El Centro Cultural de las Telecomunicaciones (CCT/INDOTEL), ubicado en la calle Isabel La Católica, esq. Emiliano Tejera, Ciudad Colonial, mantiene abierta la exposición de Wilson Abreu titulada “Sísifo en Quisqueya”, compuesta por una selección de 26 obras (veinte pinturas sobre tela y seis dibujos en técnica mixta sobre papel) a través de las cuales el destacado expositor hace alarde de un virtuosismo ciertamente admirable en el manejo de la línea, el color, las texturas de la materia y la poderosa síntesis expresiva.
La obra que da título a la muestra: “Sísifo en Quisqueya” (2016) es una pintura en técnica mixta que representa una figura monstruosa y “des-equilibrada” en posición desquiciante que gesticula sobre un campo matérico “arrasado” en el que predominan la tetricidad de la atmósfera, los densos juegos de empastes y las gamas monocromáticas, así como una carga reflexiva que nos sitúa ante un “paisaje” dramáticamente apocalíptico.
En el cuerpo expositivo de “Sísifo en Quisqueya”, destaca una serie de pinturas de factura rigurosa e impacto expresivo estremecedor: “Camuflaje para cruzar fronteras” (2015); “El desacatao”; “Cronos”; “El soplo de Prometeo”; “El temible Guatimba”; “El pintor tragando oscuridad y cagando luz”; “El avaro”; “El jefe”; “Purpuroso el menor”; “Sodoma y Gomorra bailando perico ripiao”; “El hombre absurdo” y “Un dios en medio de insectos” (2016).
Esta última obra: “Un dios en medio de insectos”, la cual representa una enigmática figura alada de cuerpo y rostro resplandecientes que desciende sobre un turbio y enrarecido promontorio, asediado por un par de insectos-dragones que simbolizan las fuerzas de la oscuridad y lo siniestro, ha sido realizada por Wilson Abreu como sentido homenaje al exrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo Dr. Mateo Aquino Febrillet (1955-2016), víctima directa y dolorosa de la ola de terror, violencia y pudrición moral que marca penosamente a la sociedad dominicana contemporánea.
Así, en sus obras recientes, Wilson Abreu llega a materializar sus reflexiones más íntimas con poderosa dicción plástica y singular vivacidad expresiva. Su práctica artística se nutre de referencias mitológicas, realidades políticas, socioeconómicas y culturales concretas, complejas y contradictorias (Ecocidio, autodestrucción, violencia, criminalidad, autoritarismo, corrupción política, abuso infantil e injusticia social), sin olvidar sus propias devastaciones existenciales, para entregarnos un cuerpo de obras cuyas principales características son su extraordinaria efectividad metafórica, su capacidad dialógica y su expansivo potencial de trascendencia.
En su lúcido y preciso texto poético del catálogo de la muestra, Geo Ripley nos advierte sobre Wilson Abreu: “Mientras los artistas plásticos cada día quieren mejores materiales de arte, él va en contrasentido y degrada los materiales con tierras, reciclaje y espíritu, aumentando así las formas expresivas, rompiendo los parámetros conceptuales de las últimas tendencias de la figuración post expresionista, figurativa, tachista-gestual y demás formas. Y es que pintar con agua, aceite, látex, tierra y todo lo que manche sobre el césped del patio, compartiendo espacio, pinceles, telas, papeles, primero con su hija Luna y ahora con su hijo Miguel, es también parte de la vida en que día a día busca su impronta este creador particular y único en la geografía nacional, antillana, caribeña, latinoamericana y ¿por qué no?, del mundo”…
Ahora bien, otro hecho que resulta incontrastable ante el poderoso extracto de “Sísifo en Quisqueya” es que Wilson Abreu es antes que nada un artista comprometido. Y aquí hay que señalar que su primer compromiso es consigo mismo. El asume su práctica creadora como camino de libertad; como estrategia especializada de constancia y transgresión.
Él aprovecha su talento, su exquisita sensibilidad poética, su experiencia única y su tiempo vital para crear realidades estéticas con unos niveles de intensidad expresiva capaces de alterar la mirada, la visión de la vida, la realidad y la consciencia de cualquier espectador que pueda permanecer más de cinco minutos frente a ellas.