Hans Robert Jauss (1921-1997), filólogo alemán estudioso de la literatura de su patria y de las literaturas románicas, se especializó en las literaturas medievales y en la francesa moderna. Creó y articuló el método de análisis denominado “Estética de la recepción” e impartió seminarios sobre su método en la Universidad de Constanza, conocida luego como Escuela de Constanza. Estudió profundamente la experiencia estética y analizó las teorías de Platón, Kant, Rousseau, Baudelaire, Valery, Marcuse, Sklovski… La “Estética de la recepción” asume al lector como figura central de la comprensión del fenómeno literario. El análisis que Jauss proporciona de la “teoría de la recepción” se basa principalmente en el concepto de Hans-Georg Gadamer de la “Fusión de horizontes”, en donde se explica que una fusión se lleva a cabo entre experiencias pasadas que son expresadas en el texto y en el interés de sus lectores actuales; se dilucida la relación entre la recepción original de un texto literario y cómo se interpreta en diferentes etapas históricas hasta el presente. Lo que Jauss propone es un nuevo tipo de Historia literaria, en la cual el papel del crítico sea el de mediador entre cómo se percibía el texto en el pasado y cómo se percibe en el presente. El análisis parte de la crítica de dos ramas contrapuestas: la crítica a la escuela del formalismo ruso debido a su falta de dimensión histórica y la crítica a la teoría marxista por su énfasis en el texto literario como producto histórico puro.
La interpretación literaria, y el horizonte de expectativas de una obra no se puede reducir solo a los hechos literarios del texto en sí, sino que queda afectado por múltiples variantes como lo son: las experiencias de lecturas previas; las percepciones históricas, como ya se indicó las expectativas del lector cambian según los momentos históricos; depende, además, de la reconstrucción de las obras en el tiempo. Todo ello permite analizar su influencia en una audiencia determinada y se establece una diferencia llamada “distancia estética” entre las expectativas del público en el momento que aparece la obra. La reconstrucción permite analizar cómo se recibió la obra en el pasado, y señala los cambios en la interpretación y el valor actual del texto y, por supuesto, se sobreentiende que podrá variar en el futuro. La variedad histórica conforma un proceso diacrónico (fenómeno que ocurre a lo largo del tiempo) lo que facilita la comprensión del sentido de la obra.
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En 1977, Gauss publicó el texto “Experiencia estética y hermenéutica literaria”. Según el filólogo, la experiencia estética, entendida desde su comportamiento receptivo, impone a las funciones de la vida una especial temporalidad, porque obliga a ver esa vida de una manera especial, con una dimensión descubridora, afirmada sobre el placer que produce el objeto de esa recepción: «[…] nos lleva a otros mundos de la fantasía, eliminando, así, la obligación del tiempo en el tiempo; echa mano de experiencias futuras y abre el abanico de formas posibles de actuación; permite reconocer lo pasado o lo reprimido y conserva, así, el tiempo perdido» (p. 40).
La experiencia estética, además del aspecto productivo y receptivo posee un aspecto comunicativo ya que posibilita que el receptor se identifique con lo que le gustaría ser, «saborear lo que, en la vida, es inalcanzable o lo que sería difícilmente soportable». Hans Robert Jauss explica en su “Pequeña apología de la experiencia estética” que: “La actitud de goce, que desencadena y posibilita el arte, es la experiencia estética primordial; no puede ser excluida, sino que ha de convertirse de nuevo en objeto de reflexión teórica, si actualmente es importante para nosotros justificar ante sus detractores la función social del arte y de la ciencia a su servicio, tanto frente a los intelectuales como frente a los iletrados” (Jauss, 2002, p.31). Refiere, además, que… “La liberación por medio de la experiencia estética puede efectuarse en tres planos: para la conciencia productiva, al engendrar el mundo como su propia obra; para la conciencia receptiva, al aprovechar la posibilidad de percibir el mundo de otra manera. Finalmente, y de este modo la subjetividad se abre a la experiencia intersubjetiva-, al aprobar un juicio exigido por la obra o en la identificación con las normas de acción trazadas y que ulteriormente habrá que determinar” (p.41).
Jauss habla de tres conceptos cardinales de la tradición estética: la poiesis, aisthesis y catarsis. La poiesis, según explica, designa la experiencia estética fundamental de que el hombre, mediante la producción de arte, puede satisfacer su necesidad universal de encontrarse en el mundo como en casa, privando al mundo exterior de su esquiva extrañeza, haciéndolo obra propia, y obteniendo en esta actividad un saber que se distingue tanto del conocimiento conceptual de la ciencia como de la praxis instrumental del oficio mecánico. Luego, explica que la aisthesis designa la experiencia estética fundamental de que una obra de arte puede renovar la percepción de las cosas, embotada por la costumbre, de donde se sigue que el conocimiento intuitivo, en virtud de la aisthesis, se opone de nuevo con pleno derecho a la tradicional primacía del conocimiento conceptual. Posteriormente, refiere que la catarsis designa la experiencia estética fundamental de que el contemplador, en la recepción del arte, puede ser liberado de la parcialidad de los intereses vitales prácticos mediante la satisfacción estética y ser conducido asimismo hacia una identificación comunicativa u orientadora de la acción” (pp. 42-43).
Para él la experiencia estética es siempre liberación de…, y liberación para…, como ya se pone de manifiesto en la doctrina aristotélica de la catharsis. Presupone la conciencia emancipada de un espectador ya formado en el trato con el arte que habría de liberarse mediante el proceso comunicativo y consensual de la experiencia estética. Frente a esto asegura que… “Se estrecharía la función social primaria de la experiencia estética si el comportamiento hacia la obra de arte quedara encerrado en el círculo de la experiencia de la obra y la experiencia propia, y no se abriera a la experiencia ajena, lo que desde siempre se ha llevado a cabo en la praxis estética en el nivel de identificaciones espontáneas como admiración, estremecimiento, emoción, compasión, risa, y que solo el esnobismo estético ha podido considerar como algo vulgar. Terminemos con las palabras del filósofo y ensayista Daniel Innerarity (2002) quien al introducir la apología afirma que para Jauss gozar es “la experiencia estética primordial. El arte así entendido permite un modo específico de libertad y contiene no pocas virtualidades morales y políticas. La estética de Jauss supone, además, un intento de devolver al arte su dignidad cognoscitiva; en la medida en que renueva la percepción de las cosas, el arte representa una estrategia contra la extrañeza del mundo” (p.10).