El ‘yo’ como mediador lírico. Apuntes sobre la poesía de Freddy Bretón (1 de 2)

El ‘yo’ como mediador lírico. Apuntes sobre la poesía de Freddy Bretón (1 de 2)

Por Bienvenida Polanco Díaz

Como parte de nuestro DH, Diseño Humano, nos ha sido dado el arte de la palabra, una de las seis formas básicas de la creatividad -siendo así que el cine, llamado ‘séptimo arte’, las sintetiza en su esencialidad-. Al manejar con imaginación volitiva la palabra, conducimos esta a través de cuatro grandes formas o géneros: narrativo o épico, discursivo o retórico, dramático o teatral, y el intimista o lírico. A esta última forma suele llamársele simplemente ‘poesía’.

El ‘yo poético’ construye, a partir del acervo lingüístico, un puente –no siempre estético- entre el cantor y quien le escucha, entre quien escribe y el lector. Sorprende con cuánta facilidad olvidamos que los sistemas de letras son relativamente recientes: parte congénita del diseño humano, el arte de la palabra fue primero exclusivamente oral.

Tal como el lenguaje y la creatividad misma, el ‘Yo poético’ es inherente a cada persona. Sin embargo, no es propiedad de todos la capacidad de crear con belleza; es decir, que respecto al arte el punto diferencial es la voluntad de producir en el receptor un efecto que positivamente le eleve.

Se trata de un producto humano que Hegel definió en su ensayo ‘Estética’ de forma maravillosa bajo la triada bondad, belleza, verdad.

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Colocados frente a la obra poética de Freddy Bretón nos encontramos con una dilatada gama de temas, desde tramos de contenido social a piezas de extrema profundidad subjetiva y pletóricas de misterio; el valor estético constituye un hilo conductor en todo el conjunto y es posible constatar este aserto en cada uno de sus libros de verso publicados. El primero vio la luz en 1983 bajo el rótulo ‘Sobre la marcha’ título que fue cambiado en la reedición de 1985 por ‘Libro de las huellas’. Posteriormente publicó en 1991 ‘Bandera de algún viento’ y en 1993 ‘Voces del polvo’.

De 2007, el volumen ‘Entre la voz y el fuego’ recoge la poesía anterior. Con esta manejable edición podemos disfrutar cómodamente de piezas con un encanto atemporal como la ‘’Canción de hoy para mañana’’.

Colmado de belleza plástica y una extraordinaria musicalidad interna, este poema iniciaba el libro, sentenciando (‘Porque la juventud es para siempre’): /Ahora es el mañana /Mira si no, los resplandores cómo surgen /Como bandadas se levantan /Multiplicándose en los prismas /Diminutos del rocío/ (…). En ‘’Como la lluvia fina’’ una lúcida delicadeza nos muestra la respetable intimidad presente en muchas de las obras que forman cada álbum: Fuiste para mí la lluvia fina/ Que en silencio empapó mi tierra toda:/ Las dunas de mi alma/ La aridez de un corazón erosionado. / Donde lloraban cardos sonríen flores/ Canta la lluvia donde abrazaban soles. / Huyó la muerte malherida. / Ya no atemoriza el aullido de la hiena. / Arquea la garza su vuelo enternecido. / Canta la noche, revive el día. / La noche se estremece y estalla la alegría. / Yo soy esa tierra empapada, por ti reverdecida/.

‘’El Si’’ de la ordenación sacerdotal –’tan cerca del polvo’- se abre paso, idílico, aún arrastrando toda la crudeza de la realidad a futuro (/No eran los algodones mi destino/ Es la sal para ungir los caminantes/): /Ya voy Señor, feliz te dije un día/ Con ‘si’ que me brotó sobre una alfombra/ Es fácil guerrear desde la sombra/ Hurtándose al abismo en rebeldía/ (…). En ‘’Ahí’’ -Estás tú, quien lo diría/ Soñador que fuiste, empedernido- palpamos con estupor una lúgubre temática humana: (…) /Bajo un ruinoso techo/ De penas imbricadas (…) /Desgraciadamente lúcido /Desesperadamente vivo y abatido /Convulso y solo. /Justo en el epicentro de la náusea.

La sutil crítica contenida en “Aire suave” es al mismo tiempo intención diferenciadora: ‘’Esos mantos que no lo cubren todo…/ Capisayos minados de humedad, /importunos viajeros del pasado. /Esos aires cargados de artificio /-Excesivo el gesto-”. Y es solicitud consciente, desde la propia limitación: /Dame simplicidad como la tuya, /fuerza limpia sin modos afectados (…).

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Igualmente, cargada de intencionada voluntad nos presenta el poeta a ‘’Esa muchacha’’. Se trata de una pulcrísima pieza en torno a las motivaciones caracterizadoras de la temprana vocación: Esa muchacha, Señor- / Que tu creaste / Caoba recia que talló /Tu mano diestra /No torcerá el designio /Con que me marcaste /Esa muchacha en flor /-Fragancia indiscutida- /No variará el trayecto /Del pulso en su latido (…) /Pero aspiro a otra flor /De hálito infinito /Y por ella contengo /Mi voz y mis sentidos (…).

En ‘’Caña quebrada’’ el cantor retrata con exquisita gracia la sencillez de un arbusto a fin de exaltar la grandeza de la divinidad.

Lo hace a la manera del místico: /Tendidos ante ti /Como caña que rompió el viento / ¡Qué pequeños! (…). La vida de servicio y el significado de la amistad los comparte el hombre y los canta el poeta a toda voz: ‘’/Señor que de mil partes /vienes para buscarme/ con los pies polvorientos /Sudorosa la frente (…) Señor, ¿de dónde vienes? /Vienes de todas partes (…).

Del primer álbum es el poema “Itinerario’’. Lo he dicho antes: tratamos definitivamente con una pieza de antología en el recuadro poético nacional, donde la alquimia de forma, contenido y cadencia musical producen muy especial deleite. Con alguna otra –tal como ‘’Alegoría”- en ‘Itinerario’ el movimiento interno en plena armonía con el fondo nos remite a Whitman a través de Mir.: /Vengo de la lluvia /Que muerde inclemente /todos los caminos: /Frías dentelladas que roen cimientos.

Encontramos explícitos la presencia de una motivación social y de denuncia, rasgos estos que denotan por más de una razón la influencia de los poetas del ‘65. No hay que olvidar que la mayor parte de este primer conjunto estaba ya escrito mucho antes de 1980 como podemos constatar en los apuntes biográficos de Bretón (Carta de Luis Oraá, abril 14, 1980): /Vengo del resquemor /que siembran las palabras /del patrón prepotente. /del alma zaherida /del obrero aplastado /de la sangre /del hambre /de la dignidad hollada /de la piel aprendida de la noche. /Alma impermeable /tez de carbón. /Harapos, banderas al viento (…).

De este extenso poema tan liberal, tan intenso (/Vengo de la explosión de la palabra), emana gran fuerza telúrica que se desplaza en rima libre y un diestro uso de cesuras y hemistiquios; una vez más, al modo de su mejor narrativa de autoficción el autor confiere protagonismo a los estimados lazos ancestrales: /Vengo de los cantos de los labradores /de manos callosas /de rústicas plantas /y recónditos anhelos de infinito. /Del dolor de ver sus vidas /pendiendo del azar de la cosecha (…) /Vengo del aire fresco /y de la dulce visión de las montañas, /del canto del gallo, del llanto del niño. /Del amigo el viento /eterno peregrino. /Hurgando los arcanos de la fronda /viniendo estoy siempre /y no acabo de llegar. /Hambreando lo eterno, /mordiendo el límite, / despedazando las fronteras (…).

Abriéndose paso entre canteras de imágenes auditivas, visuales, comparaciones y metáforas se mantiene la tensión emotiva -in crescendo- de esta considerable pieza, en titánica marcha que no inquiere más: palabra, idea, ritmo.

El poeta nos complace hasta un final pletórico de contagioso sentido de la dignidad humana: /Provengo de la vida /en su fluidez entierro mis raíces. /Por el crisol de la muerte / marcharán mis pasos /hacia la vitalidad más acendrada. /Traspuesto el umbral de la noche /amaneceré /al más radiante y duradero de mis días.

La poesía es el lenguaje de la creación como proclamara Huidobro en 1921 y para siempre; un siglo después de aquel manifiesto constatamos que de hecho da alas al receptor transportándolo a un plano superior; nos eleva de rango junto al poeta. Poesía son palabras ‘latentes’ que viven detrás de aquella que las designa: ‘’Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas sino en no alejarse del alba’’. En la poesía que nos ocupa se trata de una alborada que alcanza su significado más sutil y misterioso cuando el cantor se refiere explícitamente a sí mismo; tal en la pieza ‘’Alegoría’’: /Este que ven aquí /tendido y solo (…) /De repente se echaron sobre mí /como plagas de ratas /todas las penas del mundo (…) /Por qué murió el arcoíris? /Se ha estrellado el sol /de bruces contra mis piedras /y son fuego de volcán, /no frescas piedras de río. //