Como herencia de la proclamación de la Independencia de 1844, el panorama mediático y periodístico de las dos primeras décadas del siglo XX bailaba la danza de los intereses políticos e ideológicos. De hecho, la publicación que en 1960 hace el Archivo General de la Nación, titulada Antología Dominicana, detalla que en 1920 circulaban 41 medios impresos en el país, entre estos: siete periódicos, tres semanarios y 33 revistas ilustradas.
Con suerte, el ciclo de vida de estos medios superaba el lustro, y entre sus directivos se observa a ilustres intelectuales y políticos de la época –José Ramón López (Pluma y Espada); Américo Lugo (Patria); Lorenzo Despradel (El Siglo); Conrado Sánchez y Enríque Apolinar Henríquez (La Nación)-, quienes debieron adaptarse a las restricciones del ejército intervencionista sobre el qué informar para lograr la permanencia de las circulaciones.
También, comienzan a instalar sus editoras quienes se convierten en un aproximado representativo de los «press barons» (varones de la prensa, como los cataloga la académica Ana López Arroyo) que impulsan al periodismo industrial, sustentantes de la «gran prensa» que hoy languidece ante el descalabro de sus pilares: grupos económicos hegemónicos y de poder político difusos, agotamiento del discurso de la estructura piramidal, la aparición de inesperadas agendas que convergen con las del poder fáctico y un nuevo espacio público: el digital.
Le invitamos a leer: Presidente Abinader entrega la Medalla al Mérito de la Mujer Dominicana 2022
Como en toda Iberoamérica, llegan a la República Dominicana los «aires sufragistas» que, entre todas sus reformas, impulsan publicaciones periodísticas (mayormente revistas ilustradas) con una línea editorial aparentemente sublime y frívola, pero que logran la disrupción de la ortodoxa patriarcal en el periodismo de los «press barons»; y, cada vez que hojeó a la revista Fémina (1922-1939), así como las publicaciones coetáneas, percato esos signos distintivos de la génesis genealógica del «periodismo feminista»…
De estas páginas, emergen cual aplausos de mariposas, los sujetos polivalentes y una amalgama inconmensurable de géneros periodísticos híbridos que colocan a las periodistas (este rol lo asumen las maestras normales, médicas, escritoras, poetas, sociólogas y amas de casa) en el centro del discurso, en la construcción de agencias propias. Así, estando ellas vetadas en el espacio público, sin aparente voz y sin voto, se hacen presentes ante las causas de derechos para la igualdad.
Narración y argumentación, resguardadas de ciertas frivolidades del «discurso de lo femenino» heredado del Emilio rousseauniano (habían páginas dedicadas a las cartillas, los patrones de moda, las poesías, las crónicas de sociedad, los recetarios), convierten a nuestras pioneras del periodismo en las disruptoras de los cánones androcentristas. Así, en 1927, la fundadora de la revista Fémina -Medalla Póstuma al Mérito de la Mujer 2022- Petronila Angélica Gómez Brea, responde a la editora de la revista Magazine Internacional de la Mujer, Elizabeth Murray: « (…) Con curiosidad femenina preguntamos por ella, de donde salió al punto una dulce voz que interrogó: ¿Quién es? ¿Qué desea? I contestamos: feministas, periodistas».