Sin que se la sienta entusiasmada, como si continuara muy subordinada al presidencialismo que apabulla las demás instancias administrativas, la masa ciudadana de todo el país está llamada a escoger soberanamente, dentro de 45 días, a los funcionarios que se encargarán por cuatro años de regir las demarcaciones de cercana gobernanza que se expresa en ayuntamientos y distritos municipales; alcaldes, regidores y encargados de comunidades menores sin lustre ni pretensiones de superioridad palaciega pero comprometidos por normas constitucionales a prestar servicios de calidad de rangos edilicios y expuestos sin alternativas a gritos y reclamos cuando les fallan a sus votantes.
Puede leer: 60 aniversario de la fundación del Banco Popular
La falta de higiene urbana, con persistencia de vertederos «improvisados»; las fallas de drenaje que hacen penetrar agua a hogares; el deterioro de calles, el bochorno de cañadas inmundas y la degradación de espacios públicos arrabalizados por particulares, mueven la indignación de pobladores hacia las instancias más próximas y de algún modo representativas del Estado aunque no siempre resulten las principales responsables del deterioro de servicios; los que con frecuencia ¡oh casualidad! están recortados en sus alcances por la congelación de ingreso a los cabildos por una pérdida de independencia financiera causada por mandos mayores de ese mismo Estado. Acogerse a la convocatoria comicial de febrero es un deber y un derecho favorables a la descentralización democrática de los ejercicios de autoridad.