¿Ha entrado en “declive” la cultura light en la República Dominicana?

¿Ha entrado en “declive” la cultura light en la República Dominicana?

§ 1. ¿Cómo definir la cultura y la literatura light o frívola que es la moneda de cambio en el país luego de la entronización de la globalización, el neoliberalismo, la disolución de la Unión Soviética y el socialismo de los países del Este de Europa?

Se define, al igual que la literatura light o frívola, como un discurso sin conflictos donde prima la ideología del materialismo y sus cuatro pilares: el consumismo, el hedonismo, la relatividad y la permisividad encarnada por las decenas de personajes que entran, salen o mueren en la propuesta textual del autor que puede crear tantos personajes como oficios hay en la sociedad.

Esta falta de conflicto es patente en los discursos literarios y teóricos cuando en el primer caso el narrar se convierte en un fetichismo y una obsesión compulsiva y el esteticismo sustituye los sentidos orientados a la guerra con el Poder y sus instancias. El esteticismo sustituye el conflicto por una neutralidad desabrida donde los personajes no tienen estrategia política y la conciliación entre los conflictos sociales y los personajes o entre diferentes teorías literarias presentes en el texto se resuelven pacíficamente. Aquí intervienen como un inconsciente los rasgos que ya definí: materialismo, consumismo, hedonismo, relatividad y permisividad, tal como parecen en el libro El hombre light, de Enrique Rojas (2005) y el tema del amor, muy importante en esta literatura frívola, conduce al sexo sin amor o la reproducción de los clichés del romanticismo sentimental.

§ 2. En el plano social, la literatura del signo, caracterizada por el prurito de narrar sin estrategia política, se caracteriza por recoger, como mímesis, las ideologías cotidianas que circulan en los polos urbanos donde la farándula de la música popular o el folklore juegan un papel importante, así como los chismes de barrios, los grandes deportistas y el comadreo de vecinas. Un componente inseparable de esta literatura frívola es el empleo de expresiones obscenas como forma de imitar, o creer subvertir, dicen sus autores, el lenguaje acartonado de las Academias, las reglas gramaticales y el registro culto que emplean los escritores tradicionales. Algunos escritores light, por citar un caso emblemático como el de Rita Indiana Hernández, han adoptado la práctica común de emplear un arsenal de palabras obscenas como forma, creen ellos y ellas, de subvertir el lenguaje culto. Todos los dislocamientos de la gramática son bienvenidos a ese mundo de la práctica de la literatura light, la cual no deja de ser una variante de la literatura del signo o subliteratura. En la subliteratura o literatura ideológica no hay conflicto ni riesgo políticos y esta es un reflejo en la vida real de la ausencia de conflictos entre sujetos pequeños burgueses. Un ejemplo irrefragable de escritura con estrategia política y conflictos son las obras de Salman Rushdie citadas por David González en su artículo de Areíto de 20 de agosto de 2022, p. 8.

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Desde 2011 comencé a analizar la literatura light en la sociedad dominicana. Comencé con La estrategia de Chochueca y culminé con PAPI, de Rita Indiana. Seguí con “Mi amante” (El cuento contemporáneo de Santiago: Ferilibro, 2005, pp. 30-34), cuento de Rosa Silverio y terminé con un cuento de Aurora Arias sobre un turista inglés perdido en el municipio de Haina, pero no pude encontrar dicha obra que se me ha extraviado entre libros y papeles, la que analicé durante dos o tres semestres a mis estudiantes de letras de la UASD. El resto de nuestra literatura en libertad arranca con Salomé Ureña, Galván, José Joaquín Pérez, y los que, hombres o mujeres, siguieron sus pasos hasta finales de del siglo XIX. Todas esas obras pertenecen a la literatura del signo, escritas sin estrategias ni conflictos con el Poder y sus instancias. El siglo XX vio una literatura orientada contra el Poder y sus instancias en algunos textos de los poetas sorprendidos, verbigracia Franklin Mieses Burgos, Fernández Spencer, Gatón Arce, Cartagena Portalatín. La literatura de los integrantes de la Generación del 48 es un buen ejemplo de literatura de denuncia, pero sin el vigor de un Sartre, un Camus, un Gide o los italianos del realismo contra el fascismo. Deseo aclarar que no basta inscribirse en contra del Poder y sus instancias, como lo hace Salman Rushdie, sino que es necesario acompañar esos sentidos orientados políticamente con un ritmo que sea el valor de la obra. El resto de literatura infantil o para adolescentes que se escribe en el país carece de conflictos y su ideología es la moral de los valores cívicos o religiosos de la época. Muy alejada esta escritura de José Martí, el fundador latinoamericano de esas obras recogidas en La edad de oro o en los ejemplos de cuentos y fábulas de autores como Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Perrault, La Fontaine y sus antecesores griegos y romanos: Esopo, Fedro, Juvenal, Babrio, Aviano. La literatura en sus diversos géneros surgida después de la caída del muro de Berlín y los 22 años que van del siglo XXI son literatura del signo, exceptuando contados ejemplos como Solo cenizas hallarás, de Pedro Vergés o Los que falsificaron la firma de Dios, de Viriato Sención. La crítica al Poder y sus instancias que exhiben las obras de la literatura del signo es siempre a un poder ejercido en un tiempo pasado lejano, nunca en el presente de los acontecimientos de la obra. Y así no se corre ningún riesgo, como el que corrió Salman Rushdie con los ayatolas y los jefes del islam que le condenaron a muerte y quien se enfrenta en sus obras, desde la primera a la última, a las ideologías, al Poder y las instancias del islam, el cual vive actualmente en mismo período de la Edad Media que vivió la Inquisición europea de 1480 hasta finales de siglo XIX: quemando intelectuales y curanderas en la hoguera.

§ 3. El dislocamiento de las reglas gramaticales que pasa por “subversión” según el zurdo entender de los escritores frívolos camufla, como una vergüenza, la falta de dominio del código escrito del idioma y el autor o autora del adefesio se defiende con la excusa de que los buenos escritores nunca asistieron a una universidad ni tienen que ser lingüistas para crear sus obras maestras. Pero no advierten que en ellas figuran metaforizados los mecanismos de funcionamiento de esas obras maestras o a veces aparece explícitamente expuesta como conflicto entre personajes la teoría del funcionamiento de esos textos. No todos los escritores están obligados a ser teóricos de la escritura y el lenguaje, pero esta carencia dejará su huella en los conflictos entre personajes de las obras, así como el saber o el desconocimiento de otras disciplinas asignadas a los personajes que se relacionan discursiva y conflictivamente con las obras.

§ 4. Otra ausencia muy marcada que aparece en las obras literarias light o frívolas en la cultura dominicana es la falta de relación del texto de base con otros textos escritos con anterioridad y que la historia literaria, sin rasero crítico, ha obligado a la sociedad a leerlos como valor. El arsenal de figuras para desmontar y criticar estas obras malas que por intereses extraliterarios aparecen como obras de arte está ausente en los escritores frívolos del país: ironía, palimpsesto, burla, desconstrucción, sarcasmo, destrucción del texto malo a través de los juegos de palabras más variados: paragramatismo.

§ 5. Los intelectuales de los decenios 1970 y 1980 realizaron este trabajo de desconstrucción de las ideologías de los discursos historicistas de los historiadores de los siglos XIX y XX y la mayoría se auxiliaron de un método que era nuevo en aquel contexto: el marxismo aplicado a la economía de la formación social dominicana. Pero unos fueron rígidos con este método al ensamblarle el materialismo histórico y dialéctico. Estos elementos carecen de poder de conocimiento de la realidad social y por esa razón los textos escritos con apego a estos dos discursos ideológicos encontraron lo que el método era capaz de dar. Sin embargo, otros tomaron elementos de Gramsci y sus discursos fueron más flexibles. Pero asaeteados por el marxismo de Marx o Althusser, muchos se quedaron en la gatera y no pudieron asimilar los elementos más históricos de un Michel Foucault o un Walter Benjamín y se codearon con los más conservadores de la Escuela de Frankfurt. Y los que fueron críticos literarios o de cine para los decenios de 1970-80, al ser este campo más conflictivo, se quedaron en la teoría del compromiso y la obra literaria como reflejo de la lucha de clases (Lenin, Lukács, Trotski, Marx y Engels y su teoría del arte y la literatura y el marxismo latinoamericano, catapultado por las obras de autores que abrazaron el comunismo como Pablo Neruda y César Vallejo y sus adláteres. De estos análisis literarios vistos como compromiso de la lucha de clases solo quedó un montón de libros que pasaron, como antiguallas, a peor vida.

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