Se trata de una novela filosófica escrita en una prosa poética incomparable, en la que cada palabra, cada frase, cada diálogo, conmueve y asombra. Es una novela que muestra el dominio de la técnica, la cultura y el conocimiento del mundo esotérico de su autora. Deja entrever entre sutilezas el trabajo de investigación profunda que hay detrás de la obra y que sostiene su estructura. Belli explica que le tomó varios años de preparación, lectura e investigación. De inmediato, procedo a destacar los libros que en la nota presentada al inicio de la novela Gioconda Belli menciona como su fuente principal de investigación. Pudiéramos pensar que comparte los títulos como incitación para que nos atrevamos a develar misterios de la existencia con la lectura de un conocimiento milenario que tuvo oculto por tanto tiempo. La autora nos abre caminos… Belli leyó y analizó textos sagrados, así como apócrifos. Se trata de varias versiones del Viejo y Nuevo Testamento de la Biblia, “los libros de Enoc, el Apocalipsis de Baruk, El Libro Perdido de Noé, Los Evangelios de Nicodemo y los libros de Adán y Eva, que incluían: Las vidas de Adán y Eva, El Apocalipsis de Moisés y el libro Eslavónico de Eva” (Belli, 2008, p. 13).
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La escritora confiesa:
“Alimentada por estas lecturas llenas de revelaciones y fantásticas inferencias, di rienda suelta a mi imaginación para evocar en esta novela los entretelones insospechados de este antiguo drama, el paisaje surrealista del Paraíso y la vida de esta inocente, valiente y conmovedora pareja”. Termina diciendo “Es en su asombro y desconcierto, la historia de cada uno de nosotros” (Belli, 2008, p13).
Gioconda Belli imagina y recrea la historia de Adán y Eva con un dominio pleno del lenguaje, la técnica y la forma. Y en una estructura morfológica y sintáctica de admirar encierra recursos poéticos que maravillan. Su actitud es lírica, pero como toda prosa poética ausente de métrica; sin embargo, al leer esta novela nos da la impresión de que estamos escuchando un canto. Su novela seduce por lo que dice, el cómo lo dice, las figuras que utiliza, el lenguaje limpio sin excesos, el respeto absoluto por el valor de cada palabra y una prosa poética mágica productora de encantamiento a través de metáforas puras sublimes (visuales, auditivas, táctiles, del gusto). Sus vehículos figurativos e imaginarios nos dejan sin aliento. Y por supuesto no se podía quedar fuera lo que en la tradición literaria se estructura a través del sueño y que tanto aparece en la Biblia: Adán y Eva sus sueños e interpretaciones. La autora cuenta con una capacidad de provocación que mantiene al lector interesado. Su obra produce fruición (goce desbordante y sutil); una experiencia que solo la buena literatura sabe provocar, pero además una alegría estética en aquel que reconoce que en cada palabra, frase y párrafo está representada a través de la ficción la vida misma.
Gioconda Belli da inicio a su novela con las siguientes frases: Y fue…
Súbitamente. De no ser, a ser consciente de que era. Abrió los ojos, se tocó y supo que era un hombre, sin saber cómo lo sabía. Vio el jardín y se sintió visto. Miró a todos lados esperando ver a otro como él (Belli, 2008, p. 17).
El verbo y la forma verbal que seleccionó Gioconda Belli para iniciar la novela resulta de gran importancia pues define el momento de la creación. “Fue” es una forma del pasado de los verbos ir y ser. Descartamos el que se trate del verbo “ir” porque la autora aclara que se trata del verbo “ser” cuando más adelante añade “De no ser, a ser consciente de que era”. Se trata del pretérito perfecto simple (también llamado pretérito absoluto, pretérito indefinido) es un tiempo absoluto de aspecto perfectivo, pues la acción enunciada se considera terminada o de modo global. En los textos literarios, este pretérito presenta los hechos puntuales que hacen avanzar la historia. En el idioma español se aplica a acciones completadas en el pasado que no necesariamente están relacionadas con el estado de hechos de la situación presente. La acción ha concluido y no está ligada al presente. El modo del este verbo indica un hecho real. Su forma simple indica un verbo declinado. Gioconda Belli quiso destacar con la información que luego brinda y frente a un sujeto tácito (sobre entendido) en tercera persona (él fue, Adán fue). Vemos claramente que se trata de un verbo en voz pasiva. Fue Otro (dios) el que lo hizo ser. El no decidió ser, la acción fue decida por Otro.
Frente a la famosa frase (cuestionamiento) del Hamlet de Shakespeare, “Ser o no ser”: Adán fue. Su existencia sucedió… la narradora dice: “Y Adán fue…” Pero existir no fue una decisión propia. “el Otro” (Dios) decidió que Adán fuera, que Adán existiera. El valor estilístico de una determinada forma verbal no depende exclusivamente de sus morfemas; también, viene condicionada por el significado del verbo. De hecho, hay muchos verbos que por su propio significado ya aportan distintos valores estilísticos como sucede en esta novela. Si hablamos de verbos perfectivos y puntuales es porque hay verbos que ya aportan por sí solos la noción de acción acabada y momentánea o de escasa duración. Y este es el caso preciso “fue’ y la Belli añade “súbitamente” es decir de golpe, de no existir a existir. Su aparición en el mundo fue súbita se produjo de pronto sin preparación o aviso. Adán se da cuenta que existe, se hace consciente de ello después del acto consumado. Pero además este verbo nos da otra información “fue’ se refiere a un solo sujeto y el género lo define la Belli más adelante cuando dice “…y supo que era un hombre”. Es decir, y según los datos que nos brinda el primer párrafo, Adán apareció primero (antes que Eva) como el primer hombre en la tierra.
A partir de ese momento la voz rectora que organiza el relato convierte a Adán en un agente dinámico que experimenta el uso de su cuerpo y sus sentidos y así lo describe: miraba el aire bajo su garganta…; olió, aspiró a pleno pulmón…; nombró y vio lo que nombraba reconocerse…; caminó sin prisa hasta que cerró el círculo del sitio donde le había sido dado existir; observó las pequeñas cosas para no desairarlas…;experimentó el cálido aliento del caballo, el agua gélida, la aspereza de la arena, las escurridizas escamas de los peces, la suave melena del gato; hizo cuanto estaba supuesto a hacer…; el hombre se sentó en una piedra a ser feliz y contemplarlo todo…; Pensó que la felicidad era larga y un poco cansada…
Este ensayo es parte del trabajo publicado en Plenamar