Con 94 años se ha ido. Milan Kundera, el hombre de “La insoportable levedad del ser”, nos ha abandonado a merced del peso, la levedad, la risa y el olvido.
Kundera, quien nos llevó a preguntarnos tantas cosas al calor de amores e infidelidades, se ha ido tan discreto como vivió siempre: alejado de los focos, las entrevistas y la fama. Fue grande, tanto, que nunca quiso formar parte del extraño espectáculo que rodea a las letras.
Su libro insignia nos habla Nietzsche y su mito del eterno retorno. “En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad”, dice Kundera.
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Luego, tras preguntarse si es terrible el peso y maravillosa la levedad, asegura que cuanto más pesada la carga -comparándola con la poesía amatoria-, más a ras de la tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será: “la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su terreno, que sea real solo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”.
Es difícil elegir entre el peso y la levedad, la responsabilidad y volar. Quizás todo se resuma en otra mítica frase: “quien busque el infinito que cierre los ojos”. Dentro de nosotros están todas las respuestas.