Puede existir seguridad ciudadana cuando nos desborda, nos arropa e intranquiliza la violencia estructural? ¿Se habían preguntado que el mismo Estado que debe garantizar la vida, la libertad y el patrimonio de la ciudadanía (principios fundamentales de la seguridad ciudadana), es el propagador fundamental de sus constantes vulneraciones?
¿Por qué raras veces los hechos que vulneran la seguridad ciudadana no son relatados, contados, enfocados, dirimidos, en los medios desde la óptica estructural? La respuesta radica en que históricamente la labor periodística se ha realizado desde tres falsos supuestos: 1) Falsa realidad 2) Falsa imparcialidad 3) Falsa objetividad.
El discurso mediático construye falsas realidades apoyándose en los estereotipos que atrofian el imaginario colectivo con simbologías que si bien son simples han construido a los grupos subordinados a gusto de los grupos de poder. Y, en el caso de la seguridad ciudadana se ha construido el siguiente estigma: son estos grupos subordinados los causantes de las vulneraciones de la seguridad ciudadana.
¿Acaso se han publicado informaciones de manera reiterada en la cual se señale que la juventud que delinque es aquella a la que se le ha negado oportunidades básicas o que es fruto de un sistema educativo que ha dado la espalda a los valores humanísticos fundamentales?… Si cada día se publicaran estas historias, o al menos, en los contextos informativos fueran colocados los informes que demuestran esta situación, el efecto narcotizante de los medios iría a favor de quienes están estereotipados como delincuentes, y no de las estructuras de poder que los construyen.
El segundo falso supuesto del discurso mediático es que se jacta de tener como principio fundamental la imparcialidad, pero realmente opera desde una falsa imparcialidad. Si se parte de que la realidad construida por los medios solo mira a los grupos de poder y sus necesidades, y al enfocar a los subordinados lo hace con los anteojos del patriarcado, la imparcialidad que se exhibe es carente de equidad en cuanto a escogencia de los temas que deben ser fundamentales para la agenda pública; si la realidad es protagonizada solo por hombres de poder, el discurso mediático, por ende, no es parcial en la presentación de opiniones. Al concentrarse en los grupos hegemónicos, no se incluyen visiones contradictorias sobre un tema de agenda pública y sobre todo, excluye el pensamiento de grupos subordinados.
En el caso de la seguridad ciudadana, ¿es imparcial presentar las inseguridades públicas geolocalizadas en el “dowtown” dominicano? ¿Es imparcial una agenda de seguridad ciudadana que solo enfoque las inseguridades de la esfera pública y solo trate las inseguridades privadas cuando quienes la padecen engrosan las cifras de feminicidios e infanticidios? ¿Cómo puede ser imparcial una agenda mediática que solo enfoque con sus cámaras las pruebas de ADN de un cadáver y no se pregunte en la cadena de prevención y alertas que debe asumir el Estado ante el tráfico de órganos?
Se trata de un discurso que promueve una falsa objetividad, pues si bien este principio ha entrado en tela de juicio desde hace tiempo, la falta y falsa objetividad se evidencia cuando se descubre que el tema, reitero, de los fondos que se dedican a la seguridad y a la prevención de las violencias, está obviado, excluido o des-construido.
La falsa realidad, la falsa imparcialidad y la falsa objetividad, construyen falsas identidades de los grupos subordinados en la República Dominicana y mantienen a estos en imaginarios estacionarios en los que prevalece la privación de derechos fundamentales y, por ende, la negación de la incorporación de los temas de agenda pública vitales como lo es la seguridad ciudadana, que posibilitarían la plena incorporación de estos.
¿Cómo opera esta triada? ¿Cómo, entonces, se ha construido una falsa realidad de la seguridad ciudadana a partir de los colectivos vulnerados?
• Las mujeres. Los medios informativos las re-victimizan en los casos de violencia de género, y magnifican su presencia cuando protagonizan actos en los que se vulnera la seguridad.
• La juventud. Vinculada directamente con las violencias y la vulnerabilidad de la seguridad, se les estereotipa como “los nuevos bárbaros”. Destino: ¿Morir en supuestos intercambios de disparos si pertenecen a esferas sociales consideradas propulsoras de la inseguridad?
• Grupos de preferencias sexuales no heterosexuales. Estos grupos están vetados. Se les sindica como los causantes de la “inseguridad moral”.
• Las personas migrantes haitianas. Las relaciones domínico-haitianas están marcadas por la contienda y la diferenciación racial, son relaciones que en los grandes medios “intranquilizan”.
• La afrodescendencia. Nuestras raíces solo aparecen en los medios como artículo de colección. Y, también vulnera la “seguridad moral”.
En el contexto digital. Si bien el mundo off-line ya se encuentra marcado por una construcción falsa, el ecosistema digital no está libre de estas. Recordemos las reflexiones del profesor Tejo, Delarbe (2008): “Las avanzadas tecnologías- propician la duplicación de la disfunción narcotizante de los medios y cada vez más sus mensajes se dirigen a “una ciudadanía pasiva”, consumidora de información sin compromiso de acción”.
El consumo y la producción de información en los nuevos – y ya no tan nuevos- medios del siglo XXI se hace bajo una supuesta democratización, que también es falsa, puesto que se ha fundamentado en dotar de seductoras herramientas y dejar a la libre el conocimiento sobre sus usos e impactos.
Nuevos medios en los que se incuba el egocentrismo digital en el cual vale más ofrecer una información irreal que promover acciones que contribuyan a desmontar, desaprender o des-construir los mecanismos que vulneran la seguridad ciudadana. Y es que estos medios constituyen verdaderos centros de control y vigilancia, desde los cuales puede resultar más fácil intranquilizar o dictaminar supuestas reglas de prevención y protección.