Los golpes acabaron con la vida de Yeiron Almánzar Cabrera. Con solo 12 años murió a causa del trauma craneoencefálico que le provocó la paliza que le dieron sus compañeros de aulas en la Escuela República de Panamá, en Santo Domingo Este.
El hecho, gravísimo, aún no moviliza a la comunidad educativa a pesar de que la escuela nunca le informó a la familia lo que sucedió. ¿Nadie supo lo que pasó?
Puede leer: Nos vemos en el espejo de lo que hacemos
A estas alturas uno se pregunta qué hace o dónde está la Policía Escolar porque tampoco estuvo cuando le cercenaron la mano a un estudiante de 15 años en las afueras del Liceo José Joaquín Pérez en San Pedro de Macorís.
La extrema violencia que nos circunda debe sacudirnos. Ayer, mientras escribía estas líneas, llegó otro caso de horror: un adolescente de 15 años mató a otro de 14 de una puñalada al corazón… ¡porque pisó su ropa! ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que reacciona así ante una tontería?
Los homicidios absurdos abundan: rozar un carro, ocupar un parqueo o discutir es una afrenta de muerte. Cuánto duele ver tanta gente recurrir a los golpes, tiros y navajazos ante el “conflicto”. Y mientras eso sucede la familia languidece, la educación se va al garete, los niños crecen sin amor y sin cuidados y todos, absolutamente todos, estamos en grave peligro.