Por: Jaime Septien
Al morir, el pasado 12 de enero, el historiador y periodista británico Paul B. Johnson (Manchester, 1929) dejó 111 libros escritos, algunos de ellos han creado una multitud de lectores. Y, como sueles suceder en el gremio, una sólida cantidad de detractores.
Como el también recientemente fallecido Roger Scruton, la prensa tradicional lo recordará como «uno de los más importantes e influyentes historiadores en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, y un referente para el pensamiento conservador».
Primero laborista y hombre de izquierdas, cambió su postura y se acercó a las tesis económicas y políticas de Margaret Thatcher. De ella llegó a ser uno de los escritores de sus discursos (habían sido compañeros de aula en la Universidad).
Sin embargo, Johnson va a ser recordado, sobre todo, por haberse declarado católico y defensor del cristianismo. A él dedicó una de sus investigaciones más conocidas: Historia del Cristianismo (741 páginas en la versión española de Ediciones B, 1ª edición 2004).
En ese libro dice dos cosas fundamentales. Primera, que «el cristianismo funda sus afirmaciones en hechos históricos». Y, segunda, que «el cristiano no debe privarse en lo más mínimo de seguir la línea de la verdad; más aún, está realmente obligado a seguirla».
El catolicismo no fue para él una imposición. Como dice en la introducción de Historia del Cristianismo, el cristiano se debe sentir más libre que el no cristiano, puesto que este último «está comprometido de antemano por su propio rechazo».
Contra el relativismo y la soberbia de la razón
Casado desde 1957 con Marigold Hunt (autora de un libro sobre la vida de Jesús para niños a quien le dedicó Historia del Cristianismo: «A Marigold, mi colaboradora permanente, mi más sabia consejera y mi mejor amiga») tuvo cuatro hijos. Fue muy cercano a san Juan Pablo II y a su lucha por derrocar al relativismo contemporáneo, y al comunismo soviético.
En su Historia de los judíos, Johnson demuestra que en 4,000 años no ha existido ningún pueblo como ellos que haya insistido con tanta firmeza que la historia tiene un propósito y la humanidad un destino. Y señala como un pueblo numéricamente tan pequeño como el pueblo judío ha influido decisivamente en el curso de la civilización occidental.
Otros dos libros, uno de ellos de más de mil páginas, que contribuyeron a consolidar la fama de este católico y discípulo de A.J.P. Taylor, fueron Tiempos modernos y Creadores.
En Tiempos modernos explora los acontecimientos del siglo XX y concluye que los males humanos que hicieron posible las dos grandes guerras propiciaron son, por un lado, «el surgimiento del relativismo moral, el declive de la responsabilidad personal, el rechazo de los valores judeocristianos». Y por otro, «la no menos importante creencia arrogante de que los hombres y las mujeres podrían resolver todos los problemas y misterios del universo gracias a su propio intelecto».
Y termina haciendo esta pregunta y esta profecía para el siglo XXI: «¿Podrán ser erradicados o al menos desarraigados (esos prejuicios)? De eso dependen las posibilidades de que el nuevo siglo llegue a ser una era de esperanza para la humanidad».
Volver a leer a Johnson – así sea como un homenaje póstumo a este gran historiador –también haría posible generar un mundo de esperanza para el ser humano. Como lo predicó Jesús de Nazaret.
Descanse en paz.
(Fuente: Revista digital Aleteia)