Se dice de todos los pueblos de la América hispánica que son “pueblos jóvenes”, no importa cuán viejas sean las civilizaciones precolombinas originarias de las cuales procede el grueso de sus habitantes de hoy. Es muy numerosa la población indígena de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, México, Guatemala. Al llegar los conquistadores españoles a esta isla, los taínos se encontraban en el “periodo de piedra pulimentada”, para decirlo con una expresión propia de antropólogos. A partir del siglo XVI, se establecieron ciudades amuralladas, se levantaron monasterios, se fundaron cabildos, universidades. Fue algo así como pasar, de golpe y porrazo, de la Edad de Piedra al Renacimiento.
En la isla Española, los aborígenes no sobrevivieron al régimen laboral impuesto por los colonizadores. Entre 1514 y 1533 –cerca de veinte años- los pobladores originales casi desaparecieron. En el censo realizado antes del “Reparto de Alburquerque (1514), aparecen 24,000 indios para ser “encomendados” a los colonos; al firmarse la Paz de Barrionuevo con el cacique Enriquillo, en 1533, sólo había 6,000 indios. A pesar de ello, expertos en genética y médicos hematólogos estiman elevado el porcentaje de sangre indígena que conservan los dominicanos de la actualidad. El padre Las Casas, antes de ser obispo de Chiapas y escribir “La destrucción de las Indias”, fue un “encomendero” más.
Las Casas prohíja la decisión administrativa de importar esclavos negros para sustituir a los indígenas. Ahora somos mestizos trihíbridos: el edificio de nuestra identidad étnica está compuesto por un sótano taíno, un piso negro y otro blanco. Nuestra identidad cultural, sin embargo, sigue atada a la lengua española y a la cultura occidental, aunque seamos “hombre de dos pisos”, tanto racial como emocionalmente. El descubrimiento de América desencadenó cambios de todas clases: geopolíticos, sociales, económicos. Pero el cambio más importante fue cultural: una lengua neolatina –el español- inició una nueva “romanización”:
La lengua quéchua, lengua originaria de América del Sur, se escribe con las letras del alfabeto latino que trajeron los españoles, pues no llegó a tener una grafía propia. Los viejos pueblos de América son “pueblos jóvenes” porque tuvieron que “recomenzar”. Al independizarse, intentaron organizar sus vidas e instituciones políticas de una manera “extranjerista”. También ellos son culturalmente “hombres de dos pisos”.