Emiratos Árabes Unidos (EAU) despidió hoy de manera discreta a su presidente Jalifa bin Zayed Al Nahyan, también gobernante de Abu Dabi, que falleció este viernes a los 73 años por causas que no han sido desveladas, a pesar de que en 2014 el emiratí sufrió graves problemas de salud que le apartaron de la escena pública.
La muerte de Jalifa, el segundo presidente del país, ha motivado una oleada de mensajes de condolencias por parte de los otros líderes de Oriente Medio, así como de la comunidad internacional, que recordaron al difunto como un gran aliado y uno de los impulsores de la modernización de Emiratos.
Sin ofrecer detalles acerca de la causa de la muerte, las autoridades emiratíes declararon un luto oficial y ordenaron la colocación a media asta de las banderas nacionales por un periodo de 40 días, una costumbre en algunos países árabes, así como la suspensión de los trabajos en instituciones públicas y privadas.
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Según la agencia de noticias estatal emiratí WAM, la oración fúnebre se llevó a cabo en la mezquita Jeque Sultán bin Zayed de Abu Dabi al término del rezo musulmán tras la puesta de sol, y tan solo las autoridades tuvieron acceso a un evento que tampoco fue retransmitido.
UN PRESIDENTE FUERA DE LA ESFERA PÚBLICA
Nacido en 1948, Jalifa asumió la presidencia del país tras la muerte en 2004 de su padre, el jeque Zayed bin Sultán al Nahyan, un hombre que unificó los siete emiratos que componen los EAU y logró coordinar su conversión de un desértico país a un rico Estado petrolero, estable y con la economía más dinámica de la zona.
Jalifa siguió los pasos de su padre y lideró la puesta en práctica de numerosos proyectos de modernización y desarrollo, además de inversiones de miles de millones de dólares hasta que en 2014 sufrió un derrame cerebral del que fue operado de forma urgente en un hospital de su país.
Su frágil estado de salud fue el motivo por el que el jeque desapareció de la escena política e internacional, y casi no aparecía públicamente, cediendo esa labor a su hermanastro, Mohamed bin Zayed, príncipe heredero de Abu Dabi desde 2004, quien se convirtió en los últimos años en la figura más fuerte de los EAU y líder de facto del país.
Tras la muerte de Jalifa, se espera que próximamente se anuncie a Mohamed bin Zayed, uno de los hombres más poderosos de Oriente Medio, como nuevo emir de Abu Dabi.
Asimismo, para asignar a un nuevo presidente, los gobernantes de los siete emiratos que componen la federación de EAU tienen que reunirse para escoger al nuevo jefe de Estado, que históricamente es el líder de la capital, por lo que el actual príncipe heredero de Abu Dabi ocuparía también el cargo de su difunto hermanastro.
Hasta entonces, Mohamed bin Rashid, gobernante de Dubái, será el presidente interino, por ser el primer ministro emiratí y también el vicepresidente del país árabe.
UN BUEN ALIADO
Aunque su muerte pasó prácticamente desapercibida en las calles del país, las televisiones locales ofrecieron programas monográficos sobre el presidente, mientras que las principales autoridades expresaron sus condolencias. Así lo hizo su hermanastro y príncipe heredero, que calificó a Jalifa como su “mentor y maestro” y recordó que “sus logros, su sabiduría y su entrega se encuentran en todos los rincones del país».
De hecho, el Burj Khalifa de Dubái, uno de los edificios más altos del mundo, fue bautizado a su nombre por su ayuda económica a ese emirato durante la crisis financiera que atravesó en 2008.
Por otra parte, organizaciones y países árabes de Oriente Medio también expresaron su pésame por la muerte de “un gran líder” y desearon que su sucesor siga los pasos de Jalifa, mientras que decretaron también tres días de luto en sus respectivas naciones.
Israel, con el que Emiratos estableció relaciones en 2020 levantando así una oleada de críticas, también alabó los esfuerzos del emiratí, al que se refirió como “muy apreciado” en el Estado judío.
Tras su muerte, no se espera un gran cambio en la política del país, que en los últimos años ha protagonizado acercamientos no solo con Israel, sino también con la Siria de Bachar al Asad o incluso con Irán, el archienemigo de los árabes.