Sembrado en las montañas, en las cumbres donde la niebla rompe el sol y llena del frescor del dulce rocío la copa de las florecillas silvestres. Allá donde se multiplican las aguas, el verdor, el frescor, la abundancia, la vida.
La solidaridad y la cooperación hicieron de él un soldado de primera línea que trabajó sin desmayo para el bienestar de los demás.
Sencillo, frugal, directo, primero en tomar por una esquina el palo pesado que había de ser removido para continuar la obra. Sin la menor sombra de fatiga, incansable, permanente, entregado a la causa de los demás
Con su sonrisa que acompañaba con el brillo de sus ojos claros, multiplicado por el conocimiento de que quien se apoltrona no camina, quien se acoteja no rinde, quien se duerme no fabrica, quien no hace impide que la pieza que somos cada uno de nosotros, lentifique la obra que debió hacerse años atrás y que requiere, por tanto, de mayor velocidad, empuje, constancia, de una mayor cantidad de amor.
El amor al prójimo es, también, amor a sí, al deseo de servir, a la vocación de demostrar a los demás que se puede, que se integren, que unidos no solo somos más, sino que somos mejores y el rendimiento se multiplica en amor, solidaridad, hermandad.
Sembrando amor, multiplicando la bondad con el ejemplo, el primero entre los primeros, aquel a quien los demás seguían más allá del cansancio, porque nunca se quejaba de la falta de agua, de pan, sino de la ausencia de respeto por los demás y por la tierra, el agua, los árboles, los frutos, el rubor de las flores que manifiestan su amor de tantas formas.
Sin siestas, sin días libres, cumpliendo la tarea de la búsqueda del alimento espiritual y del alimento físico, siempre afanando por dar de sí lo que no reclamaba para él.
Pastor de las montañas, del aire fresco y puro, soldado del trabajo, maestro de la producción con respeto por los elementos fundamentales, tierra, agua, amante de los atardeceres enamorado de los amaneceres.
Sembrador de luces y esperanza, luchador de siempre contra la adversidad y la maldad de los descreídos. Buscó, pidió, reclamó, organizó la siembra y cuidado de la preservación del medio ambiente, cuando todos dormían. Visionario, eterno vigilante del bienestar colectivo. Movilizó grupos, personalidades, demostró que se puede ser profeta en cualquier tierra, si se trabaja por una causa que los demás acepten como justa.
Está sembrado en el fresco rumor de las aguas, en el color de la brisa de la tarde, en las noches estrelladas, su amigo, Oscar José Torres Debrot y yo recordamos con cariño y respeto a Guayacán, el padre Luis King ¡Loor a su memoria!