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§ 1. El origen histórico de la doctrina de la Guerra Fría se remonta a la Conferencia de Postdam, en Alemania, celebrada entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945 con la asistencia de los vencedores de las potencias del Eje: Por los Estados Unidos, Harry Truman, por el Reino Unido Clement Attlee y por la Unión Soviética, José Stalin. Todo esto, al finalizar la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Adolfo Hitler en Alemania, Benito Mussolini en Italia y el emperador Hiroito y su primer ministro en Japón.
§ 2. Apenas concluida la Conferencia de Postdam donde se repartieron las potencias vencedoras los territorios y las riquezas de los vencidos, ahí mismo comenzó la división entre ellas, según indica Eliades Acosta Matos en su libro 1963. De la guerra mediática al golpe de Estado. (Santo Domingo: Fundación Juan Bosch, 2015, pp. 11-12): «A partir de 1945, Francia, la URSS, los Estados Unidos e Inglaterra se encontraron, de pronto, sin el enemigo terrible que los aglutinaba, mirándose con recelo a los ojos, en una soledad de vencedores mal acompañados. Como era de esperar, comenzó a desgajarse el haz unido que los había hecho triunfar. En apenas unos meses, los cordiales aliados de las vísperas se convertirían en enemigo irreconciliables.»
§ 3. Frente a esta división entre potencias capitalistas, ¿cuál fue la actitud política que adoptaron los Estados Unidos y su aliada Inglaterra, por un lado, y por la otra, en qué forma obró la Unión Soviética dirigida por Stalin? Respuesta: Los Estados Unidos y su aliada respondieron con la doctrina de la Guerra Fría como proyecto de dominación mundial con la creación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en 1947 y la Unión Soviética respondió con la doctrina del comunismo internacional como proyecto de dominación mundial con la creación de la KGB en 1954, sucesora de los reorganizados servicios de seguridad y espionaje dirigidos por el temible Belisario Beria, primero, y luego por el Comité de Seguridad Estatal (KGB), con la misma misión de la CIA de los Estados Unidos, pero al revés, porque el comunismo propugnaba por la toma del poder en los países capitalistas a través de la revolución del proletariado internacional, el cual aboliría la lucha de clases y la propiedad privada de los medios de producción. Como se ve, ambas ideologías contrapuestas aspiran a lo mismo: la dominación mundial y ambas se constituyen en dictaduras universales en nombre de la democracia representativa en los Estados Unidos y la democracia proletaria en la Unión Soviética.
§ 4. Los objetivos de la CIA y su Oficina de Operaciones Especiales están delineados en la recomendación final número 6 de 12 de mayo de 1949 de la Directiva de Seguridad Nacional donde se explica en qué consisten las operaciones encubiertas que pondrá en ejecución a escala mundial la Agencia de inteligencia estadounidense: «… todas las actividades, con excepción de conflictos armados que involucren a las fuerzas militares y las acciones de espionaje y contraespionaje, conducidas y patrocinadas por el gobierno [de los EE. UU:] contra grupos o Estados extranjeros hostiles hacia los Estados Unidos, han de ser planeadas y ejecutadas de manera tal que nuestra responsabilidad en ellas no sea evidente para personal no autorizado y que, de ser descubiertas, permitan al gobierno de los Estados Unidos la negación plausible de cualquier responsabilidad, especialmente las operaciones que incluyan toda acción relacionada con la propaganda, acciones preventivas directas, incluyendo el sabotaje, antisabotaje, las medidas de demolición y evacuación, la subversión contra Estados hostiles, incluyendo la asistencia a movimientos de resistencia, guerrillas y grupos de liberación formados por refugiados, y por último, el apoyo a los elementos anticomunistas locales en países amenazados del Mundo Libre.» (citado por Acosta Matos, p. 44).
§ 5. Como se observa, este mismo patrón de “operaciones encubiertas” de la CIA es el que siguió la KGB soviética a escala planetaria hasta la destrucción del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y la caída del socialismo en aquel país el 26 de diciembre de 1992. Estas mismas “operaciones encubiertas” tienen, en la actualidad, la misma vigencia y aplicación que en el pasado de la Guerra Fría llevadas a cabo por Rusia y Estados Unidos y un nuevo socio tripartito, la China Popular, pero en vez de una lucha a muerte entre comunismo y capitalismo, no existe hoy la acusación de comunista o capitalista, sino la de terrorista, nazi, fascista o narcotraficante.
§ 6. La lucha entre estos tres imperios, como lo dice paladinamente la recomendación 6, no es la guerra directa, sino la coexistencia pacífica, término inventado por George F. Kennan, artífice de la Guerra Fría y de la guerra política encubierta. Se excluye la lucha armada entre estas tres potencias, porque “… la doctrina de la destrucción mutuamente asegurada” comienza por reconocer que cada parte posee armas nucleares de suficiente poder para destruir a su enemigo, pero que, de producirse un primer golpe, la parte atacada estaría en condiciones de responder con tanta o mayor fuerza, lo que provocaría una escalada inmediata e irreversible, tras la cual ambos contendientes quedarían completamente aniquilados. , lográndose un equilibro y la autocontención nuclear. A base del cálculo de este horror, durante la Guerra Fría y hasta el presente, ha primado el instinto de conservación de las grandes potencias mundiales, lográndose un equilibrio y la autocontención nuclear. Precisamente por ello, las partes involucradas en la Guerra Fría eludieron el enfrentamiento directo, optando por desarrollar contra su rival métodos menos peligrosos (guerras locales, fomento de guerrillas y movimientos subversivos, ayuda encubierta, guerra política, propaganda, golpes de Estado, guerra económica, espionaje, etcétera.» (Cita de Acosta Matos, pp. 16-17, nota 3).
§ 7. Excluido, pues, el enfrentamiento directo entre potencias debido al riesgo de destrucción total de unas y otras, el camino seguido por estos imperios es el recomendado más arriba para realizar las “operaciones especiales” y estas se llevan a cabo entre aliados y adversarios a través de las “guerras políticas encubiertas”, cuyo contenido enjundioso para la defensa de los intereses económicos de los combatientes “de la coexistencia pacífica” es el siguiente mediante tres tipos de propaganda: «Durante la Segunda Guerra Mundial, la Moral Operations Branch, de la Office Stratetegic Services se ocupó de la propaganda destinada a influir sobre los militares y la población civil de los países del Eje. Al concluir esta [Guerra Mundial], reorientó su labor para influir sobre la URSS y sus aliados. La propaganda negra es una información falsa que se hace parecer proviene (sic, por, al parecer proviene) de una de las partes en conflicto, cuando realmente procede de la parte opuesta. En contraste con la propaganda gris -que no identifica su fuente- la propaganda blanca -que sí la identifica, pero cuyo contenido es manipulado, distorsionado u omisivo-, la propaganda negra, por su naturaleza, es encubierta. La gente no percibe que se le trata de influir, ni que se le empuja en cierta dirección. Está asociada con las operaciones psicológicas encubiertas caracterizadas por el uso de la mentira y el engaño.» (Cita de Acosta Matos, p. 31, nota 25).
§ 8. La forma de combate de las tres potencias mundiales tiene una especificidad distinta dependiendo del país donde se llevará a cabo la guerra política encubierta, que no es otra cosa que la definición de Karl von Clausewitz en su libro “De la guerra” (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975, p. 27): «La guerra es la mera continuación de la política por otros medios.»
El diseño de la guerra política encubierta para Europa difiere, debido a la independencia de estas de estos Estados nacionales de una vasta cultura, de la aplicada en América Latina. Para Europa la guerra política encubierta fue cultural, mientras que en América Latina fue guerra política, económica, sicológica, propagandística, cultural, mediática e intervenciones militares, golpes de Estado.
Frances Stonor Saunders estudió el caso europeo y a ese propósito dice lo siguiente: «Durante los momentos culminantes de la guerra fría, el Gobierno de los Estados Unidos invirtió enormes recursos en un programa secreto de propaganda cultural en Europa occidental. Un rasgo fundamental de este programa era que no se supiese de su existencia. Fue llevado a cabo con gran secreto por la organización de espionaje de Estados Unidos, la Agencia Central de Inteligencia. El acto central de esta campaña encubierta fue el Congreso por la Libertad Cultural, organizado por el agente de la CIA, Michael Josselson, entre 1950 y 1967. Sus logros fueron considerables y su propia duración no fue el menor de ellos. En su momento álgido, el Congreso por la Libertad Cultural tuvo oficinas en 35 países, contó con docenas de personas contratadas, publicó artículos en más de veinte revistas de prestigio, organizó exposiciones de arte, contaba con su propio servicio de noticias y de artículos de opinión, organizó conferencias internacionales del más alto nivel y recompensó a músicos y a otros artistas con premios y actuaciones públicas. Su misión consistió en apartar sutilmente a la intelectualidad de Europa occidental de su prolongada fascinación por el marxismo y el comunismo, a favor de una forma de ver el mundo más de acuerdo con el ‘concepto americano’.» “La CIA y la guerra fría cultural”. Madrid: Debate, 2001, p. 13).»
§ 9. Uno de los países más difíciles de conquistar por Josselson y su guerra fría cultural fue Francia, debido a la alta preparación e independencia crítica de sus intelectuales, pero cuando el periódico “Le Monde” sucumbió, la mayoría de los intelectuales, a sabiendas o no, fue alineada al proyecto anticomunista del Congreso por la Libertad Cultural de la CIA y en América Latina le fue fácil a esta estrategia de Josselson la conquista de la mayoría de sus intelectuales.
§ 10. Si la Guerra Fría y su guerra política encubierta para Europa, Asia y África fue una teoría y práctica de las potencias en su lucha por la hegemonía mundial y la conquista de mercados, en los países de América Latina la estrategia fue la siguiente: guerra política encubierta, propaganda negra, gris y blanca, intervenciones militares (República Dominicana, Granada y Panamá), 28 golpes de Estado entre 1951 y 1973 y guerra económica, sicológica, cultural y mediática. Según la doctrina de la “guerra preventiva” de George Busch de 20 de septiembre de 2002, continuación de la guerra fría por otros medios, el gobierno [de los Estados Unidos], «… tiene el derecho de derrocar a regímenes extranjeros, a los que considere una amenaza para su seguridad nacional, incluso, si esa amenaza no es inmediata.» (Cita de Acosta Matos, p. 346, nota 9). O el de asesinar a políticos o jefes de Estado que no se enfilen con los intereses de los Estados Unidos.
§ 11. Pero esa doctrina Busch no es novedad para América Latina y saca a la luz, ya públicamente, lo que antes se realizaba en el más estricto secreto manipulando a gobiernos, militares, periodistas, intelectuales, sindicatos, prensa, estudiantes e Iglesias. Al esbozar un hipotético, pero verosímil Manual perdido del control y los golpes de Estado en América Latina, Acosta Matos señala: «La similitud de las técnicas aplicadas por los gobiernos estadounidenses que se sucedieron entre 1950 y 1962 [extiendo la fecha hasta 2024 con el golpe de Estado de Jeanine Agnez en Bolivia y el intento de golpe de Estado en Venezuela] para controlar a América Latina, en el marco de la Guerra Fría, así como la presencia de las mismas figuras del Departamento de Estado, la comunidad de inteligencia y el Consejo de Seguridad Nacional (…) durante estos años, hace pensar que en algún inalcanzable estante donde reposan, a buen recaudo, los arcanos imperiales, ha de hallarse el Manuel contentivo de las buenas prácticas en materia de desinformación, desestabilización, fomento de la ingobernabilidad, la manipulación mediática y en última instancia, la producción de golpes de Estado en serie para garantizar los intereses estratégicos norteamericanos.» (Obra citada, p. 88).
A iguales conclusiones llega Jean Franco en su libro The Decline and Fall of the Lettered City. Latin America in the Cold War (Cambridge: Harvard University Press, 2002). (Continuará).