Ahora, que voy a escribir sobre este tópico, me viene a la mente una crítica de Julio Cortázar, en su libro “Último round”, a los escritores latinoamericanos por negarse a incluirlo en sus textos, y sí en las conversaciones de café. Lo rehúyen pensando que restará seriedad y profundidad a su obra.
Cuán equivocados están, porque es una herramienta digna de ser usada por gente inteligente y profunda, graciosa y aguda. No es cualquiera quien puede escribir una maravillosa novela de humor sarcástico, como “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes y Saavedra, calificada como la principal de nuestra lengua y para mí de toda literatura universal.
En nuestro país muy pocos creadores frecuentan estos importantes recursos. Los llamados autores serios y cultos suelen calificar las obras en este tenor como piezas menores, superficiales, vacías. Sin embargo, no es así. Por ejemplo, los libros de Mario Emilio Pérez (a cuya excelente obra dedicaré luego unos cuantos artículos) tienen hondura de
pensamiento, graciosas sátiras sociales. Y, naturalmente, con un humor seductor, emocionalmente eficaz y con alto nivel creativo, basado en las interioridades y detalles de nuestra idiosincrasia como pueblo, especialmente en las distintas capas de la pequeña burguesía urbana.
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Y no solo Mario Emilio. En nuestra historia literaria hay otros que han incursionado en esas áreas con cálida calidad. Me vienen al pensamiento escritores de textos con ínclita ilación y alada hilaridad, como Manuel del Cabral, Héctor J. Díaz, Juan Antonio Alix, Alberto Malagón, Huchi Lora, Fermín Arias Belliard, Ramón Colombo, Freddy Beras Goico, Rubens Suro, entre otros.
A nivel mundial, recuerdo a grandes genios del arte literario ameno y profundo: Además de los mencionados Cervantes y Cortázar, están Álvaro de la Iglesia, Enrique Jardiel Poncela, Quevedo, Gómez de la Serna, Lezama Lima, Bukowski, Twain, Moliere, Voltaire, Camilo José Cela.
DIFERENCIA ENTRE EL CHISTE Y EL HUMOR
La relación entre ambos es la misma que hay entre la música popular y la clásica o estilizada. Intercambian orígenes, sabores, públicos, pero son distintas. Claro, aunque lo parezca, una no es mejor que la otra. Tienen, respectivamente, su espacio y momento en el gusto del espectador.
En este caso, los dos requieren agudeza, inteligencia, profundidad. Implican la burla socarrona de alguna idea, tradición o hecho socialmente establecido. Pero el primero busca simplemente hacernos reír, disfrutar el momento, sin
mayores pretensiones que alegrar el pasajero instante. El otro también es hilarante, pero por un camino que conlleva reflexión, sarcasmo, burla contentiva de una crítica seria, honda, comprometida, y en cierto modo educativa. Como he dicho, ambos avergüenzan a los literatos que se las dan de finos y cultos, lo mismo que la música popular avergüenza a muchos escuchas de la estilizada, porque ignoran que la gran mayoría -por no decir toda- esta última se origina en la primera, tal como el hombre proviene del niño.
LA RISA EN MIGUEL D. MENA Y JOSÉ RODRÍGUEZ
Celebro el buen humor de Miguel D. Mena, sus enfoques críticos, comentarios, ensayos, salpicados de su sardónico decir. También los escritos del extinto poeta y ensayista José Rodríguez, quien igualmente publicaba artículos de crítica política, literaria, social, con divertida sabiduría. José era compositor, poeta e investigador folclórico. Lo hacia con graciosa gracia, divertida diversión, en uno de los dos mencionados periódicos tabloides (no recuerdo ahora en cuál).
Sugiero al Ministerio de Cultura compilar los artículos de ambos y publicar sendos libros, precedidos de un buen estudio crítico. La poeta Rosamaría Santos, hermana, albacea y heredera de los derechos del admirable José Rodríguez, decidirá cuándo y cómo se hace la publicación de Rodríguez. Obviamente, debe participar también la poeta Cosette Bonnelly, copropietaria de Editora El Nuevo Diario, a quien he sugerido la publicación de la obra de José, incluyendo además sus exquisitos poemas y las canciones que compuso para el grupo de experimentación e investigación sonora Convite. Que, por cierto, muchas de esas canciones la gente cree que son de Luis Días. En realidad, algunas las hicieron ambos artistas en combinación. Otras, las creó cada uno en forma independiente.
El Dago Dagoberto Tejeda Ortiz, que se sabe bien esas historias, debe participar antes de que pierda la memoria, como diría otro querido loco genial llamado Freddy Ginebra Giudicelli.
Sugiero que Miguel D. Mena, director-propietario de Ediciones Cielonaranja, dirija la publicación del libro de José y el suyo propio. Ahí deben incluirse también sus muy valiosos poemas que dio a conocer cuando formaba parte del grupo Colectivo de Escritores …Y Punto.