La deserción escolar es un término común utilizado en Latinoamérica para referirse al abandono de la escuela o dropout en inglés. Se trata de aquella situación en la que el alumno después de un proceso acumulativo de separación o retiro, finalmente, comienza a alejarse de los estudios antes de la edad establecida por el sistema educativo sin obtener un certificado o haber terminado el ciclo académico. Es decir, es el abandono del sistema educativo por parte de los alumnos, provocado por una combinación de factores que se generan, tanto en la escuela como en contextos de tipo social, familiar e individual.
De acuerdo con recientes estudios de la UNICEF (2012) y el Banco Interamericano de Desarrollo (2012) uno de cada dos adolescentes logra completar la secundaria. Según la Unicef hay 117 millones de niños y jóvenes en América Latina, de estos 22.1 millones se encuentran fuera del sistema educativo o están en riesgo de hacerlo. Este dato sólo incluye a los estudiantes entre 5 a 14 años (educación básica). De acuerdo con el BID la tasa de culminación de secundaria completa (12 años), es cercana al 40% entre los jóvenes de 20 a 24 años. Lo que implica que 50 millones de jóvenes de la región no logran culminar la secundaria completa.
La realidad es que la deserción escolar es un fenómeno presente tanto en los sistemas educativos de países poco industrializados, como en vías de desarrollo, y en el caso de los países industrializados (OECD) las estadísticas de abandono escolar se concentran en los estudios terciarios, es decir post secundarios. En Latinoamérica las estadísticas más alarmantes de deserción escolar se concentran en la educación media, tanto en la secundaria básica, como en la secundaria superior o bachillerato.
Como psicóloga, a pesar de ser ecléctica frente a las diferentes corrientes de la psicología en mis intervenciones, sí creo firmemente en analizar las causas del fracaso en cuestión y buscar las mejores soluciones posibles. En ocasiones el fracaso escolar no se debe solo al niño, sino a la escuela, a la poca calidad de la educación, a la formación del profesorado, al número de alumnos por aula, y /o a la dedicación, motivación e interés de los mismos padres para llevar a su hijos o velar por que asistan. No debemos olvidar, que la capacidad y rendimiento del alumno no vienen determinados por su nivel intelectual, sino también por otras circunstancias como el medio cultural, la salud, la personalidad y me atrevo a decir, que a la falta de conciencia familiar frente a la importancia de una educación académica.
Sin duda alguna, la deserción escolar ha obligado a los gobiernos a invertir más recursos en las escuelas, a través de novedosos planes de educación, para que los estudiantes que desertan, regresen a las aulas.
Un ejemplo de esto es que al asumir la República Dominicana “Los Objetivos del Milenio”, el sector Educación se propuso la meta de asegurar que, a partir del año 2015, la población en edad de 15 años haya completado una educación básica de calidad en nueve años. Y esto solo se podría lograr, haciendo disímiles jornadas de campaña de concienciación, y optando por implementar estrictamente disposiciones legales para los padres de aquellos niños que abandonen sus estudios.