Falta de asistencia lleva a enfermos mentales a la violencia o a inanición

Falta de asistencia lleva a enfermos mentales a la violencia o a inanición

El tratamiento tardío, inadecuado, incompleto o inexistente agudiza las enfermedades mentales, el daño cerebral que inhibe las habilidades para la convivencia familiar, social y laboral. Desborda los síntomas, el enfermo se torna violento o en un ser inanimado, despojado de la dignidad y sus derechos.

Atados con cadenas, encerrados como fieras enjauladas, permanecen en el país hombres y mujeres con patologías mentales desatendidas. Otros viven errantes, duermen a la intemperie, escarban en zafacones. Vejados, maltratados, víctimas de unas de las peores formas de exclusión que no deben seguir condenados a una vida denigrante, improductiva.

Son imágenes cotidianas que no provocan indignación en una sociedad prejuiciada, erradamente convencida de que en esos casos de enfermedad mental grave no hay nada que hacer. Y no es así.

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Pueden rehabilitarse

Esos llamados “locos”, “desequilibrados”, en su mayoría pueden recuperar las habilidades cognitivas perdidas, hasta los niveles requeridos para una convivencia armoniosa en el hogar, su inserción social y laboral, afirma el doctor José Mieses Michel, psiquiatra, presidente fundador de la Fundación en Apoyo a las Personas con Enfermedad Mental (Fundapem).

Esa imagen de la persona con enfermedad mental grave, asumida por gran parte de la sociedad es reforzada por el sistema de salud dominicano, concentrado en el control o disminución de los síntomas agudos, sin prestar atención al deterioro del funcionamiento social, a la discapacidad psiquiátrica que provoca la enfermedad.

Se envía el mensaje de que basta con mantener al paciente tranquilo, controlado, que no hay nada que hacer. Y no es así.

La mayoría puede recobrar la salud mental, los derechos, la dignidad ultrajada, el bienestar perdido, asegura Mieses Michel, en entrevista, folletos y otros documentos de su autoría. Una posibilidad avalada por estudios epidemiológicos y los resultados en la rehabilitación en otros países. Lo ha demostrado Fundapem con enfermos recuperados, entre ellos varios integrados a esa entidad y otros que hallaron encadenados, a oscuras, semidesnudos.

Esquizofrenia, afección bipolar, depresión refractaria profunda, trastornos obsesivos compulsivos y algunas alteraciones de la personalidad grave afectan las áreas del cerebro que dirigen los procesos de la cognición, las emociones, la percepción y comportamiento, en detrimento de las habilidades sociales y laborales, e inhibe el desarrollo de otras, dice Mieses Michel, exdirector del Departamento de Salud Mental, del Ministerio de Salud Pública.

Son enfermedades de larga evolución -indica- que eran llamadas crónicas, pero ahora preferimos llamar graves, puesto que el metamensaje de crónicas es como que ya no hay nada que hacer. Y no es así.

La magnitud del problema, la dramática situación de esos pacientes y sus familias reclama intervención de Salud Pública, más aún a raíz de la pandemia con el aumento la ansiedad, depresión y otras que si no se atienden empeoran, hacen crisis, llevan una vida denigrante. Ese modo de vida alienado, de total incomunicación y ruptura social es asumido como su manera natural de vida. Sólo cuando cae en crisis y desafiante se niega a tomar los medicamentos o le da por deambular es que buscan ayuda psiquiátrica.

Atención temprana

El tratamiento temprano facilita un buen pronóstico, dice el psiquiatra. El quid del asunto es que la discapacidad psicosocial es excluida en el sistema de salud mental. Su enfoque es biomédico, limitado al diagnóstico y tratamiento farmacológico, aplican antipsicóticos que solo controlan los síntomas, no curan la enfermedad. Pero ni al medicamento muchos tienen acceso.

Entre quienes siguen el tratamiento -explica-, un grupo mejora, controla sus síntomas y puede llevar una vida más o menos normal, pero a otro gran grupo no le basta el fármaco, porque se fue agravando, necesitan otro tipo de intervención, están urgidos de la rehabilitación psicosocial.

Cuando los fármacos se acompañan de intervenciones psicológicas y rehabilitación psicosocial se genera un notable desarrollo de las habilidades para socializar. En cambio, si no se atienden, como generalmente ocurre, van cayendo en un estado de inanición o tienen reacciones violentas, vociferan, se agitan.

Se agravan más si enfrentan un ambiente social adverso, marcado por los prejuicios.

La discapacidad psicosocial puede alcanzar distintos niveles de gravedad, de acuerdo con múltiples variables que interactúan entre sí, indica el psiquiatra. Entre estas: La manifestación específica con la que cada individuo reacciona ante la enfermedad; el tiempo transcurrido entre los primeros síntomas e inicio del tratamiento, el abordaje terapéutico y apoyo familiar y comunitario.

Inserción social

  1. Es necesario abordar la enfermedad mental hacia la inserción social de las personas con discapacidad psicosocial como principal meta del tratamiento. Con el accionar del Club Psicosocial de Los Mina, Fundapem ha demostrado que el primer paso en el proceso de rehabilitación psicosocial puede darse con un cambio de actitud, empleando los recursos humanos y económicos disponibles del Servicio Nacional de Salud (SNS).
  2. Insta a los familiares de enfermos menta- les a agruparse en asociaciones para que con la fuerza de la unión organizada propicien el desarrollo de estos clubes, y desde ellos, demandar el apoyo de las autoridades.
  3. Sensibilizar a los especialistas y paramédicos del SNS que atienden estas enfermedades sobre la necesidad de adoptar el nuevo paradigma de atención a la salud mental que imponen los nuevos tiempos y la legislación vigente y, sobre todo, que asuman el imperativo ético de devolverles la dignidad a las personas en estado de deterioro psicosocial asociado a las patologías mentales graves.
  4. Sembrar la esperanza y la confianza en la posibilidad de recuperación.