Con la República Dominicana colocada en la lista de países en los que con más frecuencia hombres ponen fin a la vida de mujeres (17 en el primer trimestre del 2025), al primer intento por hallar explicación a sangrientos desbordes de la masculinidad de cada año tres palabras se adelantaron dramáticamente a otras consideraciones no menos importantes sobre conflictividad de género y procesos psicológicos que anteceden a estos crímenes horrendos: ira, odio y celos.
Considerado la manifestación más extrema del abuso y la violencia desde los hombres hacia el sexo opuesto, el feminicidio aparece en las últimas estadísticas dominicanas con 167 víctimas anuales en promedio a lo que hay que sumar la enumeración de posibles propensiones a matar: la misoginia (aversión o rechazo a la mujer), sentido de superioridad de género y el concebir a los seres femeninos como «propiedad del macho» en el marco de una tradición de patrones culturales que justifican la violencia como herramienta de dominación.
Puede leer: ¿Cuántos haitianos ilegales han detenido en los últimos tres días en el Hoyo de Friusa?
Días atrás, y en reacción a los últimos asesinatos de mujeres en el país, el terapeuta de familias Luis Vergés Báez mencionó a la redactora de salud de este diario, Altagracia Ortiz, entre otras causas de feminicidios: Factores sociales que invitan a resolver los conflictos de forma reactiva e impulsiva impulsada por ideas hostiles y despectivas hacia la vida de los otros; sensación interna de vulnerabilidad cuando (los hombres) sienten que no pueden controlar o someter a los demás, así como también algunos conflictos psicológicos no tratados asociados a los desenlaces.
Y dijo más sobre causas: «La rigidez de un pensamiento que otorga poco espacio a la flexibilidad mental y que impide ver otras opciones (a los conflictos) que producen bloqueos a algunas personas en las que solo a la acción impulsiva del momento les encuentran sentido». Refirió también las cargas estresantes que se registran en el seno de familias cuyos vecinos desconocen; y que por tanto no encuentran explicación a las tragedias porque suponían que en esos hogares se vivía en armonía.
Enclavada en Latinoamérica, región que ocupa el segundo lugar del mundo con mayor tasa de homicidios de mujeres solo detrás de África, República Dominicana ocupa a su vez el tercer lugar en cuanto a tasa anual de asesinatos en esta parte del planeta, siendo esta de 3.6 por cada 100 mil mujeres, solo por debajo de Honduras y el
Salvador que se caracterizan por una alta prevalencia de la violencia en sentido general.
A la Organización de las Naciones Unidas, ONU, le han preocupado debilidades de la ley dominicana dirigida a tipificar los feminicidios incluyendo una definición incompleta de los casos como «homicidios de mujeres cometidos por parejas o exparejas, mientras en los hechos las dominicanas han sido persistentemente privadas de la vida por «pretendientes, vecinos, padrastros, padres y otras personas».
Fue el caso en el año 2019, cuando los medios de prensa reportaron 89 feminicidios y la Procuraduría General de la República solo admitía 77. Se cuestiona que institucionalmente el país falle en conceptualizar crímenes jurídicamente reduciendo así su capacidad de combatirlos.
ALCOHOL Y MUERTE
Una organización de la sociedad civil latinoamericana aplicó años atrás un estudio a partir de lo siguiente: » «Uno de los tantos factores de riesgo del feminicidio que merecen ser analizados de forma particular es el consumo de alcohol y drogas en los agresores y su relación con los motivos por los cuales bajo los efectos de estas sustancias deciden arrebatarles la vida a mujeres.» (Cepaz)
Y en esencia se reconoce que la personalidad es lo que más determina el comportamiento en que incurren los individuos después de consumir alcohol y otras sustancias similares. Se duda que un hombre que no es violento por naturaleza se torne como tal bajo los efectos de narcóticos o si estos solo producen efectos en individuos con antecedentes de agresividad.
Computando casos y escuchando a otros especialistas de diferentes ramas, lo indagado por Cepaz condujo a la conclusión de que el solo consumo de alcohol y drogas no es determinante en las conductas violentas y se prefiere creer que: el estado neurológico del consumidor, su personalidad y el contexto social y cultural en el que se desarrolla la persona pueden ser a menudo propiciatorios de violencia.
No obstante una encuesta ENDESA sobre demografía y salud aplicada en el país condujo a establecer una relación evidente entre el consumo de alcohol y la violencia conyugal: mujeres que habían experimentado cualquier tipo de violencia por parte de sus parejas o exparejas y cuyos maridos se emborrachaban «a veces o con frecuencia» eran más víctimas de agresiones que aquellas de relación marital con abstemios.
La Organización Mundial de Salud prefiere entender que el abuso de alcohol por parte de los hombres es uno de los principales factores de riegos para que ocurra violencia en la pareja y, aunque no es la única causa, admite que puede ser el detonante para que ocurra.
EDUCACIÓN Y VIOLENCIA
No pocas investigaciones de conductas vinculan la agresividad que conduce a los feminicidios con lo que puedan aprender, o no aprender los hombres antes de tornarse de tal manera. En un contexto más amplio se ha afirmado: «La violencia y la falta de educación están relacionadas y ambas pueden tener consecuencias negativas en la salud y el aprendizaje de los niños y jóvenes». Por tanto, la educación es vista como una herramienta fundamental para prevenir la violencia de género.
Otro estudio en España -el país de Europa que más preocupa por el índice de violencia intrafamiliar- señaló en el 2021 a la falta de educación en adolescentes y jóvenes entre 15 y 19 años de edad como el factor que más influía en la violencia de género, seguido muy de cerca por los estereotipos de género que forman parte de la educación patriarcal; esa que deja huellas por doquier en República Dominicana.
La forma de utilizar la educación como recurso para alejar temprano a los individuos de la agresividad hacia los seres femeninos implica: enseñar a los niños y niñas a respetar a los demás sin importar su género. Promover la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Fortalecer la autoestima de los hijos y eliminar los prejuicios y estereotipos, escuchando y creyendo a las víctimas de los abusos etc
ATACAN A MENORES
La condición de minoría en edad no salva de feminicidios en República Dominicana. De los 58 casos registrados el año pasado casi el 16% correspondió a niñas y adolescentes la mayoría de ellos con un patrón de violación sexual previa. Un relato que trascendió mediáticamente bajo la firma de Kenny Cabrera y Nathalia Romero puso de relieve el caso en noviembre, en Villa Mella, de la quinceañera Verónica Crisóstomo Berroa.
«Salió de su casa sin saber que no regresaría. A la mañana siguiente, encontraron su cuerpo sin vida y con múltiples golpes, arrojado en unos matorrales». Feminicidio infantil.
«Este tipo de feminicidio, que no está tipificado en el Código Penal, no es más que otra forma de violencia feminicida ejercida sobre los niños, niñas y adolescentes producto de la violencia machista», dijo entonces a otro diario Ana Andrea Villa Camaño, directora del Departamento del Ministerio Público orientado a la violencia de género. En la misma forma en que Verónica fue asesinada, otras ocho niñas fueron victimadas en el período a causa de un sistema que no logró protegerlos.
Se ha hecho la siguiente observación: A pesar de que el feminicidio está tipificado en el proyecto de ley para un nuevo Código Penal como un delito separado dentro de los atentados contra el derecho a la vida, su tratamiento jurídico aparenta ser insuficiente para abordar la violencia de género de manera integral.
A propósito, en su momento el Ministerio de la Mujer criticó que en el proyecto se incluyera un párrafo que extiende la «condición de víctimas a hombres» en las mismas circunstancias. Otro daño por extensión a menores puso de relieve el año pasado Yanira Fondeur, presidenta de la Fundación Vida sin violencia: en todo un año se contabilizaron 64 feminicidios a nivel nacional que dejaron a 46 niños huérfanos.