Geología y seguridad de las obras de ingeniería

Geología y seguridad de las obras de ingeniería

Por Osiris de León

Las cavernas, talladas en el pasado geológico por erosión química de rocas calizas (CaCO3) a partir del tránsito de aguas subterráneas ácidas cargadas de gas carbónico (CO2) atmosférico, fueron las primeras estructuras residenciales de nuestros antepasados ancestrales, quienes allí pudieron refugiarse del calcinante sol tropical, de la furia del viento invernal, de la lluvia diluvial, y, sobre todo, de la voracidad de fieras salvajes depredadoras que en términos de fortaleza física y velocidad de ataque están muy por encima de la respuesta del ser humano evolucionado.

En las paredes de aquellas cavernas abovedadas, el hombre primitivo desarrolló su arte rupestre de rojas pictografías dibujadas con cinabrio (HgS), hematita (óxido férrico Fe2O3) y carbón, dejando escrita allí su narrativa interpretativa de aquella sociedad ancestral y su entorno, y de las amenazas que enfrentaba en una paradoja existencial de supervivencia total, donde moría el animal para la subsistencia del hombre, o moría el hombre para la subsistencia del animal.

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Y fue esa la razón principal por la cual el hombre paleolítico entendió, gracias a su cerebro evolucionando y eléctricamente bien interconectado en la zona prefrontal, que, en cualquier lugar escogido para habitar, debía estar protegido detrás de robustas paredes pétreas capaces de frenar a cualquier depredador irracional que llegare en búsqueda de proteína animal.

De ese modo el hombre primitivo comenzó a recoger y a tallar piedras calizas, graníticas, andesíticas y basálticas para su refugio familiar, como en Gobekli Tepe, y luego pasó a excavar, casas subterráneas, en rocas piroclásticas y tobáceas suaves, susceptibles al corte con precarias herramientas de vidrio volcánico, cobre, bronce o hierro, como en Capadocia.

Así surgieron las primeras reglas de geometría espacial aplicadas a la incipiente ingeniería habitacional, primero con base geológica, como bien lo explicó el evangelista Mateo (7:24-27), y luego con base estructural, reglas que han ido evolucionando hasta la ingeniería actual, donde rocas y suelos sirven de soportes a zapatas, columnas, vigas, muros y losas de entrepisos, para garantizar que las actuales estructuras de hormigón, que artificialmente intentan imitar a las rocas en su resistencia a la compresión, permitan las facilidades, comodidades y seguridades que exige la sociedad de hoy.

El hormigón estructural de hoy, producido a partir de una mezcla de gravas, arenas, cemento Portland y agua, es una imitación artificial de una roca sedimentaria calcárea natural, donde el cemento Portland se obtiene a partir de la calcinación, a 1,450 °C, de piedra caliza (CaCO3), arcilla (Al2O3.2SiO2.2H2O) y silice (SiO2), más un poco de yeso (CaSO4.2H2O) aplicado posteriormente en frío para retardar el fraguado, por lo que la ingeniería estructural de ayer y de hoy siempre requiere de la colaboración de un ingeniero geólogo entendido en geología, geofísica, geotecnia e hidrogeología, pues no hay buen hormigón sin buenas rocas y buen cemento para su elaboración, ni habrá buena ingeniería si no hay buena geología, ya que la ingeniería estructural, sin buena geología sobre la cual cimentar, es como un gran Titanic de acero, listo para chocar con simple agua congelada en el mar polar, para de inmediato zozobrar hasta lo más profundo del mar.

Pero el hormigón, por ser una roca artificial ideada por el hombre para la construcción, tiene limitaciones que imponen restricciones estructurales, y nunca podrá reemplazar la resistencia y la extendida durabilidad de rocas ígneas como el granito rojo de Asuán usado en los más famosos obeliscos egipcios, como la granodiorita de la piedra de Rosetta, o como la tonalita de las columnas frontales del panteón romano de Agripa, ni puede competir con la resistencia del mármol blanco de las columnas dóricas y jónicas del Partenón de Atenas, ni con la durabilidad de las calizas de los acueductos romanos, por lo que sobreestimar la resistencia de los hormigones a veces conduce a errores.

Muchos de los fallos estructurales más famosos del mundo se debieron a que se entendió la estructura pero no se entendió la geología, como en la robusta y colonial Ciudad de México, levantada sobre sedimentos pantanosos del antiguo lago Texcoco, ciudad hundida por asentamientos de 50 centímetros anuales y destruida por varios terremotos cuyos efectos se amplifican en suelos flexibles; o como en las robustas ciudades coloniales de Santiago y La Vega, destruidas por el terremoto de 1562 porque no se conocía la amplificación sísmica que se produce en arcillas flexibles, o como el doble fallo (1999 y 2023) ocurrido en los gruesos y pesados paramentos del lado norte del paso a desnivel de la Av. 27 de Febrero/Máximo Gómez, donde se consideró el buen comportamiento de los cortes verticales en las calizas coralinas porosas, pero no se consideró el proceso de saturación y alta presión de poros que deriva en alta presión hidrostática de empuje que se genera cuando llueve torrencialmente durante varias horas y el agua que entra a los poros de la roca coralina no encuentra rápida salida, y aunque algunos piensan que el empuje que llevó al colapso fue generado por el vaivén del agua superficial vial, la realidad es que el daño lo produjo el empuje del agua intersticial, la cual es silenciosa, pero peligrosa.

Atribuir a una falta de mantenimiento vial una repetida falla estructural por empuje hidrostático intersticial (noviembre 1999 y noviembre 2023) en un importante paso a desnivel de la principal vía del Distrito Nacional, es olvidar que las pirámides egipcias, construidas con bloques de roca caliza, no han recibido mantenimiento durante 4,600 años y se mantienen de pie; es olvidar que las pirámides mayas, hechas con bloques de roca caliza coralina, fueron construidas hace 3 mil años y abandonadas hace poco más de 1,000 años, y aún perdidas en la selva por mil años, sin mantenimiento alguno, se mantuvieron de pie bajo las lluvias; es olvidar que algunos acueductos romanos, hechos con bloques de roca caliza, se mantienen de pie desde hace 2 mil años sin recibir mantenimiento; y es olvidar que en Europa hay más de 330 puentes romanos milenarios, hechos en piedras, sin mantenimiento, y todavía se utilizan para el denso y pesado tránsito diario.

En las “verdades” del paremiológico Perogrullo (Pedro Grullo) se dice que siempre se empieza por el principio, algo que luciría lógico para las grandes obras de ingeniería, pero que muchas veces la prisa lo deja de lado, o lo deja olvidado hasta que un fallo fatal evidencia que faltó considerar la geología como base fundamental para cualquier estructura que siempre ha de requerir apoyarse sobre una buena geotecnia acompañada de una buena hidrogeología. Nunca lo olvidemos.