Es de los artistas que le da al arte la responsabilidad del trabajo, y cuando uno lo encuentra por la vida con su invariable sonrisa habla de lo que está haciendo con gusto y satisfacción.
Recibió una excelente formación en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo, y se implicó por más de dos décadas recibiendo y animando talleres de grabado, dibujo y cerámica, con la pasión de quien le gusta transmitir lo que sabe porque es un artista que maneja tanto el duende como la didáctica del arte para aportar educación y conocimiento. Por años fue reconocido profesor de la Escuela de Arte y Diseño de Altos de Chavón, La Romana, donde es muy respetado y admirado por su dedicación y conducta profesional y su pasión por la enseñanza.
En la reciente exposición colectiva en la Galería Nacional del Palacio de Bellas Artes, con otros consagrados artistas dominicanos, confirma su maestría con el barro. Es un ceramista especial, que más allá de manipular, triturar y amasar la arcilla, sabe acariciarla para sacarle toda su plasticidad en la búsqueda de esa forma, de ese movimiento que entre sus manos se convierte en obra. Taveras tiene una actitud muy abierta con la diversidad de los lenguajes visuales, sabe sacar el nervio del arte todas sus dimensiones.
Con una pieza de barro invita a un percusionista para improvisar el sonido rítmico entre el lleno y el vacío que sale del golpe en la tierra cocida y suena con eco desde el interior del objeto, como lo hacen desde hace siglos los árabes del Sur de Marruecos, en sus tambores “derbukas”, cuyo cuerpo es de barro pintado y los cueros de piel de peces, para que el sonido sea una percusión aguda, ligera y rápida. A todo esto, se integra la danza afrocaribeña y oriental, con improvisaciones rítmicas y corporales.
Ezequiel Taveras sabe integrar la diversidad de los lenguajes artísticos, si lo dejamos en cerámica en Santo Domingo, lo encontramos también, en dibujo, pintura, y grabado en su taller de El Barrio en New York, dos días después de haber dado con él por la magia del azar, cuando la semana pasada navegamos en el ferry que nos lleva a Staten Island, disfrutando de la Estatua de la Libertad, un excelente obsequio de Francia, me detengo al tener la alegría de encontrar al artista, quien estaba sentado con la paz que le caracteriza, con un cuadernillo de dibujo en la mano y un carboncillo, esbozando ideas visuales y gráficas, quien se quedaba en la isla a impartir clases. De ese encuentro inesperado nace la visita al taller de El Barrio, en el eastside del Alto Manhattan, donde pudimos compartir un espacio de su vida en New York.
…“Vine aquí a trabajar mi obra, después de varios años de haber sido invitado a Estados Unidos como artista, pero también, como conductor de talleres, tanto de grabado como de escultura, sobre todo, en Puerto Rico, donde estuve por muchos años, y con la suerte de que un galerista le dio continuidad a mi obra. No he emigrado, no he dejado la isla, las circunstancias de mi trabajo me tienen residiendo y enseñando aquí…De hecho, cuando nos encontramos en el barco , iba a dar unas clases a jóvenes de Staten Island…La enseñanza es fabulosa para mí son un grupo de adolescentes de todas las nacionalidades latinas, pero también asiáticas, y uno aprende mucho con el trato e intercambio de culturas”…
En su taller se desprende una paz y un orden que se evidencia en su personalidad y en su obra, tiene una armonía con su espacio de creatividad que transfiere bienestar y mucha paz.
Observamos la serie de esculturas en homenaje a San Sebastián, cuyo corazón flechado es el eje de la muestra, una serie que impone la masa del órgano de vida, finamente esmaltado y esculpido con unos movimientos y surcos que llaman al sentimiento del calvario del mártir. Estas piezas cocidas señalan en cada una de ellas el sentimiento de la vida, el sufrimiento y la muerte con un discurso visual entre lo figurado y lo sentido. Impresiona ver en cada corazón el latir de un sentimiento.
El artista expresa que esa muestra fue para él un proceso con él mismo, (valga la redundancia), y que no se le hace fácil salir de su implicación y casi fusión con San Sebastián, cuyo símbolo religioso y humano implica muchas emociones….” Ahora, necesito volver a la pintura, y estoy en un proceso de investigación y de búsqueda, porque para mí los diferentes medios artísticos corresponden a etapas diversas que uno va encontrando, en mi caso específico es algo que me da libertad, mucha libertad…Me encanta llevar procesos donde pueda alternar la pintura, la cerámica y el dibujo y como sabes con una pasión muy especial por el grabado”….
Luego, nos presenta diferentes trabajos con los que participa en colectivas en Puerto Rico, América Latina y Asia.
Este último año creó varias carpetas en homenaje a esa gran mujer y poeta Julia de Burgos, figura puertorriqueña venerada por todos los artistas boricuas y por los artistas hispanos de New York, con talleres en El Barrio, y también de muchas partes del mundo.
Después de varias exposiciones en la Galería de Arte de Hunter College, en 2010 con la serie Las Meninas, y luego con la serie de los corazones de San Sebastián en 2013, Ezequiel Taveras va marcando sus pasos en la ciudad de New York ,donde es invitado por períodos largos para dirigir talleres y exponer sus conocimientos técnicos y visuales con la consistencia de su diversidad ejecutoria, tanto en la cerámica, como en la pintura y en el grabado.
Cual sea el recurso técnico que utilice, la obra de Taveras es única por el equilibrio que mantiene en su búsqueda humanística a través del arte, cuando conjuga la dialéctica del objeto creado con el discurso visual traído del balance de la espiritualidad con la metáfora. Es un artista que lleva años analizando la espiritualidad de las escrituras sagradas en la diversidad confesional del mundo. En esas escrituras encuentra los enigmas y los planteamientos espirituales que llevados a la obra artística son mensajes de sabiduría y de paz.
Compartiendo y conversando con Taveras en su taller de Nueva York, nos expresa que sigue su relación permanente con la isla a la que viaja a menudo, manteniendo sus proyectos individuales y colectivos, fiel a sus espacios de intervención como la Escuela de Arte y Diseño de Chavón, y la Escuela Nacional de Bellas Artes. De hecho, en el taller neoyorquino, el artista expone bajo su curaduría a los artistas jóvenes “chavoneros” radicados en Nueva York. Durante nuestra visita, EzequielTaveras respondió a estudiantes de arte dominicano egresados de la Escuela de Chavón que llegaron becados por dicha institución a la Parson´s School de Nueva York.
Sabemos que Ezequiel Taveras a través de su constancia y dedicación llevará en alto el arte contemporáneo dominicano a nivel internacional, y que esta etapa neoyorquina será un empuje fundamental a su ya consagrada calidad artística.