La actividad partidaria requiere un sentido de nobleza, desafortunadamente olvidado, pero punto de partida de reivindicación y reconstrucción de la credibilidad del sistema político. Por desgracia, la fatal tradición condujo a los líderes emblemáticos a episodios caracterizados por competencias que tocaban el terreno personal. De ahí un sentido de rivalidad impulsado en sustituir las ideas por insultos.
En el país, las figuras emblemáticas que controlaron la escena pública trasladaron al corazón de sus simpatizantes una extraña noción de no provocar compatibilidad y buenas relaciones por la simple causa de no coincidir alrededor de adhesiones partidarias. ¡Tremendo error!
Aquí, los triunfos pueden traducirse en licencias para atropellar a los no favorecidos con el voto popular. Por eso, cada vez que el éxito político es interpretado de forma incorrecta, las consecuencias alcanzan niveles alarmantes. Así está planteada una visión equivocada, y ahora, es tarea del PRM establecer las bases de que, sin renunciar a la intensidad de la competencia presidencial y congresional, pensemos en después del 16 de agosto y lo interesante en allanar fórmulas inteligentes alrededor de pactos sobre ámbitos básicos del desarrollo nacional.
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Las verdaderas batallas electorales sirven para reafirmar lealtades partidarias, y a la vez, abren las compuertas para talentos, virtudes y conocimientos, en capacidad de elevar la calidad del producto democrático.
En el PRM debemos asumir los resultados de las elecciones del 18 de febrero con el entusiasmo propio de quien ha alcanzado un objetivo, sin desconectarnos del compromiso de mayo. La excesiva confianza y sentirnos ganadores con antelación puede entorpecer todo el trabajo que nos queda por delante y alejarnos de la meta. Una mayoría electoral no puede confundirse con el monopolio y menos con la idea de que somos dueños de la voluntad popular. En los meses que restan, es necesario profundizar el compromiso con los diferentes sectores sociales y realizar el trabajo electoral con mayor energía que garanticen resultados positivos y matemáticas útiles para las reformas estructurales pendientes.
Ser humildes en la victoria, impedir la crispación de los ciudadanos ante comportamientos opulentos, ambientar la posibilidad de participación de los que están a la espera, nunca renunciar a políticas públicas solidarias y tener plena conciencia de que lo defendible y sostenible en el trayecto 2024-28 debe estar asociado con las buenas prácticas, transparencia y deseos de servir a los históricamente excluidos.