El país que tiene su lugar en el oeste de la isla Hispaniola (el Haití de los pesares) ha sido dejado olímpicamente a su suerte por los Estados de liderazgo y poder en el hemisferio e ignorado para todos los fines en su actual condición de desastre por entidades multilaterales generalmente dispuestas a asistir, en nombre de la solidaridad humanitaria, a los pueblos de los cuatro puntos cardinales que caen en el hondón de crisis.
Hoy miran hacia otro lado, o limitan a lo simbólico su presencia en suelo haitiano, la muy cercana OEA y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que se despliega por el mundo con agencias especializadas en acompañar a las comunidades miembros atravesadas por desgracias de diferentes características. Dispone incluso, para las vías de hecho, de un diestro ejército propio.
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Por vías de consecuencia, la comunidad internacional lesiona los intereses y la seguridad de la República Dominicana al mantenerse deliberadamente ajena a la condición fallida del Haití hambreado. De quiebras institucionales y pisoteado por forajidos que secuestran y matan anulando los servicios públicos incluyendo los de salubridad en un pueblo desnutrido y en indefensión ante las enfermedades.
Se ofende al Estado directamente expuesto a las repercusiones que provendrían de su territorio vecino en el que desapareció la seguridad ciudadana y avanzan con destrozos hacia entes privados y oficiales los amotinamientos callejeros y los pandilleros de libre actuación.