“El dominicano no pone candado hasta que le roban.” “Las autoridades solo actúan cuando hay muertes involucradas”. Estas expresiones son tan comunes que ya forman parte de nuestra cultura, y aunque los casos sigan ocurriendo, como una noticia cubre otra, tienden a caer en el olvido y continúan repitiéndose como una costumbre…
Este preámbulo es obligado por las nuevas denuncias de intoxicaciones por fumigaciones en las cercanías de escuelas de la provincia Duarte y otras zonas agrícolas.
Quienes leen mis artículos en este diario notarán que esta es, más o menos, la quinta vez que trato el tema, pero sería muy irresponsable como ciudadana no insistir en la creciente preocupación por las continuas intoxicaciones en las cercanías de las zonas arroceras, donde se ubican varias escuelas.
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La más reciente ocurrió el pasado lunes en la escuela Basilio Ortega, en el municipio de Cenoví, donde personal docente, estudiantes y familias de viviendas vecinas debieron ser socorridos de urgencia por intoxicaciones ambientales.
En abril alerté sobre lo mismo, pero solo en septiembre hubo tres reportes: uno el día 10 y otro el 25 en la escuela Juan Antonio Alix; el 18 de septiembre en el Liceo Gastón Fernando Deligne; y el 3 de octubre en la escuela Ana Celeste Fernández. En todas ellas se reportaron intoxicaciones.
También se reportaron otros casos en las escuelas José Ignacio Mendoza y el Jardín de las Mariposas, todas en San Francisco de Macorís. En Villa Altagracia en marzo de este año hubo reportes de tres episodios de intoxicaciones por fumigación y debió suspenderse la docencia. El gremio de los maestros ha expresado preocupación.
Además, el pasado martes se reportaron intoxicaciones por fumigación en Palmar Arriba, Villa González, donde más de diez personas resultaron afectadas tras una fumigación en una finca de ajíes.
Ante todas estas amenazas a la salud de la población estudiantil, sus familias y el personal docente, después de años repitiéndose lo mismo, creo que ha llegado la hora de que las autoridades actúen y solucionen la situación.
Lo primero es que resulta urgente determinar con qué se están fumigando las plantaciones agrícolas, sobre todo las de arroz, ya que es en las zonas arroceras donde más ocurren estas intoxicaciones. Si es con glifosato, las personas expuestas pueden ver sus vidas acortadas debido al cáncer de no Hodgkin, tanto quienes fumigan, como los vecinos y los estudiantes de los planteles donde con demasiada frecuencia se reportan casos de intoxicación.
El glifosato ha sido descontinuado en la mayoría de los países y en otros ha sido suspendido hasta que se investiguen sus efectos. En Vietnam, uno de los mayores productores de arroz del mundo, se ha eliminado definitivamente su uso en fumigaciones.
Con las primeras denuncias, se llegó a un acuerdo entre los ministerios de Educación, Medio Ambiente y Agricultura para regular el uso de plaguicidas en las cercanías de las escuelas, pero aquello salió en la prensa y pareció que solo con aparecer en los medios el problema se solucionaba. No ha pasado nada.
Es desagradable tener que decir: “Te lo dije.” No me gustaría tener que repetir, a través de esta vía, las veces que he hecho esta advertencia. Por respeto al derecho a la vida y a la salud de todos los dominicanos, reitero que merecemos, al menos, saber con qué se fumigan nuestros alimentos.