Por Francisco Franco
La democracia y la participación en las decisiones y políticas públicas no se agota en las votaciones. Tampoco en los partidos, agrupaciones y movimientos políticos. Muy por el contrario, y si bien esas son las formas clásicas y directas, otras herramientas dan voz a las personas para encausar la correcta gobernanza, haciendo parte a los ciudadanos de los debates y la deliberación de lo colectivo. Algunas están positivizadas, como el Consejo Económico y Social – art. 241 constitucional -, o el Comité Nacional de Salarios, que incluye y consulta a trabajadores y empleadores. Pero concomitantemente con las anteriores y sin que sea necesaria la voluntad estatal, personas y grupos, de manera espontánea y en ejercicio de la libre asociación, pueden también asumir el desafío y la responsabilidad de promover transformaciones, defender derechos y garantías, y al mismo tiempo fomentar medidas generales necesarias.
Este tipo de participación, enmarcada en la libertad asociativa encuentra su sustento tanto en el (i) «hecho del pluralismo», que explicado por Waldron y Rawls debe ser entendido como la realidad de que las sociedades se conforman por personas y grupos con distintas perspectivas pero aún así interdependientes, con intereses comunes y también opuestos, que comprenden que las decisiones institucionales vienen justamente del intercambio de posiciones en torno a lo colectivo; y también, (ii) en la teoría o ideal deliberativo de la democracia, que según los argentinos Nino y Gargarella, explica que la democracia constituye un ideal normativo y no meramente un sistema representativo, y que por tanto, a través de la discusión pública organizada, y siguiendo un «duty of civility» requiere intercambios informados de ideas, diálogo que se proyecte en decisiones emanadas del seno de la sociedad.
Puede leer: Desafíos éticos del periodista en la Era Digital
Dentro de estas manifestaciones colectivas los «think tanks» son probablemente las de más reciente y elevada evolución de conciencia e incidencia deliberativa en aras de promover reformas en el ejercicio gubernamental. En castellano textualmente son «laboratorios de ideas» «tanques de pensamiento» o lo que es lo mismo, institutos o grupos técnicos organizados para mejorar la toma de decisiones estratégicas y proporcionar información, conocimiento y asesoramiento. Y dentro de los think thanks dominicanos sin dudas que la FINJUS tiene un lugar de preeminencia.
Prueba de ello es el último informe de «The Think tanks and Civil Societes Program» (TTCSP) del Lauder Institute de la Universidad de Pennsylvania. Usualmente referido como el «think tank» de los think tanks, desde 1989 el TTCSP – y su equipo técnico – clasifican y evalúan mundialmente los centros de investigación y pensamiento, compartiendo desde el 2006 un «Índice Global de Think Tanks», para identificar y reconocer centros de excelencia en todas las regiones del mundo. Entre un número de 1023 think tanks de Latinoamérica FINJUS se encuentra hoy en la posición 81. Pero si bien las estadísticas son importantes y permiten en frío vislumbrar con meridiana claridad la trascendencia de FINJUS – mucho más proveniendo de un ente equidistante y objetivo – la realidad es que el lugar que ocupa este think tank en el sistema democrático solo puede ser observado justamente desde la evidencia de sus propuestas y estudios, así como de su transversal incidencia en la madurez de nuestra democracia.
Abordando – desde una perspectiva técnica – temas que van desde la seguridad ciudadana, lucha por la transparencia, situación de la justicia, situación fronteriza, clima de negocios, correcto manejo de fondos públcios, criminología e identificación de delitos especiales, la sobrepoblación carcelaria, seguridad social, y muchos más. Pero al mismo tiempo presentando propuestas en torno a proyectos legislativos en asuntos tan diversos como el Código Penal, ley de partidos y régimen electoral, ley de Cámara de Cuentas, ley de Ministerio de Justicia, ley de extinción de dominio, compras y contrataciones públicas, Código Civil, ley de indultos, de fideicomiso, de casación, de la Policía Nacional, Integral de Personas, Explotación y Tráfico Ilícito de Migrantes, sin dudas con una participación medular en todo lo relativo a la situación con la reciente ley 1-24, y la lista se hace interminable si ponemos la mirada en los aportes y propuestas en este ámbito desde su fundación en la década de los 90. A lo anterior agregar las publicaciones, los constantes programas de educación continuada, mesas de diálogo y los foros académicos que celebra y promueve.
Los think tanks son puentes o nexos entre los especialistas y técnicos con el Estado. Ya hace años el constitucionalista alemán Karl Loweinstein resaltaba la necesidad de que en la política gubernamental incidieran el conocimiento de los expertos en una dinámica y/o intercambio colaborativo-consultivo voluntario. Justo allí se inserta FINJUS, impulsando «Institucionalidad y Justicia» a la democracia dominicana.