He creído en un sueño.
¿Me ha de defraudar?
¿Encontrando tan solo,
espejismo que no pueda abrazar?…
Corazón que los sentimientos,
concretar buscando va,
no se detiene cuando ha creído
que su sueño puede pronto llegar.
¿Y tú me dices que porqué no dejo,
en olvido mis sueños,
por el ilusorio dinero?
Porque sin sueños me siento muerto, Javier R. Cinacchi
A veces me pregunto si Francis Fukuyama fue un adivino. Cuando escribió el libro habían signos de ruptura pero nadie imaginaba que en el siglo XXI el mundo sería tan diferente. Cuando terminó la Guerra Fría, la URSS estaba condenada a desintegrarse. Gobarchov y Bush fueron claves en ese pacto que cambió el curso del mundo. Una vez se produjo el derrumbe soviético solo quedaba en pie el imperio norteamericano.
¿Qué pasó con el resto de los países de la órbita soviética? Como afirma la profesora chilena Ana Henríquez[1], quien en un interesantísimo ensayo evaluando el antiguo mundo comunista después del libro de Fukuyama y el fin de la Guerra Fría, hace una evaluación respecto a algunos países.
Polonia, decía, fue el país que rompió con el llamado proceso revolucionario. Después de una serie de importantes y grandes huelgas en el verano de 1988, el Gobierno comunista, dirigido por el general Jaruselzski, se vio en la necesidad de sentarse a negociar con el sindicato Solidaridad. En abril de 1989 tuvieron que reconocer al sindicato, pero, y fue lo más importante, aceptar la apertura de un proceso de transición democrática. Este hecho fue sin dudas un acuerdo histórico. Por primera vez desde 1946, se organizaron elecciones libres en el Este de Europa, aunque, claro esta con controles impresionantes. Así pues, Polonia iniciaba un camino sin retorno. En las elecciones de junio de 1989 el Partido Comunista fue castigado y derrotado. Solidaridad obtuvo 99 de las 100 plazas del Senado. El otrora Partido fuerte y dominante, permitió que Lech Walesa, el líder indiscutible del movimiento obrero “Solidaridad”, fuera elegido presidente del país en 1990. Interesante es destacar que Gorvachov se negó a usar tropas soviéticas para anular los resultados de las elecciones en Polonia.
El caso de Hungría fue también incluido en el análisis de la profesora chilena. Afirma que intentando emular la Perestroika de Gorbachov, el Partido Comunista Húngaro, y quizás con este cambio, poder salvar el comunismo, el 11 de enero de 1989 el Parlamento Húngaro, dominado por los comunistas, legalizó la libertad de reunión y asociación para los grupos que no fuesen comunistas, y en febrero de ese año, legalizó los partidos políticos independientes. El proceso iniciado no tenía retorno. Así, el 2 de mayo de 1989, Hungría fue el primer país del bloque soviético en abrir sus fronteras a la Europa Occidental. Unos meses más tarde se organizaron elecciones libres, en marzo de 1990. El partido democrático de la oposición estableció un Gobierno no comunista bajo la dirección de Jozef Antall. En la contienda electoral, el Partido Comunista, que para entonces había adoptado el nombre de Partido Socialista, apenas obtuvo el 9% de los votos. Se abría una nueva etapa en la historia de ese hermoso país.
La profesora Henríquez hizo también referencia al caso de Alemania, la otra nación que se sumó a la transformación. La República Democrática Alemana se desvanecía. Esto hizo que se abriera un proceso de negociación con la otra Alemania. Se hablaba ya de unificación de una nación dividida por la guerra y los intereses. Se abría un nuevo proceso histórico. El Canciller Helmut Kohl fue clave en ese proceso. La prensa dio cuenta que en un primer momento los soviéticos intentaron impedir el proceso de negociación con miras a la unificación. Finalmente el 14 de julio de 1990 Gorvachov aceptó la unificación alemana, así como su pertenencia a la OTAN. El 23 de agosto el Parlamento de Alemania oriental fijó el 3 de octubre como fecha para la fusión con la República Federal. Se abrió un nuevo capítulo en la historia de ese país otrora fragmentado.
Otro país que aparece en el excelente ensayo de la profesora chilena Ana Henríquez es Checoslovaquia. En este país otrora de la órbita, las cosas comenzaron en el histórico año de 1989, pero fueron los jóvenes que exigieron cambios. El 17 de noviembre de 1989, miles de jóvenes protestaron para exigir el reconocimiento de sus derechos. La principal plaza de Praga fue el escenario de esa histórica e inusual protesta. El éxito de la protesta los motivó y dos días después, el 19 de noviembre, unas 200,000 personas se manifestaron en la capital exigiendo elecciones libres, pero sobre todo la dimisión de los líderes comunistas. Tan fuerte fue la protesta, que cinco días después se produjo la dimisión del secretario general del Partido Comunista, Milos Jakes. Esto no conformó al pueblo. Días más tarde convocaron a una huelga general que duró 4 días. La presión fue tan grande que el Gobierno permitió organizar partidos no comunistas. Un Gobierno de transición, unas elecciones en junio de 1990 y unos resultados sorprendentes: el Partido Comunista obtuvo el 14% de los votos, el democristiano el 12% y el Foro Cívico, el 47%. Se organizó un Gobierno de coalición, en el que no tuvo cabida ningún comunista.
En el caso de Bulgaria, la situación no fue muy diferente al resto de Europa, como cuenta la profesora Henríquez. El 9 de noviembre de 1989, mientras Alemania derribaba el Muro de Berlín, el Politburó comunista de Bulgaria destituyó a Todor Zhikov, líder del partido desde 1961. Fue responsabilizado Mladenov para que propiciara las reformas necesarias. El pueblo deseaba libertad y capacidad de elección. Las reformas no trajeron los cambios esperados. En 1990, el comunismo también era vencido en las urnas. Se repetía la historia de otros países vecinos.
Las cosas en Rumania no fueron tan pacíficas como en los otros países. Allí la transición fue sangrienta. En el histórico año de 1989, las fuerzas de seguridad del Estado mataron en la ciudad de Timisoara a centenares de ciudadanos rumanos que se manifestaban en contra del intento del Gobierno de desahuciar a un sacerdote disidente. La matanza fue como pólvora, pues se produjeron más manifestaciones. El jefe del Gobierno, NicolaeCeausescu, intentó salir huyendo del país, pues se percató que no contaba con las fuerzas militares. Su intento fracasó. Fue apresado y ejecutado por el ejército el 25 de diciembre de 1989.
La profesora Ana Henríquez concluye sobre estos procesos de la siguiente manera:
Las revoluciones de 1989 en la Europa oriental habían supuesto un acontecimiento histórico de múltiple resonancia. Por un lado, constituyeron el derrumbe de los sistemas comunistas construidos tras 1945, por otro, significaron la pérdida de la zona de influencia que la URSS había construido tras su victoria contra el nazismo. Con esto se puede apreciar que los intentos de reformar el comunismo en la Europa del Este terminaron causando su caída y finalmente la propia desintegración de la Unión Soviética… A principios de 1989 los comunistas gobernaban todos los países europeos al Este del Río Elba. Al acabar el año, el único Estado Comunista que quedaba al oeste de la URSS era Albania, y Albania había sido hostil hacia la URSS desde el Gobierno de Kruschov.…[2]
El fin de la Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética fueron dos fenómenos paralelos que cambiaron radicalmente el mundo. Se agotó el espacio. Hasta la próxima.
[1]ANA HENRÍQUEZ O., “LA IDEA DEL FIN DE LA HISTORIA EN FRANCIS FUKUYAMA: EL MUNDO DESPUÉS DE LA GUERRA FRÍA.” PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO, CENTRO DE ANALISIS E INVESTIGACION POLITICA / DOCUMENTO Nº 2/ SEPTIEMBRE 2007 CHILE https://historia1imagen.files.wordpress.com/2010/05/fukuyama-el-fin-de-la-historia_aho.pdf [2] Ibidem.