Por: Onorio Montás
Unos días después de iniciarse la Revuelta del 24 de abril de 1965, el vasco Pedro Zavala Garay† toma el riesgo de instalarse en plena avenida principal de la ciudad de Santo Domingo con una cocina rodante en la Av. George Washington (comandante en jefe del Ejército continental revolucionario en la guerra de la Independencia y primer presidente de Estados Unidos), al lado de un desaparecido busto en su honor y del Casino de Güibia o Club Universitario.
¿Qué vendía?, al poco público que podía atreverse a salir a la calle de sus casas, pues churro, horchata de trufa y chocolate espeso. Luego al producirse la nefasta invasión de Estados Unidos, el 28 de abril, se estableció el Comando General de las fuerzas interventoras en el antiguo “Hotel Fausto” un establecimiento abandonado con una enorme extensión de terreno en la Av. Independencia-Máximo Gómez-Malecón, al mando de los generales Hugo Parnaso Alvin, de Brasil, y Bruce Robert Palmer, de Estados Unidos. Al cambiar la clientela tuvo la dicha de que la numerosa soldadesca yanki que nos invadía eligió el negocio de Zavala, donde permanecían hasta altas horas de la noche.
Para Pedro Zavala Garay† fue una bendición, se capitalizó con la gran afluencia de ese enorme público enclaustrado en un campamento militar y crearon un ambiente donde concurrían jóvenes dominicanas detrás de esos soldados y se mezclaban con numerosas prostitutas que merodeaban la zona.
El éxito del negocio le permitió comprar un extenso terreno donde construyó una terraza, restaurant y área reservada para juegos de mesa en principio, con un enorme parqueo que bautizó como El Caserío, más adelante lo arrendó a Manolo Tojo y a Eugenio Fernández† quienes le agregaron “La Taberna de María Castaña”, que rápidamente se convirtió en un centro obligado de los que gustaban de un buen vino, tapas o conversar en una época de mucha efervescencia política y pululaban grupos de perredeístas planeando su asalto a posiciones del Estado.
Un grupo de amigos con muchas coincidencias creamos una “peña” liderada por una dinámica mujer que el arquitecto Pedro José Borrell bautizó como la hacedora de grupos, Miriam Celeste Ríos Mejía. Participábamos Norberto James Rawling†, Tony Pons, Cándido Bidó†, Alberto Ulloa†, Luis Minier Montero, Rafael Rasuk, Marcel Morel, Shúm Prats y otros que se unían como Domingo Batista o Vitico Cabrera cuando venían a la “Capitai”. Las noches eran cortas para el grupo y llegaba la hora de cerrar y la esperada pregunta de los mozos Abelardo, Pío o José ¿cuántas botellas de vino les dejamos para el descorche? ¿Cariñena, Marqués de Riscal, Paternina banda Azul, Siglo Saco o Sangre de Toro?, nuestras noches terminaban a las 2:00 o 3:00 de la madrugada.
El Boga-Boga
Don Pedro Zabala instala un pequeño negocio en Plaza Florida con un nombre vasco, el “Boga-Boga”. Como en sus inicios en su cocina rodante, pero en un pequeño local sin muchas pretensiones, volvía a vender churros, chocolate y horchata de trufa, además de unos originales emparedados en un pan especial enorme. Ese pequeño negocio creció y se convirtió en un restaurant, el Boga-Boga, luego pasó por un numeroso grupo de propietarios, unos mejicanos bodegueros, Isidro González Capa†-Enrique Peynado Soler†, Manolo Tojo y finalmente Manolo ofreció a dos amigos, Eugenio Fernández† y Emilio Montoiro, con el inconveniente de que Eugenio tenía un gran negocio junto a un hermano en el Polígono Industrial de Barajas, en Madrid y acordaron que Emilio, quien había trabajado hostelería en España y en Santo Domingo en El Versalles, El Cantábrico, El Caserío y en Santiago tuvo “El Rincón Español” frente al famoso “Pez Dorado” en la calle El Sol, se quedaría al frente del Boga-Boga en abril de 1983 y así decidieron adquirir el negocio que ambos conocían a profundidad, ese negocio de restaurantes, porque habían trabajado como cocineros, mozos y todo lo que tenía que ver con complacer los diferentes gustos de los clientes. Paulatinamente fueron ampliando. Dos locales más contiguos de la plaza Florida, una barra exitosa y un salón privado de fiestas fueron las nuevas ampliaciones. Más adelante adquirieron la casa y la oficina de abogados del expresidente Rafael Filiberto Bonnelly Fondeur† para convertirlo en parqueo para clientes y un salón de fumadores. Al morir Eugenio Fernández, hace pocos años, ya habían dejado claro todo lo relativo a ese negocio que muchos de los habitué llaman “La Mina”. Hoy a todas hora hay una gran concurrencia.
Mesón de Castilla
Por la cercanía de nuestra Editora Mograf, que trabajaba 24 horas, Miriam y yo descubrimos un sitio fabuloso muy cercano, regenteado por don Antonio Aragón Corrales, un elegante “Maitre” que venía del Hostal Nicolás de Ovando, en asociación con Marcial Manrique y un cocinero malgenioso, Álvaro Mencía† y fundaron “El Mesón de Castilla”.
Me había convertido en un solitario parroquiano tras la muerte de mi esposa Miríam, y Antonio Aragón a la hora de cerrar me invitó a la barra del Boga-Boga. A partir de ese momento se convirtió en costumbre juntarnos Antonio Aragón, Ramón Pumarol†, Servando Sánchez y yo en una acogedora barra donde hoy está solo el comedor principal.
Danilo Aybar, un gentil hombre que venía de El Caserío como capitán; Andrés Castro, un experimentado capitán procedente de El Vesubio, que mucho recuerdo con cariño, atendía a mis dos primeras hijas, Rocío, de 7 años, y Pilar de 5 años vivíamos en Torremar en el Malecón. Siempre las entendía y complacía en lo que deseaban comer, Antonito Martínez Quezada (respetuoso, servicial y amable con todos los clientes), un excelente sommelier Norberto Ares Pujols, Sergio Amador Valdez (un bartender de sangre “liviana”, siempre sonriente); Papi Vega (un alegre bartenter que sabía cuentos de todo tipo); Marcial Cleto Marcelino, Tony Tiburcio, José Blanco, alias Martelí (bartenter), Ariel Sarante (un creativo bartenter que disfruta con la creación de cocteles), Francisco Juan Salvador “La Cigua” (cocinero, quien ejerce su profesión en Arabia), Benigna Armador†(La Gallega) control de cocina, Zacarías Sánchez, excelente cocinero y su hijo César, Guido Mieses, además dos excelentes cajeras apreciadas por la mayoría de los parroquianos, Pura Aristy, Maribel Martínez, y Lucy García quien actualmente ejerce la abogacía.
Y los parroquianos, muchos de los cuales ya se han ido, Isidro González Capa†, Almodóvar, Yamil Isaías hijo, Napito Noel†, Francis Malla†, José del Castillo Pichardo, Servando Sánchez, Freddy Soto Jiménez†, Ramón Pumarol†, Baltazar Delgado Martínez (Cobrita), Justo Ruiz†, Salvador Montás, Serafín Magadanes (Cema), Villamán†, Alfredo Suárez† y Miguel Cuadra.
Hoy los parroquianos de la barra han cambiado, muchos españoles han vuelto a su país, otros han fallecido, solo frecuentamos Iván Robiú de Moya, Franklyn Báez Brugal, Nasarquín Santana, Pol Mercedes, José Alemán, Martín Robles, Robert Grullón, David Rodríguez, Saúl Pimentel, Roberto Peña, Julio Cross Frías, Samir Atieh, Jacobo Sucar, Eliseo Fernández, Roberto Fernández De Castro, Juan Rafael Ramos Betances, Marcelo Albuquerque, Geomar García, Teófilo Regús, Cándido Simón Polanco, Inés Aizpún, Melvin Mathews, Abraham Sued, Severo Rivera y algunos más.