Fareed Zakaria es un periodista y comentarista político, autor indo-estadounidense que ha escrito varios libros, entre ellos El futuro de la libertad, De la riqueza al poder, y El mundo después de USA. En 1997, Zakaria escribió en la revista Foreign Affairs un trabajo con el título de The Rise of Illiberal Democracy (El ascenso de la democracia iliberal) en el que llamaba la atención sobre la emergencia de democracias liberales en el mundo.
Zakaria empezaba su trabajo describiendo la democracia liberal como un sistema político caracterizado no solo por elecciones libres y justas, sino también por el Estado de derecho, una separación de poderes, y la protección de las libertades básicas de expresión, reunión, religión y propiedad.
Entonces, la democracia iliberal está integrada por dos componentes. El primero, la democracia asume que la selección de un Gobierno de mayoría se lleva a cabo a través de la representación, lo que se logra por la vía de la celebración de elecciones libres y justas, con libre competencia entre distintas opciones políticas, con medios de comunicación plurales, con garantía de limpieza del proceso, así como con la neutralidad de las autoridades electorales. El voto debe ser igual, universal, directo y secreto.
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El segundo componente es el liberalismo constitucional, que se concibe como un freno a la arbitrariedad del poder y a la tiranía de la mayoría sobre la minoría. Implica, por un lado, el imperio de la ley, es decir que tanto los ciudadanos como los poderes públicos estén sometidos a una misma ley, y que ésta sea elaborada por un parlamento elegido democráticamente; y por el otro, que estén garantizados los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.
En la democracia liberal el poder debe tener límites, y el papel de la mayoría debe enmarcarse en el Estado de derecho.
De lo anterior se desprende que puede haber democracia que no sea liberal, y en ese sentido, Zakarias habla de democracia iliberal como aquella en que aparentemente los mecanismos electorales funcionan, se mantienen, no se conculcan las elecciones, hay una aparente división de los poderes del Estado: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. “Todo conserva la apariencia de un sistema democrático moderno, pero existen diversos mecanismos a través de los cuales esa división de poderes no se hace realmente efectiva y la voluntad de la gente, expresada en las urnas, no es absolutamente limpia porque hay mecanismos que condicionan esa elección, a veces de forma muy sutil”.
Según Zakarias, en 1990 solo el 22% de los países en proceso de democratización podrían haber sido clasificados como democracias iliberales; para 1992 esa cifra había aumentado al 35%. El reputado escritor decía que lejos de ser una etapa temporal o de transición, parece que muchos países se están adaptando a una forma de gobierno que combina un grado sustancial de democracia con un grado sustancial de liberalismo.
Un buen ejemplo de democracia iliberal lo tenemos actualmente en Hungría. Su primer ministro Víctor Orban ha reconocido sin rubor la conveniencia y las bondades del iliberalismo. En 2014 afirmó lo siguiente: “Necesitábamos afirmar que una democracia no es necesariamente liberal. Sólo porque algo no sea liberal, aún así puede ser una democracia. Además, podría y es necesario expresar que probablemente las sociedades fundadas sobre el principio de la forma liberal de organizar un Estado no podrán mantener su competitividad mundial en los próximos años, y lo más probable es que sufran un revés a menos que sean capaces de reformarse sustancialmente”.
A lo expresado anteriormente, Orban agregaba: “Tenemos que abandonar los métodos y principios liberales de organización de una sociedad, así como la forma liberal de ver el mundo “.
Fundamentado en sus ideas, Orban ha modificado la Constitución hasta en diez ocasiones y ha elaborado una nueva ley electoral con el objetivo de favorecer a su partido. También ha reformado el Tribunal Constitucional y el poder judicial para forzar la jubilación de los jueces críticos con el gobierno con el objetivo de controlar su composición.
Muchos países de América Latina son buenos ejemplos de democracia iliberal, con poca regulación del poder y frágiles Estados de Derecho. En buena medida, República Dominicana no escapa a esa situación. En esas andamos.