La patología social y política, registra todo tipos de mañas, trampas, corrupción, alteraciones y violaciones, cuando se habla de cualquier tipo de reformas, específicamente la constitucional y la fiscal.
Tomás Bobadilla le arregló un articulo especial a Pedro Santana, el 210 para tomar decisiones sin consultar a la Junta Gubernativa en condiciones especiales. Sin embargo, Santana usó el poder de este articulo para fusilar a María Trinidad Sánchez y a los hermanos Puello, entre otros.
Buenaventura Báez desconoció todo procedimiento de reforma y prefería la corrupción, el personalismo y las componendas para ejercer la presidencia, desde la compra del tabaco a la flor a los santiagueros, la madera a los sureños, pensionar a los caudillos y sus mujeres, para perpetuarse en el poder. Ulises Heureaux (Lilís) devaluó el peso, violaba todo tipo de normas, leyes, y principios para quedarse en el poder. Estos tres dictadores, impidieron reformas, asesinaron y mandaron al exilio a sus oponentes para retener el poder. Pedro Bonó no aceptó la presidencia propuesta por el general Gregorio Luperón debido a que no se respetaban las normas, leyes y formas democráticas.
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Los presidentes que impulsaron reformas y normativas civilista, la patología social y política no les dejó terminar sus periodos, tal fue el caso de Ulises Francisco Espaillat, Billini, Meriño, Juan Isidro Jiménez y Juan Bosch. Para Joaquín Balaguer la Constitución era un “pedazo de papel” la violó de forma recurrente y pospuso reforma democrática. Jorge Blanco pagó con creces al propiciar una reforma fiscal, donde los precios se dispararon y produjeron una poblada social.
Hipólito Mejía insistió en cambiar la Constitución para reelegirse y perdió el poder; además, creó una crisis bancaria sin precedente que disparó el dólar y originó una inflación que nadie desea recordar.
Leonel Fernández intentó cambiar la Constitución, pospuso reformas temiéndole al costo político y social. Los mismos métodos intentó Danilo Medina, pero las reformas tampoco llegaron.
Las reformas constitucional y fiscal, la Seguridad Social, fondo de pensiones, Código de Trabajo, Ley General de Salud, Pacto Eléctrico, entre otras, los peledeístas prefirieron posponer, engavetar y olvidarse de ellas, trillando el camino del conservadurismo de centro derecha.
Con las reformas hay mucho en juego, parece un tema no consensuado, diríamos hasta comprensible y, económicamente impostergable, pero ningún presidente había puesto el carácter y la visión para someter las reformas y viabilizar el desarrollo democrático y el bienestar social.
El presidente Luis Abinader sabe de este recorrido histórico y accidentado de las reformas, donde siempre los sectores conservadores y tradicionalistas prefieren los pactos, los tripartitos, el repartir, el “dejar hacer y dejar pasar”, etc.
Las reformas tienen sus enemigos conocidos, sus detractores pagados, sus disidentes crónicos y sus hombres grises que, no las dejan fluir, ni consensuarlas, ni propulsarlas para oxigenar, ni nutrir la democracia y el desarrollo sostenible.
Abinader asumió el compromiso con su conciencia, su legado histórico y la sociedad civil. Las reformas hay que presentarla por áreas en las universidades, iglesia, empresario, trabajadores, medios de comunicación, instituciones públicas y privada, para desmontar el sistema de creencia distorsionado y limitante de que, las reformas no garantizan anticorrupción ni gastos eficientes.
El presidente está comprometido con la transparencia, el gasto responsable y la distribución equitativa para no perjudicar a los pobres y clase media arrinconada. No dejemos que la patología social nos gane.