Fideicomiso, estatización y privatización. El Consejo Económico y Social, CES, convocó a una consulta pública para que los interesados presenten “propuestas y recomendaciones” que sirvan para una mejor y más completa articulación del Fideicomiso de la Gestión de la Central Termoeléctrica de Punta Catalina.
Punta Catalina pudo haber tenido poca oportunidad de existir si el CES del antiguo régimen hubiese consagrado, dentro del Pacto Eléctrico, la impertinencia de construir, como pecaminosa sorpresa, una planta de carbón estatal, nunca incluida en Plan de Gobierno alguno y que ni siquiera la mencionó en su campaña Danilo, su progenitor. Al contrario, él siempre predicó que la nueva generación sería de propiedad privada.
Descartando cualquier estado de amnesia colectiva, debe recordarse que en los fundamentos del llamado proceso de capitalización de la empresa pública se consagró que la generación y la distribución eléctrica serían de propiedad totalmente privada o con participación accionaria mixta, sin retornar al pasado, ya superado, 100 % estatal. A diferencia de la generación y la distribución, la naturaleza de la Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (ETED) sería “estrictamente estatal”.
Siguiendo esas pautas, en el cuatrienio 2000-2004 se realizó una certera y auspiciosa licitación para comprar electricidad que fue adjudicada a AES. Ese concurso supuso una histórica renovación cualitativa pues se inició la generación eléctrica con gas natural, considerado por los entendidos como el “combustible de la transición” hacia la fase de “energía limpia”.
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En el periodo 2004-2012 no se aumentó significativamente la generación eléctrica térmica. Se convocaron licitaciones, pero esos contratos no pudieron ser implementados ni siquiera por importantes grupos financieros a nivel mundial pues Leonel y sus colaboradores los rechazaron. Luego, durante la transición, después de las elecciones del 2012 Danilo viajó a Brasil y desde allá, insólitamente, anunció sus tratativas para construir una planta de carbón de 600MW, con propiedad 100% estatal, la única de esa naturaleza, posterior al proceso de capitalización de las empresas públicas. Esa fatídica planta tuvo para Danilo, como consecuencia no buscada, malograr su intento de perpetuarse en el poder.
Irónicamente algunos críticos del fideicomiso de Punta Catalina no condenan la pecaminosa estatización de la generación eléctrica, con la inversión más costosa de toda la historia. Al revés, pretenden endilgar a Luis Abinader un supuesto interés de querer privatizar a Punta Catalina a contrapelo de que él ha empeñado su palabra en asegurar que Punta Catalina continuará siendo 100% estatal. Tales críticos pretenden condenar al Presidente Abinader sólo por sospecha de algo que él no ha materializado y que se compromete a no hacerlo.
Además, si de privatización se trata, quien quiso escurrir el bulto respecto a las falencias de la estatal Punta Catalina fue Danilo, quien otorgó, en diciembre del 2018, un jugoso contrato a Guggenheim Securities para vender el 50% de Punta Catalina. Un año y medio después se anunció que esa venta había sido un intento fallido y el contrato de intermediación con Guggenheim quedó sin efecto. No se transparentaron las causas que le impidieron a Danilo vender a Punta Catalina, tal como él había decidido.
Nuestro artículo de enero 18, 2019 titulado: “Guggenheim ya asesoró vender una planta de 644 MW por US$900 Millones” concluyó diciendo “Evidentemente Catalina fue una mala compra. Será difícil poder hacer una buena venta”. Ahora rematamos glosando a Bosch: Luis Abinader no tiene vela en el entierro que implica privatizar a Punta Catalina, ni chiquita ni grande, ni prendida ni apagada.