David Owen, quien fuera ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unidos entre 1977 y 1979, y un importante dirigente del Partido Laborista hasta que abandonó dicha organización y fundó el Partido Socialdemócrata en 1983, publicó en 2015 su libro “En el poder y en la enfermedad: Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”, en el que aborda la interrelación entre la política y la medicina.
Abarcando un periodo que viene desde el año 1900 hasta 2015, Owen evalúa cómo los problemas físicos y mentales que padecieron importantes líderes políticos de diferentes países influyeron en la política que pusieron en marcha. Aborda las depresiones o trastornos bipolares que sufrieron Lincoln y Churchill, así como la parálisis de Roosevelt, los cánceres de Pompidou y Mitterrand, el Alzheimer de Reagan, la enfermedad de Gehrig de Mao, así como los desequilibrios mentales de Hitler y Stalin, entre otros.
Owen introduce y describe el término hybris como la embriaguez del poder, un mal que surge cuando el poder y el éxito se le suben a la cabeza a determinados lideres y empiezan a tratar a los demás, simples mortales corrientes, con desprecio y desdén, y llegan a tener tanta fe en sus propias facultades que empiezan a creerse capaz de cualquier cosa. Como ejemplo de esta enfermedad se mencionan los casos de George Bush (hijo) y Tony Blair.
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En la introducción del libro, Owen llama la atención a la razón de por qué es importante tener presente la condición de salud de los que ejercen o ejercerán el poder político: “Porque los políticos también tienen en sus manos la vida de las personas. Esto es muy evidente cuando gobiernan en tiempo de guerra, pero no sólo entonces. Los políticos, y especialmente los jefes de Estado y de Gobierno, toman muchas decisiones que tienen consecuencias trascendentes en la vida de la gente que gobiernan e incluso, en los casos más extremos, pueden ser cuestión de vida o muerte”.
Con la publicación de este libro, Owen pretendía establecer barreras de protección luego de mostrar cómo a lo largo del período evaluado fueron numerosas las políticas tomadas de manera incorrecta por dirigentes políticos en el poder que estaban enfermos.
La reflexión de Owen cobra actualidad ahora que se cuestiona la situación de salud del actual presidente de los Estados Unidos, como resultado de la argumentación esgrimida por el fiscal especial Robert Hur, que investigó el manejo de documentos clasificados por parte de Joe Biden cuando dejó de ser vicepresidente en 2017.
La conclusión principal de la investigación fue que el ahora presidente de los Estados Unidos no enfrentará cargos criminales por sus acciones, a pesar de la evidencia de que había guardado y divulgado de manera deliberada material clasificado. Entre las razones utilizadas por el fiscal Hur para explicar por qué decidió no hacer un juicio al presidente octogenario, establece: “porque probablemente infundiría la simpatía de un jurado que lo vería como un “hombre anciano, bienintencionado con una mala memoria”.
Hur argumentó, además, que, durante dos días de entrevistas, Biden de manera frecuente fue incapaz de recordar detalles relevantes para la investigación y como evidencia refirió que el actual presidente de Estados Unidos había tenido dificultades para recordar los años que había sido vicepresidente o en qué año murió su hijo mayor.
La respuesta de Biden a los señalamientos del fiscal especial fue decir que su memoria estaba bien y acto seguido confundió erróneamente al presidente de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, como el «presidente de México». Días antes, en un acto de recaudación de fondos para su campaña afirmó que había tenido una conversación en 2021 con Helmut Kohl, ex canciller de Alemania que murió en 2017. Se refería a Angela Merkel. Lo mismo ocurrió al confundir, días antes, a Emmanuel Macron con François Mitterrand.
Lo señalado por Owen, en el sentido de que “tanto para políticos como para médicos, la competencia y la capacidad de hacer juicios realistas acerca de lo que pueden y no pueden lograr son atributos esenciales. Todo lo que empañe ese juicio puede hacer un daño considerable», irreparable. A Estados Unidos, y al mundo entero.