Hasta hablan, ¡qué descaro!

Hasta hablan, ¡qué descaro!

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Ahora que los peledeístas critican al Gobierno por lo que no hicieron en 20 años en el poder, ellos, que supieron llenarse los bolsillos con los fondos públicos, aparentan desconocer la sentencia de Abraham Lincoln: “solo tiene derecho a criticar, quien tiene corazón para ayudar”

Desde el malhadado “robón y cuenta nueva”, el país viene dando tumbos en la administración correcta, honesta, de los fondos públicos. Los gobiernos van y vienen y funcionarios de todos los niveles se llevan una parte del erario a sus casas, hacen fortuna con los bienes públicos: fincas, solares, vehículos, casas.

El presidente Joaquín Balaguer envió a casa de mi madre, Nieves Piñeyro, en Barahona, a Carlos Rafael Goico Morales, amigo de infancia de mi padre, Julio Gautreaux, a invitarme a que me uniera a su Gobierno: año de 1966.

No fui el único joven de entonces a quien Balaguer tocó las puertas al inicio de su Gobierno, por lo menos sé que igual hizo con el hoy siquiatra Manuel Herrera de los Santos.

Tengo en mi biblioteca un excelente libro de análisis histórico titulado If, que significa ¿Y sí? donde se analiza qué hubiera pasado si. ¿A cuántos jóvenes les propuso el presidente Balaguer que lo acompañaran a gobernar? ¿Cuál habría sido el resultado de esa política? Sangre joven, no contaminada con las mañas del pasado, habría tenido acceso al poder y a la sabichosería del mandatario.

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Si se mantenían no contaminados, si actuaban honradamente, ese aire limpio habría contribuido a que el país tuviera un Gobierno más acorde con los tiempos. Se suponía que el doctor Balaguer quería deshacerse del lastre del tráfico de influencias, de la sobrevaluación de presupuestos, de las nominillas, del 10 % adicional al valor de las compras del gobierno, de los abusos de poder y un infinito etcétera.

No sé cuántos nos negamos a ir al Gobierno, sí tenemos resultados de muchos jóvenes de entonces que trabajaron con Balaguer, ¡qué no hicieron!: se aliaron con los viejos, corrompieron más el Ministerio Público y la administración de Justicia, entraron al Gobierno, como los peledeístas, con una mano delante y otra atrás, y también salieron con ambas manos ocupadas, cargando los bienes del erario que se llevaron entre sus crecidas uñas.

Lo peor del caso es que, aunque se hicieron ricos en dos días, ningún Ministerio Público cumplió con su deber de actuar ante el rumor público, pues los bienes adquiridos con malas artes no se pueden ocultar, pregonan, gritan su origen, ante el súbito cambio de situación.

Ahora hablan y bravean después de 20 años en el poder sin resolver un problema fundamental: educación, salud, electricidad, agua potable.

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