En República Dominicana, en pleno siglo XXI, la forma y contenidos de las campañas políticas que diseñan y ejecutan los estrategas de las organizaciones políticas, con el propósito deliberado de persuadir a los electores para que elijan a sus respectivos candidatos como regidores, síndicos, diputados, senadores, presidentes y vicepresidentes, son similares a los que emplean en los festivales de sonrisas, abrazos, besos y de malas actuaciones. Definitivamente, los mensajes visuales y verbales que sustenta las narrativas de los aspirantes a cargos electivos carecen de credibilidad y no son sostenibles en el corto y mediano plazo.
Como se sabe, desde diciembre de 2023 al 18 de febrero de 2024, la Junta Central Electoral dejó abierta la campaña para las pasadas elecciones municipales, mientras que para las presidenciales y congresuales se dispuso el período comprendido entre el 8 de marzo al 19 de mayo de 2024. Es decir, de manera formal, República Dominicana lleva casi seis meses en campaña política, para elegir a regidores, alcaldes, diputados, senadores, así como al presidente y vicepresidenta. Durante todo este tiempo, las organizaciones políticas han colocado las imágenes de sus respectivos candidatos, en los 48,422 kilómetros cuadrados de RD.
En estas elecciones es notorio, a diferencia de otras de años pasados, como se ha incrementado la cantidad de ciudadanos que aspiran a ocupar un determinado cargo electivo. ¿Por qué tantos dominicanos hoy quieren ser regidores, alcaldes, diputados, senadores, presidentes y vicepresidentas de la República Dominicana? ¿Qué visión tienen de la política? ¿Sabrán ellos que la política es un medio para construir el bien común? ¿Serás que quieren ir a la Administración Pública, para buscar movilidad socioeconómica? Hay que recordarles a los que aspiran a una posición electiva, que a la Administración Pública se va a servir, no a robarse los recursos públicos.
Parece que muchos de los que han sido electos como regidores y alcaldes, así como los que serán elegidos, el próximo 19 de mayo de 2024, como diputados, senadores, presidente y vicepresidenta, conciben las elecciones como si fuesen festivales, en los que ganan quienes muestren la mejor y más grande sonrisa, quienes ofrezcan los besos y abrazos más eufóricos y llamativos. Detrás de los mensajes no verbales de las narrativas visuales que construyen y visibilizan los candidatos a puestos electivos de las organizaciones públicas, se ocultan mentiras y promesas que nunca cumplirán. La vocación de servicio se ejerce siempre, en todo momento, lugar y circunstancia, no en una fotografía sonriendo, abrazando, besando y fingiendo actuación.
Como nunca antes, en estas elecciones, los partidos políticos habían agredido tanto los espacios públicos y hasta los privados, colocando tanta y tan mala publicidad exterior. Por lo general, esta irracional actividad es posible llevarla a cabo gracias a los millones de pesos que les entrega la Junta Central Electoral, los cuales provienen de los impuestos que pagan los ciudadanos. Es irritante la cantidad y tipos de vallas publicitarias que usan los candidatos para mostrar a los electores sus falsas sonrisas y poses. Por ejemplo: vallas monopostes, bipostes, poliédricas, móviles, digitales, entre otros medios masivos.
Alguien con autoridad y competencias, tendrá algún día que decirles a los líderes de los partidos políticos, que las necesidades y expectativas de los ciudadanos que integran el mercado electoral dominicano ya cambiaron. Segmentos importantes de los electores de hoy no votan por los candidatos que más visibilizan su imagen personal, ni por los que más ruido visual y sonoro realicen. En definitiva, los ciudadanos votan por los candidatos de los partidos que sean éticos, transparentes, creíbles, sinceros, empáticos y defensores de los recursos públicos. Con falsas sonrisas públicas, abrazos fingidos y besos mal actuados, es muy difícil lograr el voto de aquellos electores que poseen pensamiento crítico.
La batalla entre los partidos políticos y sus candidatos, con respecto a adueñarse de los espacios públicos y privados para colocar sus respectivas fotografías truqueadas, al margen de los criterios técnico y profesionales existentes para tales fines, sin duda, ha sido intensa, costosa y molestosa. Las calles, avenidas, autopistas, las entradas y salidas de los municipios y provincias de los 48,422 kilómetros cuadrados de la República Dominicana están teñidos de afiches, vallas y banderolas con horribles imágenes visuales de candidatos que ni siquiera saben sonreírles a los electores cautivos y potenciales. ¿Cuál será la percepción que se forman de la República Dominicana los turistas de los países desarrollados que nos visitan en tiempos de campañas electorales?