POR MIRIAM DÍAZ SANTANA
Cuando se diseñó el currículo que rige actualmente en las escuelas del nivel básico de todo el país, a principios de los años 90 y como parte del Plan Decenal, los técnicos, consultores y representantes de la sociedad civil participantes, incluyeron en el mismo las exigencias más modernas que trazan los parámetros internacionales.
Sin embargo, el tiempo ha demostrado que se forjaron muchas ilusiones y que las exigencias quedaron muy por encima de las reales condiciones en que trabajan las escuelas del sector público y una parte importante de las privadas.
No importa lo bien escritos que estén los objetivos y fines de los diferentes niveles, o de las materias y unidades, así como lo bien pensadas que estén las actividades, la realidad es que las escuelas se desenvuelven en medio de una cantidad de problemas, cuya solución exige mucha voluntad y muchos recursos, de los que no se ha dispuesto.
Los bajos niveles de calidad que afectan a la educación dominicana son producto de factores múltiples entre los que destacan: las precariedades en que desarrollan su trabajo muchas escuelas; el reducido calendario escolar efectivo; las condiciones de trabajo y la preparación de los maestros; la falta de una cultura de rendimiento de cuentas por los resultados; el escaso empoderamiento de los directores de escuela; la escasa participación de la familia, entre otros factores, sin dejar fuera la administración central e intermedia, las cuales tienen una alta responsabilidad en introducir las transformaciones necesarias para que el sistema educativo comience a dar los frutos esperados.
La escuela dominicana, especialmente la pública, no escapa a la característica de la cultura nacional que es la falta de responsabilidad social y escaso compromiso que el recién publicado Informe de Desarrollo Humano 2005, del PNUD, atribuye al liderazgo nacional. Estas características permean a todos los sectores y estratos sociales y el sistema educativo es un buen ejemplo de ello.
Se supone que la razón de ser de la institución educativa es enseñar y aprender, pero en la República Dominicana esto no se está cumpliendo y todo sigue funcionando como si nada pasara, repitiendo año tras año los mismos métodos y atribuyendo a otras instancias la culpa por los bajos resultados. Citemos algunas situaciones típicas en una escuela pública, sin excluir una parte del sector privado, que no es diferente.
La tanda de la mañana en una escuela del nivel básico debe comenzar a las 8 en punto. Para garantizar el cumplimiento de ese horario, maestros y alumnos deberían estar en sus puestos al menos 15 minutos antes. Eso no ocurre en la mayoría de las escuelas y las clases inician alrededor de las 8:30, en muchas escuelas rurales aún más tarde. Antes de las 12 del mediodía la mayoría de las escuelas del nivel básico han despachado a sus alumnos ya que los maestros tienen que ir a sus casas a comer y prepararse para la tanda de la tarde.
Si a este horario se resta el tiempo del recreo, recesos y cambios de profesores o de materias, el trabajo con los alumnos podría terminar en menos de tres horas, o sea, aproximadamente 15 horas a la semana, lo cual, multiplicado por 36 semanas da unas 540 horas por año escolar, a pesar de que los estándares internacionales recomiendan alrededor de 1000 horas. Naturalmente a esas 540 horas habría que restar las que se pierden en suspensiones, paros docentes, días no laborables, reuniones profesorales y otros motivos que en algunos años y en algunas escuelas son muy abundantes.
Las tandas escolares de la tarde son más cortas. Teóricamente inician a las 2 y terminan a las 5:30, por lo que, aplicando los mismos cálculos alcanzarían poco más de 400 horas por año escolar. De manera que los estudiantes que asisten en la tarde están en peores condiciones que los de la mañana.
El caso de las escuelas nocturnas hay que analizarlo por separado, ya que frente a las condiciones de éstas, las escuelas diurnas parecen envidiables.
Podría decirse que las horas en clase son complementadas con igual número de horas de estudios en la casa, pero la realidad es que eso se cumple muy poco, sobre todo en los niños de familias muy pobres. Los métodos pedagógicos aplicados por los maestros de las escuelas públicas han sustituido la mayor parte del trabajo individual de los alumnos por trabajo en grupo dentro del aula y en el horario de clases. Incluso la corrección de los profesores se produce dentro de ese mismo horario, muchas veces recurriendo a la auto corrección de los propios alumnos con un mínima guía del maestro.
El maestro típico de la escuela primaria pública trabaja dos tandas, mañana y tarde y cursa estudios universitarios durante todo el día del sábado. El tiempo que le queda a ese docente para dedicarlo al seguimiento y evaluación de sus estudiantes, así como a realizar los trabajos de sus propios estudios, es realmente inexistente. Frente a esta situación, el sistema se ha ido adaptando a esa falta de tiempo para el estudio y ha bajado sus niveles de exigencia, con los resultados de calidad que ya hemos mencionado.
Desde el momento en que fueron diseñados, el currículo del nivel básico y también el de formación de los docentes, han sido señalados como sobrecargados, pretenciosos y llenos de objetivos que no se pueden cumplir bajo las condiciones de la educación dominicana. El propio documento Situación de la Educación Dominicana que hemos citado, dice que el currículo aporta marcos muy generales y carece de especificidades que faciliten su concreción y aplicación en el aula. Las dificultades que confrontan los docentes podrían indicar cierta distancia entre las demandas educativas de inicio del plan y los aportes del currículo vigente.
Estos resultados expuestos por evaluaciones realizadas por la misma Secretaría de Educación, deben conducir a una profunda reflexión y a tomar la determinación de ser más realistas a la hora de modificar el currículo. El resultado de tratar de aplicar un currículo muy moderno en una escuela que vive no sólo en la premodernidad, sino también en la precariedad, puede ser peor que si se fuera más modesto en las pretensiones.
Cualquier reforma del currículo debe tomar en cuenta que será aplicado en una escuela donde:
1. Se ofrece la mitad del tiempo de clases que requieren los tiempos.
2. Hay más alumnos por aula que lo que se recomienda, al menos en las zonas urbanas.
3. Los maestros trabajan dos tandas y entre ambas, un maestro de primaria puede tener cerca de 100 alumnos y uno de secundaria varios cientos.
4. La mayoría de esos alumnos pertenecen a familias pobres o muy pobres, con todas las implicaciones de marginalidad económica y social que esto implica.
5. Los propios maestros necesitan tiempo para una formación que no tuvieron la oportunidad de recibir antes de ingresar al sistema educativo y para una actualización que es una demanda permanente.
6. Los maestros también necesitan tiempo para vivir y deberían reivindicar una jornada laboral inferior a la que hace mucho tiempo obtuvo la clase obrera.