organizaciones, tienen que provenir de personas con mentes y juicios sanos.
La calidad humana y profesional de los tomadores de decisiones, tanto dentro como fuera de las empresas e instituciones, se ven reflejadas en la sostenibilidad de la productividad de sus climas laborales, en el estado de ánimo y en el nivel de involucramiento que expresan sus colaboradores internos, así como en la intensidad de la creatividad, en la actitud innovadora y en el tipo de emociones que manifiesta su talento humano. El impacto y efectos de la toma de decisiones pueden llegar a paralizar o dinamizar los resultados de las organizaciones. En las organizaciones donde la toma de decisiones es inclusiva, las personas son más felices, leales y empoderadas.
Monopolizar la toma de decisiones es la vía más corta y segura para implantar la gerencia basada en el autoritarismo, la exclusión, el miedo, la represión, la autoridad, la jerarquía y el castigo. La prosperidad, la sostenibilidad, el desempeño, el posicionamiento, la imagen pública y la salud emocional del talento humano de las organizaciones no pueden depender de las decisiones que piensa y toma una sola persona. Cada vez que la toma de decisiones es inclusiva, responsable e institucional, sus pequeños, medianos y grandes logros son compartidos, asumidos y celebrados por todos los colaboradores.
Cuando en una empresa o institución la toma de decisiones es una tarea casi exclusiva de la persona que ostenta la mayor jerarquía dentro de ella, lo más lógico y natural es que se cree y mantenga un ambiente laboral inflexible, controlador, intolerante, excluyente y personalista.
En el contexto de la gerencia transformacional, participativa y humanística se fomenta la cultura de gobierno corporativo, la cual consiste en no permitir que solo el CEO participe en el proceso de toma de decisiones.