El gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, se ha ha mantenido en la gobernación del Banco Central en tres veces en que ha habido cambio de presidente: en 1996 (de Joaquín Balaguer a Leonel Fernández), en 2012 (de Leonel a Danilo Medina) y en 2016 a 2020 (de Danilo Medina a Luis Abinader).
En ninguno de los casos se le oyó decir de forma categórica, antes de la toma de posición del nuevo presidente (blindado en la autonomía del banco central, que él no renunciaría si se lo pidiera el nuevo jefe de Estado, como lo ha hecho el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.
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Y no es que el gobernador Valdez Albizu haya dado muestras de flaquezas en el ejercicio de la autonomía del BC, sino que ha ejercido la autoridad con prudencia, conocedor de que se trata de una autonomía relativa, porque al final, entre el manejo fiscal y el monetario hay una interdependencia que obliga a la colaboración entre ambos.
Y eso también obliga a que no seamos tan categóricos. Quizás en vez de la afirmación de que no renunciaría al cargo si se lo permitiera el nuevo presidente, debió dar una respuesta con matices, como hubiera sido la de que su interés es seguir trabajando con el nuevo presidente para que la economía de Estados Unidos coseche los buenos frutos que da la colaboración entre la política fiscal y la monetaria.
En el caso de Valdez Albizu, si bien es cierto que ha sido exitoso en lograr una buena colaboración en el manejo de la política economía entre la autoridad fiscal y la autoridad monetaria, también lo es que en diferentes gobiernos a los que ha servido se han producido entuertos fiscales que él ha tenido que subsanar a través de su diestro manejo de los instrumentos de política monetaria.
Y ha actuado así en el entendido de que de nada sirve atrincherarse en la autonomía del BC en un ejercicio de espaldas a la autoridad fiscal, renunciando a la clave del éxito en el manejo de una política económica que conduzca al crecimiento económico con relativa estabilidad de precios, que es la coordinación. Obviamente, tampoco es prudente que, amparado en la fuerza del voto popular, un presidente prefiera invadir la autonomía de la autoridad monetaria, en vez de buscar el entendimiento.
En todo caso, si alguien debe cesar en sus funciones en el caso de que la colaboración entre la autoridad fiscal y la autoridad monetaria se torne inalcanzable, sería la autoridad monetaria, cuyo asiento no tiene el sustento del voto popular.