Por: Amaury Pérez Vargas
El Egipto faraónico inició la utilización de negros cautivos en el continente africano desde el tercer milenio y particularmente en el Nuevo Reino que se extendió entre 1580-1085 a. C., siendo los esclavos asignados al ejército, la extracción y transporte de monolitos o al uso doméstico. Ciertamente, las proporciones de esclavizados no eran tan significativas ya que el trabajo esclavo no constituía la base esencial de la economía egipcia. A partir de los hallazgos arqueológicos se ha establecido una fuerte presencia de esqueletos negroides en Cartago, los cuales se remontan a los tiempos de Heródoto, quien describió con lujo de detalles su persecución.
A finales de la República y especialmente en el marco de las conquistas del Imperio, los romanos lograron reducir en esclavitud a pueblos enteros de la cuenca del Mediterráneo. Así pues, llegaron hasta Roma los negros cautivos que participaron como gladiadores en coliseos y circos, tal como lo muestran en el cine y series de televisión, la película Ben Hur (2016) y Espartaco; sangre y arena (2013), respectivamente.
Sin embargo, vale destacar que la conquista musulmana fue el detonante para que se produjera un gran auge en el tráfico de esclavos en el continente. En efecto, a partir del siglo VII dC., tras constituirse una vasta entidad territorial musulmana que requería de una gran cantidad de mano de obra esclava negra, se fue desarrollando la trata a gran escala, mediante las incursiones hacia el Sur, y específicamente por vía de los tributos impuestos a las poblaciones sometidas.
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En ese sentido, no es exagerado afirmar que el despegue del comercio transahariano de esclavos tuvo lugar durante los primeros siglos posteriores a la conquista árabe, extendiéndose desde el Atlántico hasta el Mar Rojo, abarcando los reinos del Congo, Sahel, entre otros. En ese sentido, el historiador Roberto Cassá nos señala la experiencia de Malí, entre los siglos XIII y XIV, la cual “significó un paso hacia adelante en la evolución de las formaciones estatales en África negra. Aunque, al igual que Ghana, Malí se sustentaba en su papel intermediario dentro de las rutas comerciales”.
Al respecto, el Dr. Cassá nos subraya en su interesante análisis sobre el África occidental en los albores de la época moderna que “los fundamentos de los estados subsaharianos radicaron en su papel intermediario en la obtención de esclavos en las zonas limítrofes del sur del desierto, una parte de los cuales eran trasladados por las caravanas hacia el norte y el este”.
En ese orden, la existencia de un gran número de cautivos obedeció fundamentalmente a las guerras permanentes que se registraban en los territorios africanos y a las razias. Este hecho, sin duda benefició al desarrollo de las rutas occidentales. No obstante, el punto de inflexión en la evolución del tráfico de esclavos lo marcó la caída del imperio romano tras la conquista otomana de Constantinopla en 1453.
En ese contexto, los territorios del Mediterráneo se vieron privados de los esclavos eslavos procedentes del mar negro lo que provocó que los comerciantes esclavistas se volcaran hacia el mercado africano para abastecerse de mano de obra pues comenzaba a despuntar la caña de azúcar como actividad económica. De igual forma, se puede decir que durante este periodo los portugueses generaron las condiciones materiales de posibilidad para iniciar lo que sería la Trata negrera en las Américas.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo
e Historiador UASD/PUCMM