Si las mujeres son las grandes ausentes en la historia y en la literatura, esa cualidad de ausencia o desaparición se vive en las letras femeninas haitianas de manera rotunda.
Evelyne Trouillot trata con su escritura de recuperar el papel de la mujer en la vida haitiana y en la historia de Haití y trata sobre todo de rescatar la condición femenina de una situación que ella describe como “invisible”.
Es reconocida internacionalmente por su novela “Rosalía, la infame”, premiada en el año 2004, basada en unas crónicas de la colonia donde se cuenta la vida de una comadrona africana que tenía una cuerda con sesenta nudos, cada uno de ellos representaba y conmemoraba un niño que había asesinado para salvarlo de la esclavitud.
Nació en Puerto Príncipe en 1954 y pertenece a una familia de intelectuales destacados. Su tío es el historiador Henock Trouillot y sus hermanos, el novelista, antropólogo e historiador Lyonel Trouillot, el politólogo y erudito criollo Michel-Rolph Trouillot y Yocelyne Trouillot autora de libros para niños.
Hizo sus estudios universitarios en Estados Unidos de América y regresó al país en la década de los ochenta dedicada a la enseñanza y la escritura de ficción y poesía.
Con su hermano Lyonel y su hija Nadine Ménard, ha fundado una organización llamada Pré-texte, que patrocina la lectura y los talleres de escritura creativa.
En el año 2004, año de conmemoración del Bicentenario de la revolución e independencia haitiana mantuvo una larga conversación con la escritora y compatriota Eduviges Danticat.
Describió su mundo, su familia, su idea de Haití, de su historia y de lo que siente una mujer cuando se sienta a escribir y de las responsabilidades de un escritor o escritora que también es un ciudadano.
En la larga conversación rememoró un terrible huracán en Gonaives en el año 2004 y dijo que sintió su cuerpo tan dolorido que se sentó a escribir un poema como forma de curar ese dolor. Para ella escribir es una cura. Escribir sana y libera el dolor.
Cuando el terremoto del 12 de enero del 2010 sacudió el país escribió: “El estremecimiento de nuestro aliento se disgrega como pétalos prisioneros de la mano que marchita querría conservar el tiempo en una memoria sin cabeceos ni temblores y encontrar la virginidad de la esperanza donde no mueren las madres oscurecidas de sueños destruidos de niños rotos de penas enterradas de mil historias que nadie dirá solo esta memoria cargada de lágrimas”.
Una memoria cargada de lágrimas para un país y sus mujeres, una memoria acorralada que se resume en la novela del mismo nombre que acaba de ser traducida y publicada en Casa de las Américas, La Habana, Cuba.
“La memoria acorralada” aparentemente cuenta la historia de dos mujeres haitianas opuestas por su origen, clase social y principios.
Son dos mujeres, una vieja y la otra joven, dos haitianas en el exilio de París.
Una joven enfermera, diplomada en comunicación, que trabaja en un hospicio en las afueras de la ciudad y la otra es una anciana de ochenta años recluida en el hospicio, esperando la muerte y rememorando el pasado feroz de ser la viuda del dictador de Haití.
Francoise Duvalier y Simone Ovide aparecen en toda su carnadura a través del recuerdo de la asistente, de la evocación de la madre muerta y del monólogo interior de la anciana exprimera dama.
Tres mujeres que dialogan y repasan un país, la historia de las familias según el color de la piel, las castas, un pasado común y una historia de treinta años motivo de constante dolor y odio.
La evocación de las mujeres reconstruye una historia común en un país sometido a los crueles años de dictadura duvalierista. Una larga historia que se extiende por 29 años en un juego perverso entre el padre y el hijo.
Francois y Jean Claude Duvalier son el relato de esas mujeres silentes, resignadas, doloridas, testigos fatales de los desmanes de los varones.
La novela describe a través del monólogo de la viuda y de la enfermera un universo cerrado, claustrofóbico y demencial.
La manipulación y la muerte sembrada por el clan de los Duvalier describe a través del relato de la joven sobre la vida de su madre, el tormento de los disidentes, la aniquilación de los oponentes, el uso de las bandas parapoliciales encarnadas en los tonton macutes con patente de corso para matar a los contrarios y depredarlos, el manejo del vudú para infundir temor y superstición entre los amigos, los familiares, la población urbana, los campesinos y la complicidad gansteril con Estados Unidos de América para tener el reconocimiento y la impunidad de la comunidad internacional.
Apretada síntesis conjugada en María Ángela la víctima sometida de manera permanente a la violencia y el acoso. El tío desaparecido, el padre asesinado, las amistades muertas o dispersas en el exilio, el silencio cómplice del vecindario, la delación, la indiferencia y la madre obligada a emigrar a Martinica y luego a Francia.
Una vida de mujer repetida a lo largo de los siglos. Un compendio de dolores, rencores y frustraciones que se transmite de mujer a mujer, de generación en generación como un lastre ancestral.
“Madre, estoy devastada por la cólera” dice en uno de sus monólogos alienantes.
“Tengo miedo de tener un hijo y de estropear su vida, de hacer de él un ser como yo, con el miedo en la planta del pie”.
En la pieza del hospicio la viuda recuerda una vida de poder total con sus múltiples esplendores y posibilidades. Resentida, de origen bastardo, hija de un escritor blanco y madre mulata que la abandona en un orfanato, ella cimenta su vida en busca del poder que la convierta en intocable y la saque de su origen de abandono, bastardía y negligencia.
Duvalier y Ovide encarnan la ambición desmedida de poder.
“Ambos compartían idénticas exigencias, orígenes similares y una ambición devoradora”.
Las dos mujeres, la joven y la vieja y la madre en el trasfondo cuentan la historia de las mujeres en una sociedad patriarcal, de origen colonial, de plantación, el resultado del genocidio mundial que significó la trata negrera y que se ceba en las mujeres y los niños, los seres más sufridos, frágiles y abusados de esa sociedad excluyente, viviendo en el desasosiego, la soledad y la persecución.
Acorraladas por ser mujeres, con la historia de una civilización inmisericorde escrita en el cuerpo y escrita desde allí.
Por eso Eveline Trouillot escribe desde su cuerpo dolorido.
Puede escribir un cuento para niños, una novela histórica con una comadrona asesina de niños o puede contar el relato de tres mujeres, que son la misma cara y contracara de una sociedad que no es solo Haití. Es la historia de un genocidio realizado 500 años atrás.
Es la historia de la trata negrera, es la historia de los países que se beneficiaron y lucraron con el negocio de la trata de personas.
El escritor Edwoud Glissant nacido en Martinica escribió un ensayo sobre la obra de William Faulknner y el Mississipi y describió su literatura y “la literatura de la plantación” como eso que se escribe y construye sobre lo que llamó “Lo oculto diferido”.
Ese “Oculto diferido” es esa mención que hace Evelin Trouillot en su conversación con Eduviges Danticat en el año 2004: “Esta nación no nació a la sombra de la violencia y la muerte que todavía siguen doscientos años después. Yo siempre digo que Haití no es ni condenado ni bendito. Nuestra historia comenzó de manera única en una pista que aún no se ha trazado”.
(…)Haití sufre las consecuencias de su historia, de las malas decisiones de sus dirigentes y de la política de las grandes potencias con respecto a la misma”.
Trouillot, Eveline: La memoria acorralada. 2011- Fondo Editorial Casa de las Américas. La Habana- Cuba.